—¿Te importa si quedamos otro día? No me encuentro muy bien, estoy pachucha del estómago —dice Felicity con un tono de voz afectado. Ha llamado hace unos minutos para anular nuestro plan para hoy.
—Jo, qué pena, me apetecía mucho que saliéramos las dos por ahí — admito con un mohín, porque hace un par de semanas que no nos vemos.
—Prometo reservarte el próximo sábado.
—Eso espero, porque últimamente estás de un rancio que parece que no quieras verme.
No nos hemos visto desde la noche en la que salimos a cenar con Lena y Álvaro. Sé que después de que Lena y yo nos fuéramos, ellos dos acabaron en casa de Álvaro entregándose al noble arte del fornicio, pero aún no hemos podido comentar la jugada en persona. Solo sé que disfrutó un montón y que quedó en eso, en sexo de una noche.
—¡No digas chorradas! —exclama tras chasquear la lengua—. Solo he pasado unos días algo ocupada con el trabajo, pero ya sabes que sigues siendo mi persona favorita del mundo mundial.
—Eso espero, porque a estas alturas no creo que sea capaz de encontrar a otra mejor amiga.
—Ya sabes que para mí eres como la hermana que siempre quise tener.
—Si ya tienes una hermana —le recuerdo dejando escapar una risita.
—He dicho la hermana que siempre quise tener, no la que tengo, ya sabes que ella no responde a esa descripción —refunfuña, y me rio, porque Felicity y su hermana no se llevan nada bien. Son como el día y la noche. Si Felicity es dulce, buena y amable, su hermana parece la versión gore de la novia de Chucky.
—Bueno, pues pediré comida china y veré algo en Netflix.
—¿No has quedado con Lena?
—No, hoy Lucía pasa la tarde con ellos, ya sabes, para que Lori y ella empiecen a conocerse.
—¿Te preocupa?
¿El qué? ¿Que el hombre con el que estoy saliendo pase tiempo con la madre de su hija y su primer amor? Nooooo... ¡Qué va! Me congratula la idea. Es más, ya de paso podrían comprarse una casa más grande para vivir los tres juntos como una familia feliz.
Me encantaría decir eso, pero me muerdo la lengua porque no quiero verbalizar las inseguridades y los miedos que llevan días acomodados en mi estómago, desde el día en el que Lucía irrumpió de nuevo en la vida de Lena con el pretexto de retomar su relación con Lori.
Según Lena, las cosas van bien, Lucía parece haber cambiado, y yo vivo con el miedo permanente de que su reencuentro haga despertar de nuevo la chispa que les unió años atrás. Al fin y al cabo, donde hubo fuego quedan cenizas, ¿no?
—Lena te quiere —me recuerda Felicity, sacándome de mi trance.
—Lo sé.
—Deja que pase el tiempo, ya verás cómo las cosas se calman y encontráis la manera de encajar a Lucía en la ecuación.
—Supongo que sí —murmuro.
—Oye, ¿te importa si te dejo? Creo que voy a acostarme un rato. —Vale, cielo, cuídate, —Te quiero, peque.
—Y yo, Felicity, y yo.
♥ ♥ ♥
Como mi plan con Felicity ha quedado anulado, decido que, en vez de quedarme en casa sola y amargada, voy a salir a dar un paseo. Me pongo unos vaqueros y un jersey marinero y me dirijo hacia el centro. Hace un día bonito. Aunque ya estamos en noviembre, no hace frío aún. Compro un sándwich en una cafetería y paseo por Las Ramblas, disfrutando del bullicio que caracteriza Barcelona.
Acabo dejándome seducir por la música de un violinista subido en una pequeña tarima. La melodía me sacude el corazón, cierro los ojos y me dejo transportar por ella…
—¡¡Es Kara!! —grita una vocecita aguda que enseguida reconozco.
Abro los ojos, me giro y veo a Lori correr hacia mí. Mis ojos se abren sorprendidos ante esta aparición repentina y, dándome cuenta de lo que eso significa, desvío mi mirada hasta las dos personas que se encuentran detrás. Siento un dolor sordo en el corazón en el mismo instante en el que los pequeños brazos de Lori me rodean la cintura, porque la mujer que está al lado de Lena es tan imponente que me deja sin aliento.
Tiene una melena color caramelo increíblemente lisa y perfecta, es alta y su cuerpo parece sacado de una de esos catálogos de moda que tanto me gusta mirar pese a ser consciente de que esa ropa nunca me quedará tan bien a mí.
La cara de Lena también es un poema, no esperaba encontrarme aquí, y hacerlo no parece haberle hecho mucha gracia.
—Mira, Kara, Papá tiene otra amiga, se llama Lucía. ¿A qué es guapa, Lucía? Parece una princesa, ¿a qué sí?
No me sorprende que Lori no la llame mamá. Lena ya me dijo que están intentando ir poco a poco, quedando primero como amigos para, si la cosa va bien, contarle la verdad más adelante.
—Es muy guapa —susurro, sintiendo un nudo apretado en la garganta.
Lena sigue sin decir nada unos segundos, sin embargo, enseguida sale de su estupor y se acerca a mí, seguido de Lucía, que me observa con el ceño fruncido y los labios apretados. Intento no pensar en el enorme cráter que me ha salido en la frente y que amenaza en ganar un premio record Guinness por su enorme tamaño.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Lena—. Pensé que habías quedado con Felicity.
—No se encontraba bien y no quería pasarme la tarde del sábado encerrada en casa. No sabía que os encontraría por aquí… —Miro de reojo a Lucía, ella me observa con los brazos cruzados.
—Bueno, lo hemos pensado sobre la marcha, como hace tan buen día… —murmura.
Nos miramos con incomodidad. Me muero de ganas de alargar mi mano y estrechar la suya, pero algo me dice que no es el sitio ni el momento para esta muestra de afecto. La tensión flota entre los tres, incluso Lori está callada, como si notara que algo ocurre.
Lucía se encarga de romper el silencio.
—Deberíamos ir tirando, Lena, despídete de tu amiguita. —No me pasa desapercibida la forma con la que arruga la nariz cuando dice la última palabra, con desprecio.
De cerca, Lucía tiene uno de esos físicos que imponen, no solo porque tenga buen gusto vistiendo y sea atractiva, sino porque puedo oler la arrogancia y el ego desde aquí.
Lena le lanza una mirada asesina, saca un billete de diez euros de su cartera y se lo da a Lori.
—Cariño, ¿por qué no vais Lucía y tú a compraros unos helados? — Señala una caseta unos metros más arriba de donde nos encontramos—. Yo ahora os alcanzo.
—¡¡Vale!! —exclama feliz—. ¡Qué guay! Adiós, Kara.
Mueve su manita hacia mí como despedida, coge la de Lucía y tira de ella para que la siga. Cuando están lo suficientemente lejos de nosotros, el rostro de Lena se relaja.
—¿Cómo estás?
—Como si acabara de verte paseando con tu hija y tu ex como si fuerais una familia feliz. —Noto como los celos me retuercen las entrañas al decir estas palabras.
—Siento que lo hayas tenido que ver, pero ya sabes que no es así. Solo estoy intentando hacer lo correcto para Lori.
—Lo sé, pero eso no lo hace más fácil.
—Recuerda que te quiero.
Eso consigue reconfortarme durante unos segundos, los segundos que tardo en desviar mis ojos hacia Lucía. Es como una jodida barbie, y Lena como un jodido Ken. Por Dios, son la pareja perfecta.
Lena sigue mi mirada, Lori ya tiene su helado y le llama triunfal.
—Tengo que irme.
—Lo sé.
—Entiendes por qué hago todo esto, ¿verdad?
—Lo entiendo. —Intento sonreír.
—Nos vemos mañana, ¿vale?
Afirmo con la cabeza, Lena me aprieta la mano con afecto, me guiña un ojo y se va. Echo de menos un beso, algo que me ayude a aliviar este vacío que ahora mismo se ha instalado en mi pecho.
♥ ♥ ♥
Necesito hablar con alguien. La imagen de Lena, Lucia y Lori paseando juntos como una familia, me persiguen el resto de la tarde, así que decido acercarme al piso de Felicity. Sé que no se encuentra bien, pero ella es la única persona con la que puedo hablar.
Cojo el metro y cuando llego a su edificio el portal está abierto, así que entro y subo las escaleras entre jadeos, maldiciendo que viva en un tercer piso sin ascensor. Cuando llego delante de su puerta, me recuerdo, una vez más, que debería hacer un poco más de ejercicio para mejorar mi patética forma física.
Llamo al timbre y la puerta tarda unos segundos en abrirse, pero no es ella quién lo hace.
—¡¡Ostia puta!! —exclama Álvaro. Solo lleva unos calzoncillos que se ciñen sobre su abultada entrepierna.
Abro la boca intentando decir algo, pero soy incapaz de articular ni una sola palabra.
—Nena, no era el de la pizza —dice Álvaro proyectando su voz hacia el interior.
—¿Entonces quién...? —Felicity aparece en la puerta con una sábana enroscada sobre su pecho y, al verme, se queda sin saber que decir.
—Vaya, pues para estar enferma, te veo muy bien —ironizo.
—Esto no es lo que parece —dice Felicity saliendo de su mutismo.
—Parece que acabas de follarte a Álvaro.
—Ehhhh... Entonces sí, es lo que parece —murmura, y sus mejillas se tiñen de rojo al instante.
La rabia me recorre las venas, le lanzo una mirada llena de inquina y me doy media vuelta, muy digna.
—¡Espera, Kara! —exclama desde la puerta—. No te enfades. Pero ya es demasiado tarde para eso.
♥ ♥ ♥
Me doy a la bebida. Sé que el alcohol no alivia todos los males, pero al menos los suaviza, los envuelve con un tul vaporoso que los hace menos dolorosos.
Llaman al timbre de abajo y abro sin preguntar quién es, porque estoy convencida de que será Felicity. Tengo 30 perdidas suyas y más de 50 mensajes. Abro la puerta de arriba y espero a que llegue. Lo hace con el rostro compungido por el arrepentimiento.
—Mira quién ha venido a verme, la zorra mentirosa.
—Vale, me merezco esa puya.
Pasa por mi lado, cierro la puerta y, al hacerlo, un mareo me sobreviene de golpe. Me sujeto al mueble del recibidor temiendo que vaya a desvanecerme de un momento al otro.
—¿Qué te pasa? —Felicity se acerca a mí y me olfatea, automáticamente arruga el ceño—. Hueles a destilería.
—¿Vas a juzgarme? Porque si vas a hacerlo, quizás deberíamos poner nuestros pecados en una balanza, a ver quién de las dos sale perdiendo.
Da un vistazo al estado de mi casa, ahora mismo hay botellas de vino vacías en el suelo y una botella de tequila abierto encima de la mesa del comedor.
—Madre, mía, Kara, te has bebido hasta el agua de los floreros.
Pasa un brazo por debajo de mi axila y llegamos a trompicones hasta el baño. No sé cómo lo hace, pero me arrastra hasta la ducha y me rocía con un chorro de agua fría.
Pego un grito y empiezo a insultar a Felicity, que acaba igual de mojada que yo. Tras esto, me entra una arcada, y acabo con la cabeza dentro del wáter echándolo todo.
Media hora más tarde, con la ropa cambiada y la cabeza más despejada, me siento en el sofá. Creo que he echado casi todo el alcohol de mi organismo, porque me siento mucho más lúcida que antes.
—¿Quieres que te prepare un café? —pregunta Felicity, que está sentada a mi lado.
—Odio el café —gruño.
—Pero te irá bien para la borrachera.
—Ya no estoy borracha —digo con la boca pastosa y el sabor agrio del vómito en el paladar—. ¿Por qué no me dijiste lo de Álvaro? —suelto a bocajarro.
—¿Todo esto es por lo mío con Álvaro? —pregunta, con la culpabilidad teñida en su rostro.
Medito la respuesta y, tras varios segundos, niego con la cabeza.
—No, aunque me ha jodido bastante. Quería hablar contigo, necesitaba a
mi amiga, y cuando voy a verte descubro que no solo no estás enferma, sino que además te estás tirando a Álvaro después de haberme dicho que no habías vuelto a verle.
La he pillado. Puedo ver el rubor de sus mejillas ascender hasta sus orejas.
—Lo siento, tenía que habértelo dicho, pero no quería... ya sabes, darle más importancia de la que tiene. Solo nos estamos acostando.
—Pero podías habérmelo contado.
—Lo sé, pero Álvaro es amigo de tu novio.
—Lena y yo no somos novios —espeto.
—Os habéis dicho que os queréis, estáis juntos... Técnicamente sois pareja.
En eso tiene razón, pero aún no hemos definido lo que tenemos con ninguna etiqueta. Desde que Lucía volvió a su vida no hemos tenido tiempo de hablar sobre nosotros. Vamos haciendo avances como pareja, pero no hablamos de ello, porque está tan ocupado con los problemas que ahora zarandean su vida que no quiero presionarle con esto.
Pienso en Lucía y un sentimiento oscuro se apodera de mi interior.
—La he visto —digo de sopetón.
Felicity arquea una de sus cejas rubias.
—¿A quién?
—A Lucía...
Me mira sin entender y le explico nuestro encuentro esta tarde. Cuando termino de hablar, Felicity hace un mohín.
—Oh, Kara, por eso has venido a mi casa... Lo siento.
—Es... perfecta. Tendrías que haberla visto: es delgada, alta y muy sexy. Y tiene esa expresión de superioridad que tienen las personas que se creen un escalón por encima de los demás. Y en su caso no solo se lo cree, sino que lo está.
—Pero eso no importa. A Lena le gustas tú.
—Parecían una familia feliz, tan guapos todos, tan perfectos...
—No te obsesiones con eso ahora, Kara, la perfección no existe.
Tiene razón. Intento apartar el pensamiento de la cabeza y decido hacerlo cambiando de tema.
—Dejemos de hablar de mí. Explícame el rollo raro que te llevas con Álvaro…
—No nos llevamos ningún rollo raro, ya te lo he dicho. Solo quedamos para follar.
—Ya, ¿y eso de que abra la puerta en calzoncillos sin ni siquiera mirar por la mirilla? ¿Y si llego a ser tu madre?
—Mamá llama antes de venir y estábamos esperando el repartidor de la pizza, pensábamos que sería él. —Pone los ojos en blanco.
—Entonces… ¿todo bien? —pregunto.
—Sí, no hay nada turbio, te lo prometo, solo es sexo. Y los sentimientos están fuera del juego. Nos entendemos en la cama y sabe lo que se hace, solo eso. —Me guiña un ojo con picardía.
Me sorprende ver lo determinada que está en no pasar la barrera esta vez. Además, parece satisfecha y contenta. Debería alegrarme por ella, pero mi instinto de protección me impide darle mi bendición sin reservas.
—Esta vez no voy a enamorarme, te lo prometo —insiste, y por unos instantes, tengo la sensación de que es un mantra más para sí misma que para mí.
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Psdt: Te odio (Supercorp)
FanfictionAdaptación del libro de Ella Valentine "Posdata: Te odio" Todos los derechos a Ella Valentine y personajes a DC