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Oigo a lo lejos la melodía del despertador de mi móvil... ¡Ay! No, aún no, por favor.
"It's time to get Up in the morning... In the morning..."
Antes de que acaben de cantar estiro el brazo y lo apago. Luego enciendo la luz, me levanto y enciendo la radio. Vuelvo a la cama y al girarme miro mi horario de Lunes. Suspiro. Que pesadilla son mis lunes, una tortura eterna, casi no paso por mi casa y mucho menos veo a mi abuelita...
Corro a la ducha, a por mi desayuno, hago la cama y cojo una de mis sudaderas; una camiseta, jean y converse. Me echo lo mínimo de maquillaje- miro la hora- ¡Mierda! Llego tarde. Me recojo el pelo de cualquier manera y salgo corriendo.
  —¡Bendición, abuela!
—¡Dios te bendiga! — dice con la voz alegre que tiene solo para mí.
Me pongo los cascos y camino rápido. No voy a llegar, todas las mañanas lo mismo. Mendo whatsapps a mis niñas dándoles los buenos días y pidiendo que me guarden un sitio cerca, que como siempre, no llego.
Por fin estoy en la puerta del instituto. Si no fuera un instituto seria una discoteca genial, es algo que siempre he pensado, y la entrada es preciosa; flores y el nombre del colegio en grande.
Cuando voy entrando, apurada con los libros en los brazos, choco con tres chicos de un año más. Me pongo nerviosa pero tengo que parecer tranquila, he aprendido con los años que no puedo enseñar nervios delante de nadie. Ellos se agachan y me ayudan a recogerlos, no les miro a ninguno, solo las manos mientras recogemos. Me levanto y sin parar de andar suelto un falso y sonriente:
  —Gracias.
Me voy casi corriendo a clase. Toco en la puerta y pongo la cara más bonita inocente. Menos mal que a primera tenemos inglés con el bueno de Don Manuel y me adora aunque prácticamente no haga nada en clase.
Me deja entrar sin problema, ni puntualidad ni nada. Me encanta este profesor.
Voy corriendo a sentarme junto a Daiana y veo su cara de "vaya horas..." Yo le saco la lengua abro el libro. Ahora que estoy más tranquila, no sé por qué, se me vienen a la cabeza los chicos del pasillo... Y también mi abuelita, hoy tenía que ir al hospital... ¡Mierda! Ya estoy pensando en eso, ¡joder! Cabecita deja de pensar en chicos y en la abu, centrate. Necesitamos que esto salga bien.
Suspiro y miro hacia el encerado. Lo que dice ya lo sé, y ahora no se va de mi cabeza mi abuela. Pero por otro lado no quiero estar preocupada...
  — Oye, este fin de semana salimos, ¿no?
  —Por favor. Bueno, espero no tener que trabajar, ya sabes que si me cambian el turno no voy a decir que no.
  —Lo sé, lo sé. El dinero hace falta.
  —No lo digas con ese ton...
  —¿Algo que decir sobre esto, señoritas?
Daiana le mira y sonriendo niega con la cabeza.
Nos centramos en el libro y las actividades que hay que hacer. Pero enseguida me doy cuenta de que este no es mi libro, ni siquiera es de mi curso. Miro la primera página para saber si pone algún nombre y ahí está, es de un tal Jai Brooks. Será alguno de esos chicos, pero yo no vi que se cayeran libros por su parte. Madre mía, ahora para encontrarlo será un lío, este instituto es enorme.
Bueno, lo dejaré en dirección. Malo será que no lo reclame y me devuelva mi libro.
Acabamos las tres primeras horas, en realidad se me han pasado rápido.
Voy sonriente, enganchada del brazo de mi rubia favorita, y a nuestro lado nuestra otra mejor amiga Erika. Somos tan distintas físicamente... Daiana tan muñeca, tan guapa y simpática; Erika es alta, con unos ojos enormes y castaños, y tan borde y diva —pero es diva para el resto, nosotras la conocemos y sabemos que es como un gatito con máscara de león — luego estoy yo, bajita, regordeta, bueno, en realidad no estoy tan gorda, pero soy bastante curvilínea y estoy orgullosa de mis curvas, siempre y cuando lleve ropa que me haga parecer más delgada. Soy una falsa, hay días que me amo y otros en los que odio cada parte de mi cuerpo.
También hay algo que me diferencia de mis dos amigas, y se nota, igual es cosa mía pero creo que lo notan todos. Soy la única negra, bueno negra... Morena, trigueña, café con leche, llamadlo como queráis. Soy negra. Y todo esto debería intimidarme ya que este instituto es un noventa y cinco por ciento de gente blanca, pero para nada, ellas dos hacen que las vea no vea que son guapísimas sino que están tan locas como yo. Las adoro y adoro nuestra relación. Hemos construido años de amistad basándonos en "si te molesta, dilo". Nos han llevado varias peleas y enfados, pero en cinco minutos se han acabado la mayoría.
  —Dos más tres son cinco, cinco y dos son siete, siete son los polvos que tiene ese jefe
Empieza a cantar Daiana al ritmo de la canción de la tabla. Y yo empiezo a reírme. Lo que decía, somos idiotas.
  —¿Jefe? ¡Ni de broma! Ese— señala Erika a otro chico— ese es el que tiene...
  —¡El culo y los ojos que a mi me convienen!
Gritamos a la vez mi parte.
Me encanta venir a clase por ellas. Porque en este lugar no existen mis problemas personales, no existe lo que siento en casa. Aquí solo me debo preocupar por exámenes, porque no me miren las tetas, tonterías de 17 años y chicos monos. Aunque no es que me hagan mucho caso, pero por las noches y de fiesta todos los gatos son pardos.
Nos miran raro, después de todo, somos de todo menos las más queridas en este sitio y nos da igual. Después de un tiempo aprendes que lo que diga la gente de tu da lo mismo y lo que realmente importa es lo que pienses tú, de ti y de tu vida.
Nos metemos en la cafetería, nos separamos para entrar en el tumulto de gente y comprar uno de los menús rápido, a veces no da tiempo a acabar de comer porque está lleno de gente.
Sonrío y convierto esto en un juego. Meto codo y finjo una disculpa. Me meto hasta donde puedo y quedo detrás de un chico que por supuesto supera mi metro sesenta. Me cruzo de brazos y espero intentando no parecer nerviosa. Odio quedarme sola, parezco segura, decidida y echada para adelante pero en realidad me da vergüenza todo. Parezco bipolar. Meto mis manos dentro de las mangas de la sudadera y las junto en mi barriga. Soy una paranoica. Me pongo tan nerviosa al estar sola entre tantas personas y sobretodo chicos, que me da la impresión de que todos me miran mal. Si estuviera con las chicas me daría igual pero es que es tan raro...
Por fin me toca y pido el menú con fruta fresca y un sándwich que está muy rico, pero prefiero no saber de que está hecho.
Salgo con todo en alto para que no me lo tiren y busco la mesa en la que solemos estar; como no, ellas ya están ahí, Daiana con sus bolsas de comida de basura y la pizza y Erika con su enorme bocadillo de pavo y queso. Me apresuro a llegar a la mesa y me siento a enguillir como un pato mis trozos de mango y fresa.
  —Daphne, hemos visto a uno de los mayores que tiene una sonrisa de vicio.
  —¿Ah sí? ¿Dónde está? —Miro al rededor
  —Pues hace nada estaba por aquí cerca...
Me contesta Erika con la boca llena.
  —Erika, que asco.—Daiana me mira— es tu tipo, y parece listo
  —Da igual—sigo comiendo— sabéis que no quiero nada con nadie, prefiero besar a los idiotas a volver a enamorarme, además
—"No soy la chica de la que se enamoran".
Dicen al unisono las dos haciéndome la burla. Yo las miro mal y sigo comiendo.
  —Es que hija, eres más negativa. Y si no te cerraras tanto a los chicos...
  —Porque hemos hablado con Alejo y dice que serías una novia genial.
  —Uno: no quiero novios, estoy bien sola. Dos:Alejo es mi amigo, que esperáis que diga y tres: hablan doña "Los hombres son unos insensibles idiotas" y "Aún no estoy preparada para estar en serio, soy demasiada mujer para los niñatos del instituto".
Nos empezamos a reír las tres.
  —Erika, eres una idiota. ¿Qué esperas a un veterano?
  —¿Y tú qué? Esperando al príncipe azul.
  —Vamonos a clase, estúpidas.— digo riendome.
Suena el tiembre y aún me queda el trabajo esta tarde.

SOBER. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora