El cáncer de páncreas es uno de los tipos de tumores malignos más agresivos y dolorosos en el mundo según diversas investigaciones realizadas por técnicos de la universidad de Múnich, Alemania.
Su tasa de supervivencia general es de cinco años de vida después de haber sido detectado, algo totalmente loco, sorprendente y triste, pero más que nada loco, si me lo preguntan.
Además, cada día, más de mil personas son diagnosticadas con cáncer de páncreas en el mundo. Lamentablemente novecientas ochenta y cinco fallecen, dejando a solo quince supervivientes.
Los síntomas de este padecimiento pueden ser muy variados, es por ello que su diagnóstico es tardío, muchas veces dándose a conocer al paciente en una etapa ya avanzada.
En mi caso, la noticia de que tenía a ese individuo de etapa dos, no deseado, pero evidentemente dentro de mi sistema, llego un quince de enero del año dos mil siete, después de muchos exámenes algo dolorosos que no explicaban el porqué de mis constantes vómitos, desmayos y dolores de abdomen.
La vida me llevo a encontrarme con el doctor Sebastian, y gracias a él la respuesta llego a mí.
Ese día soleado, en donde podía ver el cielo azul desde el último piso del hospital de cancerología de San Francisco, el doctor de ojos verdes me dio la noticia.
Mamá lloraba, papá estaba en negación y yo solo me preguntaba porque el cielo estaba de ese color azul tan bonito y libre de nubes, sabiendo que estábamos a mitad de enero, en donde el invierno se estaba acabando y el otoño acercando.
— Porque el cielo esta tan azul si se supone que en esta temporada de invierno debería de estar nevando—pregunto mientras veo el cielo nuevamente— ¿Doctor usted sabe?
El doctor Sebastian se ve un poco perdido gracias a mi pregunta y a que yo estoy pacientemente esperando su respuesta con una sonrisa en mi cara.
Mamá se acerca a mí y me abraza, papá hace lo mismo, por un momento mi cabeza vuelve a procesar la información de que tengo cáncer y no cualquiera, el cáncer más agresivo y doloroso que se conoce hasta el momento.
Pero, alejando la noticia que me dieron hace algunos minutos, vuelvo a ver al doctor que me da una pequeña sonrisa ladeada.
— La verdad Frina—me mira— es que tengo la misma pregunta, pero déjame decirte que es muy poco común que el día este así, afortunadamente el tiempo se puso de tu lado para poder dar un paseo y que conozcas más de la ciudad.
Dada su respuesta, me siento enfrente de su escritorio, le sonrió de vuelta y le pido que me de la información de los tratamientos que tendré para poder vencer a ese pequeño gran demonio que está esparciéndose en mi órgano.
Porque <oh diablos> a mí nadie me gana y el cáncer no lo hará.
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NOCHE ESTRELLADA © | NOCHE I |
RomanceMamá una vez me dijo: "No estar muerto no es estar vivo" y en ese momento sinceramente no le preste atención, pero, un enero de 2007, la vida me dio una lección que literalmente me marcaria para siempre. Vivir una enfermedad terminal en donde mucho...