Una serie de determinadas reacciones eróticas junto a Jeon Jungkook.
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Church
Visualizaste tu silueta una vez más en el gran espejo frente a ti, tratando de encontrar aquello que aún te disgustaba, ladeaste tu mirada de arriba hacia abajo emitiendo un sonido de disgusto ¿Qué era? ¿anillos?, ¿labial?, ¿bronzer, tal vez? Tras pasar unos cuantos largos minutos lo decidiste, definitivamente era el cabello. Un peinado tan extravagante, ¿para qué? No eras tú quien tendrías que brillar esa noche, sino alguien mucho más importante y por nada del mundo le robarías la atención que merecía. Comenzaste a quitar todas las ligas y broches que llevabas puestas, dejando así por fín caer el pelo sobre tus hombros. Sonreíste satisfecha.
El rechinido de la puerta se oyó, luego varios pasos resonar contra el suelo y sus brazos reconfortantes rodear tu cintura, rozó aquella parte con delicadeza antes de escabullir su rostro en el hueco de tu cuello y dejar varios picos, su respiración contra este te causó cosquilleos, por lo que esbozaste una leve sonrisa.
---Te ves preciosa.--- susurró sobre tu lóbulo y sonrió con suficiencia ante tu reacción.---Te has esforzado demasiado, aún cuando sabes que te despojaré de todo esto lo antes posible.--- sus manos se deslizaron hasta llegar a la cremallera del vestido y terminar por cerrar el pequeño espacio que quedaba descubierto.
Giraste sobre tus tacones, quedando frente a frente y sólo pocos centímetros de sus labios, él bajó su mirada hacia los tuyos juntándolos de inmediato sin pensarlo demasiado. Un beso lento, sin ninguna otra intención, donde su lengua rozaba con la tuya sutilmente y sus dedos, ahora, se mantenían entretenidos en el recorrido que habían creado deslizándose desde tus clavículas hacia lo largo de tus brazos. Te alejaste de él para retomar el oxígeno perdido y relojeaste el horario en su rolex, se estaban retardando. Tomó firme tu antebrazo al enterarse de tus acciones y te dio una mirada filosa, una de "aún no." Hizo leve presión contra tus caderas con su palma, y un movimiento insignificante de cabeza fue suficiente como para que comprendieras sus intenciones. Te sostuviste en el mueble más cercano, inclinándote y sintiendo sus caricias desde de el interior de tus muslos ascendiendo hasta perderse entre estos. Uno de sus dígitos se enganchó en la tela de tus bragas, haciéndolas a un costado e introduciendo dos pequeñas y frías esferas, previamente lubricadas, que se mezclaron de inmediato con tu calor interno.
Previamente, se apresuraron en salir de casa para comenzar el viaje, y dios, eran pocos pasos desde el porche hasta el auto, pero cada uno fue una verdadera tortura, y aún quedaba toda la noche por delante. Hoy era un día especial, la ceremonia de tu 'pequeña' hermana. No era una gran diferencia de edad, aún así luego de varios años en una relación digna de envidiar decidió por fin aceptar la petición de su carismático novio. A diferencia de ella, tú no planeabas hacerlo o tal vez sí, pero no por estos instantes precisamente, esto no significaba que tu relación y la del pelinegro fuera mal, todo lo contrario, alguna vez lo habían hablado y los dos coincidían; no era el momento adecuado.