Maldito Karma

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El lunes por la mañana llego a la oficina con el estómago revuelto. Llevo desde el viernes con ardores, y es que a mí los nervios me atacan por ahí. Todas mis crisis acaban conmigo ingiriendo una cantidad inmensa de antiácidos y protectores estomacales.
Me dirijo hasta mi departamento saludando a todo aquel que me cruzo por mi camino con un escueto saludo, algo raro en mi efusividad habitual. Nada más sentarme en mi sitio noto la mirada de Lena fija en mi persona. Un cosquilleo que me recorre la sien.

Tengo un radar que detecta su mirada a kilómetros de distancia. Estemos donde estemos, solos o acompañados, si él me mira, yo lo noto. Es como un superpoder. Un superpoder de lo más inútil, todo sea dicho.

Levanto la mirada y ahí está Lena, tomándose un café en su ridícula taza decorada con un unicornio mientras evalúa mi atuendo. Hoy llevo unos pantalones ceñidos de color negro y una camisa blanca con un lazado en el cuello. Él, por su parte, viste una camisa estampada con bicicletas diminutas (de todas las que tiene, es la menos llamativa) y unos pantalones chinos azul marino que le hacen muy buen culo (no es que lo diga yo, es un comentario que he oído en la sala de descanso en algún corrillo femenino).

Como siempre, después de nuestra mutua evaluación visual, clavamos los ojos en los ojos del otro. Es una especie de competición que hacemos todas las mañanas. Nos quedamos mirando el uno al otro sin decir nada hasta que uno de los dos aparta la mirada. Quién aguanta hasta el final, gana. Cuando Sergio se acerca a él para preguntarle algo y se ve obligado a desviar sus ojos de los míos, siento una especie de regocijo súbito al saberme vencedora en este juego absurdo al que hace tiempo que él y yo jugamos.

♥ ♥ ♥

La mañana pasa rápido. Tengo mucho trabajo pendiente y, cuando me doy cuenta, ya es la hora del almuerzo. Me zampo un sándwich de jamón y queso sentada en una mesa libre mientras intercambio unos cuantos wasaps con Felicity.

Felicity: ¿Cómo va la misión «Poner celoso a Kate»?
Kara: Pues por ahora, esa misión ni siquiera existe, así que no va. Además, sigo pensando que no es buena idea.
Felicity: ¿Por qué no?
Kara: Si Lena se entera de esto, no podré volver a mirarle a la cara.
Felicity: Y eso sería una pena, con lo bueno que está… Kara: ¡Puaj!
Felicity: No disimules conmigo, Kara, que le he visto en foto y está para hacerle un traje de saliva. Kara: Será a escupitajos.
Felicity: Si te va ese rollo…
Felicity: Además, tiene pinta de tener el ciruelo del tamaño de un martillo percutor.
Kara: ¿¿¿¿???
Kara: ¿Y eso lo sabes mirando su foto o es que ahora eres pitonisa?
Felicity: Soy Pito-nisa jajajajajaja.
Kara: …
Felicity: ¿Lo pillas? Pito-nisa, aquella que es capaz de adivinar el tamaño de un pito gracias a su poder mental.
Kara: …
Felicity: ¿Qué? Ha tenido su gracia.
Kara: Más bien he sentido un poco de vergüencita ajena.
Felicity: Bah, tú que no tienes sentido del humor.
Kara: Será eso.
Felicity: En fin… Hazme caso con lo de Kate. Por probar no pierdes nada.
Kara: Lo pensaré, pero no te prometo nada.


♥ ♥ ♥

Por la tarde, nos apiñamos todos los integrantes del equipo creativo en una sala de reuniones. Tenemos que diseñar un anuncio televisivo que quiere lanzar una aerolínea para Navidad. Vamos un poco ajustados de tiempo, porque acabamos de empezar octubre, así que es urgente. La persona asociada a la cuenta es Kate. Lena y yo nos encargamos de coordinar al equipo creativo para diseñar el proyecto que debemos presentar al cliente.

Nos pasamos la tarde haciendo una lluvia de ideas. Tenemos que elegir la más interesante y hacerle una presentación a Kate antes de finalizar la jornada. Después de un par de horas anotando palabras y conceptos en una pizarra magnética, tenemos lo que necesitamos, así que Lena y yo, en representación al resto, nos dirigimos al despacho de Kate.

Mientras caminamos en silencio uno al lado del otro, no dejo de pensar en lo incómodo que va a ser esto.

Maldito karma.

Ayer estuve tentada de llamar a Kate para explicarle la verdad, pero algo me impidió hacerlo. Las palabras de Felicity aconsejándome sacar partido de esta situación no hacían más que repetirse en mi cabeza como un eco.

Cuando llegamos al despacho de Kate, Lena llama a la puerta con los nudillos y esperamos hasta que nos da permiso para entrar. Una vez dentro nos sentamos en las sillas que hay delante de su escritorio. Su despacho es grande, luminoso y está decorado con mucho gusto. A mí me recuerda al despacho que tiene Don Draper en Mad Men.

—¿Qué me habéis traído?  —pregunta Kate tras un escueto saludo. Se ha sacado la americana y un mechón rebelde se ha escapado de su cuadriculado peinado a un lado de siempre.

Ay, qué mona stá.

Le tiendo un folio con la explicación de la idea que hemos seleccionado para el proyecto y Lena se encarga de explicársela.

—Habíamos pensado que el anuncio gire en torno a varias historias personales de gente que debe desplazarse en avión para regresar a casa y estar con los suyos durante las fechas navideñas. Hoy en día, con la cantidad de jóvenes que se han visto obligados a emigrar para labrarse un futuro, hay muchos casos así.

Durante los siguientes minutos Lena le narra de forma detallada nuestra propuesta. Hay que admitir que se le da muy bien explicar historias. Yo soy menos efectiva, porque me suelo ir por las ramas y al final pierdo el hilo de lo que estoy diciendo, pero Lena es un orador sobresaliente.

No sé qué le estará pareciendo nuestra idea a Kate, porque mira a Lena sin mover un solo músculo de su rostro. Más que estar escuchándole parece estar evaluándolo.

Cuando Lena termina de hablar, Kate entrelaza los dedos de sus manos, tira el cuerpo hacia delante y frunce el ceño.

—Me esperaba algo menos típico.

Lena y yo nos miramos compartiendo nuestro desconcierto.

—¿Menos típico?  —pregunto yo.

—Sí, me ha recordado mucho a Love Actually.

—¿Y qué hay de malo? Love Actually es un clásico de las películas navideñas. Emularlo despertará la empatía de muchos.

—Me gustaría presentar una idea más arriesgada, más innovadora — insiste.

Yo le miro escéptica.

—¿Cómo qué?

—No sé. —Se revuelve en la silla hasta que una idea cruza su mente. Puedo ver el instante exacto en el que pasa porque sus ojos se iluminan —.
Imagina un avión a punto de estrellarse el día de Navidad. Dos niños gritan. Una señora mayor vestida de monja se santigua. Un ejecutivo que tiene miedo a volar tiene un ataque de pánico. Y entonces, aparece Santa Claus con un avión de la aerolínea tirado por renos para salvar la situación.

Parpadeo.

Vuelvo a parpadear.

¿Pero esto va en serio?

A mi lado a Lena se le escapa una risita entre dientes que intenta disimular con un ataque de tos.

—¿Estamos hablando de un anuncio de Navidad o del próximo tráiler para una película de Marvel?  —digo, incapaz de callarme.

—Ha sido un ejemplo —responde molesto —. Lo que quiero decir es que podéis hacerlo mejor. Traedme algo que no esté tan manido —insiste, con cara de pocos amigos.

Se pone a ordenar unos papeles y levanta un momento la mirada para observarme. ¿Qué bicho le habrá picado?

Nos devuelve la hoja con el informe e intento cogerla, a la vez que lo hace Lena. Mi mano queda encima de la suya. Puedo ver como Kate frunce el ceño observando nuestras manos unidas. La piel de Lena es extrañamente cálida, es algo en lo que no había reparado antes. 

Debería apartar la mano, lo sé, pero un impulso incontrolable me lleva a hacer algo inaudito: acariciar sus nudillos con mi pulgar.
El aire se vuelve denso.

La tensión del ambiente se podría cortar con un cuchillo. Un extraño placer me invade por dentro cuando la frente de Kate se arruga y una expresión de irritación invade su cara. Sin embargo, este placer se desvanece en el mismo instante en el que Lena ladea su rostro para mirarme como si acabara de salirme un tercer brazo en la cabeza y le estuviera saludando.

Aparto la mano como si estuviera tocando una superficie que quemase, cojo mis cosas y salgo del despacho con paso firme.

Psdt: Te odio (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora