Epílogo

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5 años después...

—Venga, chicas, que llegamos tarde —nos grita Lena exasperado desde el salón.
Me pongo el pintalabios rojo, compruebo que ningún pelo se ha soltado del recogido que llevo y salgo del baño.
—Ya me gustaría a mí ver cómo te mueves tú con 20 kilos de más —le ataco, poniendo la mano sobre mi barriga abultada.
Lena me mira con dulzura y sonríe. A mí también se me escapa una media sonrisa cuando veo la camisa que va a llevar hoy, estampada con corazones.
—Aun así, estás preciosa, canija.
—Más te vale que lo esté, porque esto de aquí —me señalo el estómago —, es cosa tuya.
—Tú también participaste un poco, ¿no? —pregunta de forma seductora. Me coge de la cintura por detrás y deposita un beso sobre mi cuello.
Por si te queda alguna duda, lo confirmo: estoy embarazada. Dentro de tres semanas vamos a traer al mundo a una niña que se va a llamar Anna (nombre elegido por Lori). En el embarazo he engordado un montón: tengo los tobillos hinchados, la cabeza redonda como un melón y la sensación de que soy un globo de helio que en cualquier momento saldrá volando. 
Lena me acaricia la tripa y justo en este momento aparece Lori, que acaba de bajar las escaleras del primer piso hasta la planta baja.
—¿Zapatos plateados o negros? —me pregunta enseñándome los dos pares.
Lori se ha convertido en una mujercita preciosa, con una figura esbelta y curvilínea que traerá de cabeza a quién se proponga dentro de unos años.
Además, hoy está guapísima. La peluquera le ha hecho un recogido muy sofisticado y lleva un vestido color aguamarina que se ajusta a la perfección a su figura.
—Los plateados —digo yo.
—Vale, gracias. —Se sienta en el último escalón y se los pone, dejando los otros a un lado.
—Yo no quiero meteros prisa, pero como no salgamos ya, llegaremos tarde, y os recuerdo que yo soy el padrino.
—Y yo la dama de honor —añado.
Aunque más que una dama de honor, con lo gorda que me estoy, parezco la orca protagonista de Salvad a Willy.
—Es verdad, será mejor que vayamos tirando, más que nada para asegurarnos de que el novio no se escapa por la ventana del baño —bromea Lori, poniéndose en pie.
Y es que el novio no es el típico hombre que parece querer comprometerse, aunque mi amiga lo cazó bien cazado.
A estas alturas supongo que ya habréis adivinado que estamos hablando de Álvaro y Felicity. Después de que Lena y yo volviéramos a estar juntos, quedé un día con Felicity y me confesó que estaba enamorada de él. He de admitir que al principio estaba muy escéptica con ese par, pero el caso es que llevan ya cinco años juntos, cinco años en los que Álvaro, el seductor mojabragas, abraza la monogamia.
—Mamá, ¿te cojo el bolso? —me pregunta Lori que vuelve a subir las escaleras trotando.
—Sí, cielo, está encima de mi cama. ¡Ah! Y cógeme también la chaquetilla blanca, por si refresca a la noche.
Lori afirma con la cabeza y desaparece escaleras arriba.
Desde hace un par de años Lori me llama mamá. ¿Qué pasó con Lucía? Pues bien... digamos que cuando Lena habló con ella y le dijo que volvíamos a estar juntos, que nunca volvería con ella y que jamás podría recuperar la custodia de Lori, desapareció del mapa. Se esfumó. Poco después supimos que había regresado a los Estados Unidos.
La verdad es que cuando pienso en aquella época aún tengo sentimientos encontrados con todo lo que vivimos. Al final las cosas acabaron bien y Lena y yo tuvimos nuestro final feliz, pero sufrimos como condenados durante el proceso.
Lori baja de nuevo las escaleras, me tiende el bolso y la chaquetilla y salimos al exterior.
Se me escapa una sonrisa cuando me fijo en la valla de color rojo que instaló Lena el día en el que nos mudamos en nuestra pequeña casa a las afueras de la ciudad.
—Una valla roja para la chica de los labios rojos —me dijo justo antes de empezar a colocarla en el jardín.
Esperamos de pie mientras Lena saca el coche del parking. Aprovecho estos minutos para mirar nuestra casa, nuestro hogar. Estoy tan feliz de haber construido todo esto junto a Lena… Mi archienemigo número uno que acabó resultando ser el hombre de mi vida y mi marido.
Lena y yo nos casamos año y medio después de nuestra reconciliación.
Me pidió matrimonio un día en el que estábamos leyendo en la cama.
—¿Por qué no nos casamos? —preguntó cerrando el libro de golpe.
—¿Hablas en serio? —Le miré alucinada.
—Creo que nunca he hablado más en serio.
Un torbellino de emociones me encogió el estómago.
—Al menos podrías habérmelo pedido con un anillo, ¿no? —bromeé, con los ojos brillantes por la emoción.
Lena cogió la botellita de plástico que tenía sobre la mesita de noche, le quitó la anilla y me la puso de en el dedo.
—Kara Estévez, me harías el hombre más feliz del universo si te convirtieras en mi esposa, ¿te casas conmigo?
Dije que sí, claro.
Nos casamos por el ayuntamiento una mañana de abril y lo celebramos con nuestros más allegados, fue algo muy íntimo y sencillo, pero especial.
Desde entonces las cosas nos van bien. Seguimos trabajando juntos, aunque hace un par de años que abandonamos Creative Energy y fundamos una nueva agencia de publicidad junto a Kate, una más pequeña, menos ambiciosa, pero que nos permite conciliar vida familiar y laboral.
Lena aparece con el coche, baja la ventanilla y nos guiña un ojo.
—¿Nos vamos, preciosas?
Y sin más, subimos al coche y ponemos rumbo hacia la iglesia.













Sé que había dicho 5 caps por día pero tenía tiempo libre xddd

Psdt: Te odio (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora