Vincent
Cuando la vi por primera vez caminando junto a una enfermera en ese pasillo largo inmediatamente pensé que era un ángel, sin importarme que solo llevara una bata de hospital puesta y que se viera cansada pues la luz emanando de ella me hipnotizo.
Así fue como comenzó mi intriga hacia la paciente Frina Jane Hudson.
Siempre les preguntaba a las enfermeras acerca de ella sin prestar atención a los cotilleos que después escuchaba diciendo que me gustaba la paciente con cáncer terminal.
La verdad es que en su momento no, pero a la semana decidí mandarle un ramo de rosas rosa por su cumpleaños y cuando vi la sonrisa en su rostro al recibirlas sirvió como motivación para nunca dejar de hacerlo.
Sin embargo, en ese momento no llegue a hablar porque tenía miedo.
Y sí, yo, Vincent Evans tenía miedo de hablar con una chica. Nunca me había pasado, porque la necesidad de hablar primero yo, no estaba presente.
Cuando estaba en un bar, en una discoteca o inclusive en alguna cafetería siempre tenía la atención de las mujeres, el primer paso para acostarme con alguna no era hablar con ella, era ver si me gusta o no y se hizo costumbre para mí, pero con Frina no.
Con ella tenía que arriesgarme a darme el empujón de tomar la iniciativa de hablar porque ella fue la primera mujer en no notarme desde un inicio.
Aquel día lo hice.
Conocí su voz.
Vi de cerca su sonrisa.
Vi de cerca sus ojos negros.
Vi de cerca a mi estrella.
Y una paz que no conocía llego a mí.
Ahora, casi tres años después de haberla conocido y viéndola dormir, puedo decir que me estoy enamorando de nuevo de ella.
Mi estrella.
Mi amor.
Pero, siento miedo. Miedo porque una vez fui un maldito idiota al alejarme de ella y lastimarla, me dolió, me dolió muchísimo y es algo que todavía me reprocho porque ella no merecía ser abandonada de la manera en que yo lo hice.
Lo que me llena de paz es saber que tengo una oportunidad más, que por nada voy a desaprovechar.
Frina se remueve un poco en la cama y enseguida abre los ojos.
Nota mi presencia y sonríe.
Me acerco para besarla, pero se da la vuelta logrando que mi beso sea en su cabello.
— No me he lavado los dientes— sale de la cama— dame dos minutos y vuelvo.
Me rio de lo extraña que a veces puede ser y sin duda es algo que me encanta de ella.
Veo como su short que es muy corto se mueve con su caminar y me remuevo incomodo por la pronta erección matutina que regreso de nuevo.
Estaría mintiendo si no aceptara que otra cosa que me encanta de ella es su cuerpo.
Su piel acaramelada, sus piernas grandes y la forma en que sus curvas adornan maravillosamente su cuerpo.
Mi templo.
Regresa con una sonrisa reluciente en su rostro y con su cara mojada, supongo que se la lavo.
— Ahora si— rodea mi cintura con sus piernas— bésame,
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NOCHE ESTRELLADA © | NOCHE I |
RomanceMamá una vez me dijo: "No estar muerto no es estar vivo" y en ese momento sinceramente no le preste atención, pero, un enero de 2007, la vida me dio una lección que literalmente me marcaria para siempre. Vivir una enfermedad terminal en donde mucho...