Diciembre

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POV Lena

Diciembre ha llegado trayendo el frío y la Navidad con él.
Hoy es sábado y, mientras paseo con Lori por el centro de la ciudad, me fijo en las luces que cuelgan en las calles y que dan a Barcelona un toque mágico. Un pensamiento aparece en mi mente: ojalá Kara estuviera aquí, compartiendo con nosotros estas fechas tan especiales. Además, sé lo mucho que a ella le gustan. Todos los años era Kara la encargada de decorar la oficina con guirnaldas y figuritas. Este año no lo ha hecho nadie. Sin ella, el mundo es un lugar mucho más oscuro.
Hace casi un mes que Kara cogió su excedencia. Ella no se atrevió a explicármelo, fue Kate quién lo hizo. Al enterarme estuve a punto de montar en cólera. Sé que tomó esa decisión para poner un poco de distancia entre nosotros, y la odio por eso.  Me hubiera encantado decirle que prefiero verla cada día, aunque su presencia me duela, que no verla y dejar que su ausencia me mate.
Sigo sin acabar de digerir nuestra ruptura. Con lo mucho que ella adora a Lori... Tengo la sensación de que sus palabras no fueron más que una excusa, que no me explicó la verdad. Estoy casi convencido de que escondía algo, ¿el qué? Eso es algo que no he conseguido averiguar.
—Papi, papi, mira, un duende de Papá Noel —exclama Lori apretando mi mano mientras señala con su dedo índice a una chica vestida con el típico traje de duende navideño.
El duende se nos acerca y le da un caramelo.
—Ho, ho, ho. ¡Feliz navidad! —exclama jovial.
Faltan solo cinco días para Nochebuena. Como cada año lo celebraremos en casa de mis padres. Estas fechas nunca me han gustado mucho, sin embargo, desde que Lori está en mi vida, las vivo de una forma diferente… Además, es posible este sea una de las últimas navidades en las que siga creyendo que la magia existe.
—Mira, papi, los caramelos son de fresa, mis preferidos. —Me enseña la mano sonriente—. ¿Puedo comérmelos?
—Solo uno, que vamos a cenar en nada.
—Vale —responde risueña.
Nos subimos en el coche y regresamos a casa. Hoy toca pizza y peli, así que Lori está contenta, porque sin duda ese es su plan favorito. Aparcamos en un hueco libre al lado de casa y, a continuación, andamos las dos manzanas que quedan hasta nuestro edificio.
—¡Lucía! —exclama Lori. Delante del portal está ella, y nos sonríe cuando nos ve.
No sé qué hace aquí porque no habíamos quedado. Este último mes no ha dejado de aparecer así, sin preaviso, y a mí eso me molesta. Su presencia siempre lo hace, por mucho que se esfuerce en ser amable conmigo sigo sin fiarme de ella, por eso aún no le he dicho a Lori que Lucía es su madre.
—¿Qué haces aquí? —pregunto cuando ella se cuelga de mi cuello para darme dos besos.
—He pensado que podríamos cenar juntitos los tres. —Sonríe y levanta una bolsa que lleva en la mano—. He comprado vino y tarta de chocolate para el postre.
—Lucía, hoy no es un buen día.
—¿Por qué? —pregunta con inocencia.
—Quiero subir, ponerme el pijama y disfrutar de una noche tranquila con mi hija.
—Pero eso puedes hacerlo aunque cene con vosotros. No sería la primera vez que te veo en pijama. Es más, creo que te he visto de todas las maneras posibles…
—Lucía… —le advierto.
No me gusta que haga referencia a nuestro pasado. Es más, lo odio. Odio recordar lo que fuimos.
—¿Qué me dices, Lori? ¿Quieres compañía? —pregunta a mi hija haciendo caso omiso a mis deseos.
—¡¡Sí!! —exclama ella dando un saltito.
—Está bien —accedo finalmente.
Lucía sonríe triunfal, Lori le coge de la mano y entran.
Sé que Lori le está cogiendo cariño, y confieso que eso me aterra. Me da miedo de que, cuando se canse, la abandone. Ya lo hizo años atrás, primero conmigo y después con ella.
Entramos en casa, nos quitamos los abrigos y aprovecho que Lori y Lucía están eligiendo una película para pedir las pizzas.
Media hora más tarde, llega el repartidor y nos sentamos en el sofá los tres para ver la película de Inside Out.
Sobre las once, Lori se queda dormida, recostada sobre mi regazo. La acuesto en su cama y cuando regreso al salón, me encuentro a Lucía en el sofá con dos copas de vino llenas.
—¿La última? —me pregunta juguetona.
La conozco y sé que detrás de esta copa de vino existe una invitación velada.
—Es tarde, quizás deberías regresar a tu casa.
—Solo es una copa de vino, Lena. No voy a comerte...
Me lanza una mirada seductora y algo dentro de mí me dice que decline su oferta, sin embargo, no sé cómo hacerlo. Una copa solo es una copa, ¿no?
—Solo una.
Nos sentamos en el sofá. Yo intento poner distancia entre nosotros, pero ella acaba pegándose a mí. Da un sorbo al vino y luego desliza su dedo por mi brazo.
—Antes, Lori me ha explicado que hace tiempo que no pasa por aquí esa amiga tuya... ¿Cómo se llamaba? ¿Laura? ¿Mónica?
—Kara —mascullo.
—Eso, Kara. ¿Ya no estáis juntos?
La miro y me fijo en sus ojos claros, que titilan con suavidad. Se ha descalzado y apoya sus pies desnudos sobre el sofá.
—No. Lo hemos dejado.
—Vaya, qué pena... —susurra, sin dejar de acariciarme el brazo. Se acerca un poco más y su olor me envuelve, haciendo que un pequeño torrente de recuerdos antiguos sobre nosotros dos, cruce por mi mente.
Nuestro primer beso cuando acabábamos de cumplir los doce años. La primera vez que hicimos el amor, en su habitación, aquel fin de semana que sus padres no estaban. Nuestras rupturas, nuestras discusiones constantes, la forma en la que follábamos, con rabia, las reconciliaciones...
—Oye, Lena. Creo que ha llegado el momento de explicarle a Lori que yo soy su madre y... quizás, poco a poco, si me dejas, podamos ser una familia los tres juntos.
La miro sin comprender.
—¿Qué quieres decir?
—He cambiado. Estoy aquí y ya no soy la persona inmadura que era antes. Quiero estar contigo, que dejemos atrás lo malo y que empecemos algo nuevo.
Su mano se desliza de mi brazo hasta mi muslo y yo la aparto con suavidad, colocándola sobre su regazo.
—No —le respondo. No necesito pensármelo, hay cosas en esta vida que tengo muy claras. Mis sentimientos respecto a Lucía es una de esas cosas. —Pero ¿por qué no?
—Porque ya no te quiero, Lucía. Dejé de quererte hace mucho tiempo.
—Pero quizás aprendas a quererme de nuevo.
Niego con la cabeza.
—No estamos hechos el uno para el otro, Lucía, a tu lado yo era peor, era mi peor versión de mí mismo.
—He cambiado, te lo juro. —Vuelve a poner su mano sobre mi muslo y acerca su boca a mi cuello. Cuando habla, su aliento me calienta la piel—. Además, no todo era malo, ¿recuerdas lo buenos que éramos en la cama?
Una nueva oleada de recuerdos me invade. Su cuerpo cálido debajo del mío, sus uñas arañando mi espalda, yo empujando dentro de ella, con violencia, buscando alivio entre sus piernas.
—El sexo solo era el premio de consolación para una relación de mierda.
Su mano sube por mi muslo, sus labios me besan con suavidad el cuello.
—Una consolación muy placentera.
Y antes de que pueda decir nada más, pone su mano encima de mi paquete, sin resultado alguno. Lucía es una chica preciosa, eso es una obviedad, pero nada más sentir sus dedos presionando mi polla encima de la ropa, recuerdo a Kara y el amago de erección se esfuma de un plumazo.
Me levanto del sofá en un movimiento rápido. Lucía me mira con el desconcierto en la mirada.
—Lucía, márchate, por favor. No quiero tener nada contigo. Si quieres ser una madre para Lori me parece muy bien, pero que te quede claro que entre tú y yo no va a pasar nada. No te quiero, ni te querré nunca jamás. Lo que sentí por ti está muerto y no va a resucitar. Además, quiero a otra. —Lo digo sin gritar, porque Lori está durmiendo y no quiero despertarla.
—¿A qué otra? ¿A esa enana culona que no tiene nada de especial? Te ha dejado y no va a volver contigo…
Aprieto la mandíbula con rabia.
—Primero, no vuelvas a insultar a Kara nunca más. Kara no solo es especial, es todo lo que tú nunca podrás llegar a ser. Porque tú eres el agujero negro que absorbe todo a su paso, y ella es la estrella que ilumina a los demás con su luz. Y ahora, por favor, lárgate.
Se levanta del sofá y me mira con resentimiento. Sus ojos centellan. Coge la chaqueta, se la pone y me lanza una última mirada antes de salir por la puerta dando un portazo.

♥ ♥ ♥

—Tío, menudas pintas tienes, ¿cuánto hace que no te afeitas? —me pregunta Álvaro.
Es 23 de diciembre y hemos quedado para hacer juntos las últimas compras navideñas. Por suerte, esta tarde en la oficina nos han dejado salir antes.
Hemos ido a un centro comercial. Yo ya he podido comprar todo lo que quería, pero Álvaro sigue buscando el regalo perfecto.
—¿Se puede saber qué buscas?
—No sé, algo especial.
—¿Para quién? —pregunto suspicaz.
—Para mi hermana —me responde apartando la mirada, algo que me hace soltar una risita de suficiencia.
—Y una mierda, a tu hermana todos los años le regalas un vale de regalo de alguna tienda para que se compre lo que quiera. ¿Estás buscando un regalo para una chica?
Se afloja la corbata y hace un mohín.
—Es posible.
—Espera, espera. —Levanto las manos de forma expresiva—. ¿Me estás diciendo que Álvaro Sáez, el terror de las nenas, quiere comprarle un regalo a un ligue?
Pone los ojos en blanco.
—No es para tanto, es solo que la chica en cuestión me gusta.
—¿Te gusta? —Arqueo las cejas—. Si te estás currando tanto el regalo y ya te la has tirado, estoy convencido de que no solo te gusta.
—Bueno, vale, es posible que me esté pillando por ella, ¿estás contento con mi confesión?
Sonrío y le doy una palmadita en la espalda.
—Aceptarlo es el primer paso, campeón.
—Ojalá no estuviera tan encoñado. Me paso el día pensando en ella, tío, y busco cualquier excusa para llamarla o verla.
—¿Y quién es ella? Si se puede saber…
Mete las manos dentro de los bolsillos del abrigo tres cuartos que lleva abierto y sonríe de forma enigmática, como si estuviera valorando responder o no a mi pregunta. Al final suspira y asiente.
—Es Felicity.
—¿Felicity? ¿Qué Felicity? ¿La amiga de Kara?
Afirma con la cabeza y yo me quedo alucinado.
—Lo sé, y no sé cómo ha pasado. Empezamos solo quedando para follar, pero ahora... Dios, me vuelve loco, tío. Es preciosa, inteligente y divertida. Y en la cama... arde Troya.
No puedo evitar dibujar una sonrisa henchida de orgullo.
—Me alegro, Álvaro. Ya tocaba que sentaras cabeza.
—Tampoco te pases, que me haya pillado de una chica no significa que vaya a casarme con ella.
—Nunca digas nunca… —Sonrío entre dientes.
Hace una mueca y nos paramos delante del escaparate de una tienda de chucherías. Me fijo en los dispensadores de caramelos PEZ en forma de unicornios y se me encoge el estómago al pensar en Kara.
—¿Tú cómo estás? —pregunta Lena, supongo que captando mi tristeza repentina.
—Bien, sobrellevándolo. —Me encojo de hombros y finjo una sonrisa.
—¿Sigues pensando en ella?
—Todos los días de mi vida —confieso.
—Oye, seguro que Felicity me matará cuando se entere de que te he dicho esto, pero creo que debes saberlo. Kara no te contó toda la verdad cuando te dejó. Felicity tampoco me ha querido explicar cuál es esa verdad, pero me dio a entender que Kara no quería dejarte, que se vio forzada a hacerlo.
—¿Forzada? —Frunzo el ceño.
—No pude sonsacarle más información sobre el tema, pero yo en tu lugar, intentaría hablar con ella y descubrir que es lo que esconde. Porque tú la quieres y estoy convencido de que ella siente lo mismo.
Sus palabras se abren paso en mi corazón con fuerza. Llevo días pensando en ello, en que algo de todo este asunto no me encaja, de que hay una parte de toda esta historia que no conozco.
Y con esa verdad azotándome por dentro, tomo una decisión.

Psdt: Te odio (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora