Capitulo 3: "Despertaste"

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El corazón le latía tan fuerte que podría escucharse a kilómetros de distancia, todo a su alrededo se volvió un caos en tan poco tiempo que lo obligó a pelear sin saber el motivo

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El corazón le latía tan fuerte que podría escucharse a kilómetros de distancia, todo a su alrededo se volvió un caos en tan poco tiempo que lo obligó a pelear sin saber el motivo.

Aquellos eran los hombres del ejército comandado por el rey Naím, dentro del templo se habían escuchado rumores sobre la devastación que su ejército estaba trayéndole al mundo pero los dioses prohibieron a los guardianes interceder en problemas humanos.

Han pensó que había sido un error obedecer las órdenes de Yannick desde que el ejército entró por la fuerza al templo. Debieron interrumpir y terminar con eso antes, enfrentarse al castigo de los dioses habría sido mejor que correr el riesgo de que Naím tomara la corona.

Dejo de pelear, todo parecía lejano de repente cuando el mundo se detuvo ante él, su arrepentimiento y culpa llegaron a azotarlo como una ráfaga que casi lo derrumba al ver como Minho se desvanecía a su lado con una flecha clavada en el pecho. Su hermano, su sangre, su compañero, estaba inerte en el suelo derribado por los mismos a los que salvo de la muerte y el hambre; ahora estaba más que claro, los habían traicionado.

Aún con el corazón roto y las lagrimas empapando sus mejillas siguió abatiendo con su espada de plata a cada ser que intentara entrar en el templo. Había derribado solo a dos soldados de Irune, cuando a su lado una flecha corto de manera asesina el aire. Él sabia lo que significaba desde el momento que noto quien portaba el arco; el rey Naím lo bajaba lentamente después de que la flecha que disparo dio en el blanco. Frente a él estaba Hyunjin con una flecha clavada en el corazón, mirando con decepción a aquel rey que les prometió gobernar justamente, hasta que cayó al suelo, muerto.

Han miraba incrédulo mientras el dolor en el pecho le impedía respirar, no él, no su gran amigo y confidente, otro de sus hermanos moría ante sus ojos y el no podía hacer nada. Las armas que los dioses les forjaron no estaban destinadas a asesinar humanos, los cortes que provocaban las espadas de plata solo inyectaban una sustancia en su sistema que limitaba la capacidad de movimiento por unas cuantas horas. Han veía como las personas que más amaba caían a manos de seres tan despreciables y él no podría arrebatar vidas para vengarlos.

Con coraje y con toda la fuerza sobrehumana que se le otorgó arremetió contra el ejército para mantener resguardada la corona, Minho y Hyunjin dieron la vida por ella y no podían permitir que cayera en manos de alguien tan desalmado como Naím, decidió que mantenerla a salvo era la mejor manera de honrarlos.

Uno a uno vio como seis de sus hermanos caían asesinados siempre por el mismo arco y el mismo tirador, sabía que ya no tenían esperanzas de mantener el templo a salvo. Felix y él eran ahora los últimos guardianes que quedaban vivos.

Ambos corrieron al Gran Salón de Eda y tomaron la corona, la puerta estaba siendo forzada por el ejército y en un intento desesperado Felix arrojó a Han y la Corona de Plata por el balcón hacia el mar. Una sonrisa fue lo último que vio de Felix antes de que una flecha le atravesara el pecho.

CORONA DE PLATA ❅ Han JisungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora