Contigo

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Ha pasado una semana desde que Lena y yo tuvimos nuestra cita, vuelve a ser viernes y las cosas siguen envueltas en caos, aunque lo que siento por Lena no ha dejado de crecer desde entonces.
Lena y yo estamos en una especie de paréntesis extraño. La noche del viernes ya dijo que no quería agobiarme, que quería darme tiempo para que pudiera pensar lo que sentía, y eso hace que las cosas fluyan con naturalidad entre nosotros.
Eso no significa que no hayamos hablado en toda la semana, al contrario. Desde el lunes, además de nuestras rutinas habituales, como nuestras batallas dialécticas, los cruces de miradas, o que me espere sentado sobre mi mesa con su taza de unicornio, se suman rutinas nuevas que me encantan porque dan un poco de calidez a mis días, y consiste en mensajes recurrentes desde el sistema de chat interno. Ya era algo que hacíamos de forma ocasional antes, pero ahora es casi como una compañía constante. Cada vez que veo la luz azulada parpadeando en la barra de inicio, el estómago me da un vuelco y se me acelera el pulso. Es una tontería, lo sé, solo son palabras, pero siempre consigue arrancarme una sonrisa. Si a eso le sumamos las miradas lobunas que me echa de vez en cuando desde su escritorio… Me siento como dentro de una burbuja.
Total, que hoy es viernes y tengo un día muy estresante. Me toca hacer una presentación para unos clientes importantes.
Cuando llegan las diez en punto, Kate se asoma por la puerta y me indica con un movimiento de mano que los clientes ya han llegado, así que cojo el pendrive donde tengo los archivos, y antes de salir pitando a la sala de reuniones, leo un mensaje que me acaba de aparecer en la pantalla.

Lena: Suerte canija. Lo harás bien.
Kara: Pues estoy nerviosa, son unos clientes muy exigentes.
Lena: Si no los impresionas por tu excelente trabajo, cosa que dudo, lo harás por la forma en la que ese vestido se ciñe a tus curvas. Estás preciosa.
Kara: Semáforo rojo, Lena.
Lena: Semáforo rojo tendría que sacarte yo por llevar un vestido que te quede tan condenadamente bien, tentando al personal.

Levanto la cabeza y me guiña un ojo. Le sonrío y tras devolverle el guiño me dirijo a la sala de reuniones donde solemos quedar con los clientes. Cuando entro, el señor Páez ya está allí junto a un par de personas más que forman parte de la dirección de la empresa. Kate está a su lado. Yo enchufo el USB en un proyector.
La siguiente hora la paso mostrándoles la campaña publicitaria que he diseñado para ellos. Es sobre una multinacional de productos de menaje del hogar que quiere implementarse en el territorio nacional a partir del año que viene.
Cuando termino de hacer mi exposición, los clientes me hacen unas cuantas preguntas que respondo con soltura y, cuando se marchan, Kate me indica que vayamos a su despacho.
—Ha ido bien, ¿no? —digo, intentando parecer segura y alegre, para disipar un poco el aura azulada que nos envuelve desde que he cerrado la puerta.
—Si tú lo dices...
—¿A caso lo dudas?
—No parecían muy convencidos, quizás tenías que haber hecho una propuesta más tradicional.
—¡Pero si la supervisaste tú!
—Lo sé, era una observación dirigida a los dos.
—Pero me has atacado a mí.
—No te he atacado.
—Sí que lo has hecho —insisto.
Me cruzo de brazos y le miro con una ceja levantada. Él clava su mirada distraída en la pantalla del ordenador.
—Kate... —susurro. Kate desplaza la mirada de la pantalla hasta mis ojos interrogándome con un movimiento de cejas—. No podemos seguir así.
—No sé qué quieres decir.
—No hacemos más que discutir y tú y yo no somos así. Nunca hemos discutido, y lo que más me duele es que estás llevando tus problemas personales conmigo al terreno profesional, y ya sabes que me tomo muy en serio mi trabajo.
Suspira profundamente y se cruza de brazos mientras se muerde el labio inferior con los dientes.
—Tienes razón —dice al final, después de lo que parece una eternidad.
—¿Tengo razón?
—Sí, reconozco que estas últimas semanas toda esta nueva situación me ha sobrepasado un poco.
—¿Qué nueva situación?
—Tú, Lena.... —Suelta un suspiro—. Kara, yo, no sé qué me pasa... —Se frota el rostro con una mano y yo frunzo el ceño sin entender lo que quiere decir—. Yo creo que... estoy celoso.
—¿Estás celoso? —repito en forma de pregunta, notando, de repente, la boca seca.
—Sí, no sé qué me pasa cuando te veo con Lena, pero me muero de celos, joder. Es como si alguien me diera una patada en el estómago y me dejara sin aire durante unos segundos.
Se toca el pelo nervioso y clava su mirada en la mía. Yo me quedo sin saber que decir, a estas alturas de la historia no creí que las cosas acabaran desarrollándose de esta manera.
—No hablarás en serio, ¿verdad? —pregunto en un susurro.
—Hablo muy en serio.
—¿Y Raquel?
—Raquel, buena pregunta. —Se vuelve a pasar la mano por el pelo con un gesto nervioso—. Digamos que no estamos pasando por nuestro mejor momento. Le expliqué lo que me pasaba contigo y me dijo que no quería volver a verme hasta que me aclarara. Cree que no la quiero, que siento algo por ti, y yo no sé qué pensar.
Se levanta de la silla, rodea la mesa y se sienta en ella frente a mí. Yo me he quedado en el sitio con la garganta seca y la confusión martilleándome el cráneo.
—Es una locura —susurro.
—Lo sé, pero no puedo evitar molestarme cada vez que te veo corretear junto a Lena por el pasillo, o cuando veo la forma en la que os miráis como si fuerais lo único que existe en este mundo para el otro...
—Kate...
—No, déjame acabar —dice, levantando una mano para hacerme callar—. Yo estoy hecho un lío, Kara, y necesito entender de una vez lo que me pasa. No sé porque tengo celos de Lena, pero no puedo evitar sentir lo que siento. —Traga saliva—. El otro día cuando os marchasteis de mi casa me asomé por el balcón y os vi besándoos en la acera y sentí una enorme sensación de pérdida. ¿Alguna vez has tenido alguna taza que usabas a diario sin que tuviera nada especial? Una taza normalita, que no tiene nada que la haga destacar, pero con la que el café te sabe mejor, porque es ella. No le das importancia porque es una taza que siempre está ahí, alegrándote las mañanas. Pero un día, otro coge esa taza y se la queda, y te das cuenta de que, aunque haya otras tazas maravillosas, a ti la que te gustaba era esa. Lo que siento es justo esa sensación de pérdida.
Me mira a los ojos y siento como el corazón bombea con mucha fuerza en mi interior. Estoy aturdida, porque su confesión ha sido tan sorprendente e inesperada que me deja fuera de combate. Por eso, cuando sus dedos me rozan la barbilla y su rostro se acerca a mí, me quedo inmóvil. No soy consciente de lo que está haciendo hasta que sus labios rozan los míos. Cierra los ojos y yo cierro los míos, pero algo dentro de mi interior me dice que esto está mal. Kate empieza a mover sus labios, entreabre mi boca y su lengua roza la mía. Frunzo el ceño y me doy cuenta al instante de que no siento nada, de que este beso no está despertando ninguna sensación dentro de mí. Es como estar besando un póster pegado en una pared.
Justo entonces, la puerta se abre. Kate y yo separamos nuestros labios presos del pánico, giramos nuestros rostros hacia la puerta abierta y el alma se me cae a los pies cuando veo que se trata de Lena. Lena que nos mira con el dolor y la traición brillando en sus ojos castaños. Me levanto de un salto de la silla y Kate se pone derecho.
—Lo siento, no quería molestar. Volveré luego.
—¡Lena! —exclamo, pero ha cerrado la puerta tan fuerte que mi grito se extingue con ese sonido— ¡Mierda! —suelto, pasándome una mano por la cara.
—Déjalo, Kara —susurra Kate, con la voz tomada.
—No, Kate, no. Mira, todo esto es un error, un gran error. —Y no sé porque me entra la risa histérica, esa clase de risa que me suele sobrevenir en situaciones abrumadoras—. Kate, ¿quieres que te cuente la verdad de lo mío con Lena? Pues la verdad es que al inicio lo nuestro empezó siendo una farsa.
Frunce el ceño y se pasa una mano por la barbilla.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que al principio no había nada entre Lena y yo, al menos por mi parte. Llevaba más de dos años coladita por ti. La noche que quedamos en tu casa estaba convencida que te me ibas a declarar, pero entonces me hablaste de Raquel y tú diste por hecho que estaba enamorada de Lena y yo no fui capaz de desmentirlo, así que le pedí que me ayudara a fingir que estábamos liados.
—¿Por qué?
—Para que te pusieras celoso.
Puedo ver la ira centellear en sus ojos.
—Entonces, ¿lo tuyo con Lena no es verdad? ¿No estáis juntos?
—No lo era... al principio, pero ahora...Kate, ahora creo que sí lo es. Yo… estoy enamorada de Lena.
La verdad me golpea con fuerza, porque no he sabido que era así hasta que Kate me ha besado y he podido comprobar que lo que siento por él no se parece en nada a lo que siento con Lena.
Kate se gira hacia la estantería y me da la espalda. Puedo sentir su enfado desde aquí. Cuando se vuelve a girar advierto la forma en la que los músculos de su rostro se han tensado.
—¿Me manipulaste?
—Yo solo quería que te dieras cuenta de que existía.
—¡Te comportaste como una niñata inmadura, joder! ¿Por qué no me explicaste lo que sentías desde el principio? ¿Por qué tuviste que convertir esto en un juego?
—Oh, venga, solo te has dado cuenta de que existo porque otro se ha fijado en mí. Llevaba dos años bailándote el agua, tenías que intuir lo que sentía.
—Éramos amigos.
—Me has comparado con una taza de tu propiedad —digo, un poco indignada cuando reflexiono sobre ese comentario desafortunado—. Una taza que, según tú, no tiene nada de especial.
—Era una metáfora.
—No sientes nada por mí, Kate, solo has visto amenazado algo que creías que era tuyo y no te ha gustado.
—No puedes saber lo que siento o lo que no siento por ti —gruñe.
—¿Acaso el beso que nos hemos dado te ha hecho suspirar de amor?
Me mira enfadado, pero no responde, porque sabe que tengo razón. Ha sido un beso mecánico, un beso sin corazón, y estoy segura de que a él le ha pasado lo mismo, por mucho que ahora no quiera admitirlo en viva voz.
—Kate... —susurro—. Amas a Raquel, estás confundido porque pensabas que te estaban robando a tu amiga, pero nadie me ha robado, sigo aquí y podemos seguir siendo amigos, como antes.
Él sigue sin decir nada y yo cojo mis cosas y salgo del despacho con la necesidad de ver a Lena para aclarar las cosas.
Voy hasta nuestro departamento y me dirijo a la mesa de Lena que, cuando apoyo las manos sobre su mesa, me ignora.
—Necesito hablar contigo.
—Estoy acabando una cosa, no tengo tiempo.
—Tenemos que aclarar un asunto —insisto.
Levanta la mirada de la pantalla y me mira con esa serenidad fría con la que se escuda cuando se enfada.
—Ahora no puedo. Estoy ocupado.
Suelto un gruñido indignada, me doy media vuelta y me siento en mi sitio. Decido aporrear las teclas del teclado escribiéndole en el chat.

Kara: ¡¡¡Eres un imbécil, Lena!!! ¿Ni siquiera me vas a dar una oportunidad para explicarme?

En el chat aparece la señal de que el mensaje ha sido leído. Al no llegarme una respuesta, mi enfado se incrementa.

Kara: ¿En serio me vas a dejar el visto?
Kara: ¡¡Lena!!
Kara: AGHHHH
Kara: Vete a la mierda.

Cierro el chat sintiendo como la bilis me inunda la boca. Menudo día de mierda, de verdad, que ganas tengo de que sean las seis para largarme a casa.

♥ ♥ ♥

A la hora de comer cojo mi tupper y me voy a la sala de descanso. Lena llega poco después y se sienta en otra mesa, justo al lado de Olivia de Personal, a la que hace ojitos. Los celos me comen por dentro cuando Olivia alarga la mano para quitarle de la solapa de su preciosa camisa con ositos una pelusa inexistente. ¡Lagarta!
Acaba de comer, se levanta, pasa por mi lado, y yo salgo corriendo detrás suyo. Cuando le veo pasar cerca del cuartillo de la limpieza, miro a lado y lado, comprobando que no hay moros en la costa, le cojo del codo, abro la puerta y le empujo dentro, conmigo detrás.
—¡¿Estás loca?! —exclama levantando las manos para dar énfasis a su cabreo.
Las sombras nos rodean, la única claridad es la que se cuela desde las rendijas de arriba y abajo de la puerta.
—Tienes que dejar de hacer estas cosas, Kara, algún día nos pillarán y nos costará mucho explicar qué coño hacemos aquí dentro, ¿lo sabes...?
No le dejo acabar de hablar, aprieto su cuerpo contra las estanterías, paso mis brazos por su cuello y lo atraigo hacia mí. Nuestros labios chocan y él se separa para mirarme ceñudo.
—Pero ¿qué haces?
—¡Cállate! —digo mientras le doy otro beso.
—¿Se puede saber a qué viene esto?
—A que eres un capullo al que odio con la misma proporción que deseo. —Me mira sin entender—. Lo que has visto antes no es más que la constatación de que no siento nada por Kate, Lena. Me he dado cuenta de que es contigo con quién quiero estar.
Se queda en silencio unos segundos. Sus ojos brillan con intensidad y me mira como si no se acabara de creer lo que acabo de decir.
—He visto como os besabais —dice receloso.
—No, has visto como él me besaba —puntualizo—. Y no ha significado nada, solo ha servido para darme cuenta de que no siento por Kate lo que creía que sentía.
—¿Y por qué te ha besado?
—Porque mi plan perfecto ha funcionado excepto por un pequeño detalle. —Arrugo la nariz—. Me he enamorado de ti.
—Entonces... —Aunque no hay mucha luz le veo tragar saliva con dificultad—. Eso significa que... —No acaba la frase, veo como alza una ceja interrogándome con ella.
—Eso significa que... si quieres... podríamos repetir lo de la otra noche.
Pero, a poder ser, con final feliz.
Mi comentario le hace reír y yo aprovecho para robarle otro beso.
—¿Cuándo? —pregunta con el hambre en la mirada.
—¿Esta noche?
Se ríe divertido.
—Tengo que buscar a alguien para que se quede con Lori. ¿Mañana?
—Mañana
Sigue con la espalda contra las estanterías y mi cuerpo pegado al suyo. Una mano baja lentamente por mi espalda y se queda en mi culo, que acaricia con lascivia.
Su otra mano se apoya en mi nuca y tira de ella haciendo que nuestros labios vuelvan a chocar. Esta vez es algo más que un choque de labios, abrimos la boca y nuestras lenguas se enredan. Su mano se cuela por debajo de la falda del vestido y estruja mi glúteo empujándome hacia él, hasta que nuestros sexos se rozan por encima de la ropa y noto lo duro que está. Suelto un gemido y me restriego contra él, que deja de besarme para morderme la oreja y ponerme a cien.
—Deberíamos parar —susurra haciéndome estremecer.
—¿Y si no quiero que paremos?
—No vamos a echar el primer polvo aquí metidos —murmura mientras su mano se cuela de nuevo por debajo de la falda y tienta mis braguitas, haciéndome soltar un nuevo gemido.
—¿Por qué no?
—Porque la primera vez que hagamos el amor quiero hacértelo despacio, disfrutando del momento al máximo sin tener que preocuparme de que alguien abra la puerta y nos pille. —Quita su mano de debajo de mi falda y me da un cachete en el trasero lanzándome una mirada llena de deseo—. Mañana, en mi casa.
Y tras un último beso, salimos del cuartillo y regresamos a nuestros puestos de trabajo. Aunque dudo que pueda concentrarme en nada con lo tontorrona que me ha dejado… 








Si ven errores o palabras que tenga que cambiar, me avisan:(

Psdt: Te odio (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora