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Me dejo caer sobre la silla de mi mesa después de todo el día de un lado a otro. Paseo la vista por la superficie de la mesa y la dejo fija sobre la foto que tengo de Daphne. La que le saqué mientras se reía cuando hice que se callera sobre un montón de hojas.

Me quedo observando la foto como si fuese la primera vez que la veo. No entiendo como... Como ningún otro la ha conseguido, como la tengo yo, tan mía, tan suya. Dudo que sea consciente de lo que me provoca, ni mucho menos lo dulce que es.

Estoy casi embobado observando las pequeñas arrugas junto a sus ojos y el brillo de inocencia que tiene cuando se ríe mientras se tapa la boca con las dos manos.  Joder... Estoy enamorado.

Salgo del trabajo después de despedirme de mis compañeros. Mientras llego al metro veo una floristería, sé que odia las flores; dice que son más bonitas en la naturaleza, que arrancarlas es una crueldad porque van a morirse. Pero también sé que le gusta que la moleste y la sorprenda, así que después de comprar una rosa me acerco a una tienda de ropa y le compro un pantalón que le encantó la semana pasada y no podíamos comprar.

Llego a casa y no oigo más que la televisión y todo oscuro. Puedo ver su figura en el sofá, sonrío instantáneamente.

Me acerca a ella y la despierto dándole besitos por la cara. Ella arruga la nariz y se pone el pelo sobre la cara.

  — Mmm... Déjame, estoy cansada.—Me dice con la voz más ronca y mimosa.
  — Mmm... Sólo hazme un poquito de caso— La imitó sonriendo — te compré un regalito.

Se gira y me mira sonriendo. Es más niña de lo que cree. Me hace sonreír a mí también.

  — ¿Regalito?
  — Regalito.

Le doy sólo la rosa y pongo la mejor cara de ilusionado que tengo. Ella la mira y le sale la peor de sus sonrisas pero simulo no darme cuenta.

  — Muchas gracias mi amor...—Sigue sonriendo.
  — ¿Crees que no te escucho?— Empiezo a reirme y ella me mira raro — Ya sé que no te gustan las flores, pero por ver como me mientes te compro miles.
  — Eres más tonto...—Vuelve a acomodarse para dormir.— déjame en paz, que tuve un día horrible.
  — Tu regalo es esto—Se lo doy — sé que lo querías.

Empieza a abrirlo sin ganas y cuando lo tiene se me lanza encima a abrazarme y a darme besos.

  — No deberías gastarte el dinero en estas cosas bobo.—Sin soltarme.
  — ¿Entonces me tomo esto como que ahora sí vas a hacerme caso? ¿Por qué has tenido un mal día?
  — Nada, sólo estoy muy cansada. Se me hizo eterno el día y tenía unas ganas anormales de verte...

Me mira poniendo morritos y me roba un pico. De repente me abraza con fuerza, demasiada, está rara. Hay algo que no quiere contarme.

  — Daphne, ¿pasa algo?
  — No, mi amor. Sólo me hace falta un poco de tranquilidad contigo...
  — No te creo ni media palabra, pero bueno, cuando quieras me dices qué te pasa.

Me quito la ropa que me sobra y me siento en el sofá, ella se me mete en los brazos y pongo el Late late night show. En este país sí que me molesta no poder ver todos los canales a la vez, hay mil cosas buenas que ver.

Daphne me hace el enorme favor de traerme la comida china que había encargado para cenar y entre risas y carcajadas acabo de cenar. Me acuesto sobre el sofá y ella se po e sobre mí a horcajadas, se agacha un poco y comienza a darme besos por el cuello mientras miro la televisión.

  — Siempre intenté alejarme de ti... La conciencia me gritaba; peligro, cuidado... Utiliza la razón. Pero ya era demasiado tarde—Sigue besansome— el corazón me gritaba déjalo que pase, puede que esta vez no sea malo. Y menos mal que ya me había vuelto loca por ti.
  — ¿Te arrepientes?
  — Eres lo mejor que me ha pasado Jai, nunca me arrepentiré de estar profundamente enamorada de ti.

SOBER. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora