Entro a mi habitación y voy directamente a mi cama. Mi conversación con Vincent me dejo la cabeza llena de incógnitas y dudas que debo de resolver. Primeramente, el impacto de verlo en carne y hueso fue alto, ya que nunca se me cruzo la idea de volver a coincidir, también el que me viera con esa mirada cálida me lleno el pecho de un sentimiento no reconocido en mí desde hace tiempo y el que quisiera saber quién soy ahora, hizo que me desestabilizara.
Tengo claras pocas cosas; es mi vecino, conoce a Hanna gracias a su hermano, le gusta la vista de mi balcón, sabe que pinto, dice que tengo bonito cabello y también quiere saber quién soy.
Yo también quiero saberlo, pero me cuesta tanto descubrirlo, me cuesta entender cuál es mi esencia y que es lo que me identifica.
Cierro los ojos y trato de dormir, pero el sueño no llega y mi cerebro no deja de pensar en la situación de hace rato, por lo cual tomo mi libreta de notas, mi agenda y contesto los correos de Oliver en donde acepto tener una reunión para hablar acerca de las colecciones que tengo. Económicamente estoy bien, pero quiero que la gente vea mis piezas y aprecien los sentimientos que en el habla no puedo explicar.
Muchas veces tratamos de encontrar maneras de poder expresar lo que nuestro corazón y mente sienten, es por eso que buscamos en que representarlo; la representación de mis intensos sentimientos está en pintar.
Sigo contestando y leyendo correos un poco más para después prender una vela de incienso que fue regalo de mi mejor amigo para que mis chakras se acomodaran y la buena vibra entrara a mi sistema. Sinceramente no entendí nada sobre los chakras, pero las velas huelen delicioso y relajan de maravilla.
Hojeo mi libreta de notas que está conmigo desde hace tiempo, en ella he escrito muchos de mis pensamientos y cada que tengo días complicados exploro en ella para recordarme que fue por lo que pase, por lo que luche y me recuerda a las heridas externas e internas que tengo.
Al final, mis ojos se van cerrando poco a poco hasta quedar dormida.
Dos años antes...
El olor a hospital existe.
Mamá dice que no es verdad, pero obviamente lo es. Además, ya huelo a hospital, algo evidente porque vivo en uno.
Mi pequeña habitación es algo espaciosa, pero pequeña. Tiene una ventana grande que me deja ver el cielo, una cama para nada cómoda, un sillón cama para las veces que mi madre o mi padre se quedan conmigo, también hay una mesita en donde siempre las enfermeras me mandan flores de parte de uno de los residentes que no conozco, pero ya me cae bien solo porque me trae flores.
Tal vez soy su acto de redención o algo así, pero me pone feliz, porque la verdad soy el tipo de chica que le gustan que le den flores y esas cosas de amor vainilla.
Continúo pintando uno de mis tantos dibujos en mi pequeño nuevo bloc, regalo de mis hermanos, ya que ayer cumplí diecinueve y la pase en este cuarto, con mi familia (cosa que me pone bastante feliz), mis mejores únicos dos amigos, una enfermera que estuvo al pendiente de mis signos vitales por si de repente me moría y un pastel especial que, hacia parte de mi dieta, pero sabía a culo.
— ¿En qué piensas? — pregunta una voz que no conozco.
Volteo y me encuentro con un hombre joven doctor que lleva un traje quirúrgico color negro, un estetoscopio y un reloj en su muñeca derecha.
Es guapísimo, lindísimo y muy mi tipo, aunque no tenga tipo.
Me llama la atención su cabello negro y esos ojos que me dicen <ven y hazme tuyo>.
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NOCHE ESTRELLADA © | NOCHE I |
RomanceMamá una vez me dijo: "No estar muerto no es estar vivo" y en ese momento sinceramente no le preste atención, pero, un enero de 2007, la vida me dio una lección que literalmente me marcaria para siempre. Vivir una enfermedad terminal en donde mucho...