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Hemos pasado el primer mes con una suerte asombrosa. Jai y yo hemos encontrado un estudio en la zona más profunda de Brooklyn, es un barrio más o menos peligroso, pero la gente es agradable.

Odio estar sola de noche por aquí, y Jai no aguanta la idea, así que sino es por algo extremadamente urgente, hacemos toque de queda desde las ocho de la tarde que es más o menos cuanto se cena aquí.

Le miro dormir y parece tan relajado, tan tranquilo... Con una paz que no tendríamos si siguiéramos en Europa.

Mis sentimientos hacia él se han intensificado, la tranquilidad que me proporciona es asombrosa, la seguridad y la confianza que me da. Nunca en mi vida habría soñado con algo como esto.

Mi mano viaja aventurera hasta su mejilla ligeramente hinchada por la almohada y se la acaricio con delicadeza para no despertarle.

Uno de los amigos de su amigo Daniel ha visto su trabajo como dibujante y le ha colocado en una editorial como diseñador gráfico de las portadas de los libros, la suerte que hemos tenido en este país es casi milagrosa. Puede que todo el sufrimiento que hemos tenido que pagar para llegar hasta aquí haya valido la pena y por primera vez en mucho la suerte esté de nuestra parte.

De pronto, en medio de mis pensamientos veo como abre los ojos despacio y agarra mi mano con fuerza y la pega a su mejilla sin dejar de sonreír.

  — Buenos días, bebé. —Le digo sin moverme ni dejar de mirar esos ojos preciosos que tiene.
  — Buenos días, mi reina.

Sonrío por el apodo que ha decido ponerme de un tiempo para acá.

  — Tendrás que explicarme de dónde sale ese mote, eh.
  — No te gusta que te llame princesa y además, a las princesas hay que rescatarlas y tú eres toda una guerrera.—Sonríe.
  — Has tenido que rescatarme siempre.
  — Pero muchas no habrían aguantado eso... Bueno, da igual, ¿por qué no me has traído el desayuno, mujer?

Levanto una ceja mirándole con Cara de desaprobación.

  — Eres un hombre independiente y bastante fuerte. Traeme el desayuno tú a mí.
  — Y tú eres mi novia, y adoro cuando te esfuerzas y me haces un desayuno estadounidense.

Sonríe poniendo cara de niño bueno y yo suspiro.

  — Mañana lo haces tú.

Bajo a hacerle el desayuno y empiezo con unos huevos, zumo de naranja, salchichas tostadas... Yo aún no me acostumbro a desayunar tanto pero él come como si no hubiese fin.

Al acabar subo, le dejo la bandeja del desayuno sobre las piernas y le robo algún que otro cacho de bacón. Le sonrío y sigo comiendo sin hacer mucho caso.

Jai me deja algo sobre el regazo y al mirar es una cajita de una joyería. Le miro extrañada y veo su sonrisa de míralo.

  — ¡Dios ábrelo de una vez!— Me dice nervioso.
  — Vale vale...

Sonriendo abro la pequeña caja roja de terciopelo y en su interior cubierto de una fina tela de seda veo un hermoso anillo de plata con un brillante pequeño en medio. El corazón se me sube a la garganta y no quiero hacerme ilusiones así que me limito a sonreír y a mirar a mi novio.

  — ¿Y bien?—Me sonríe con un brillo extraño en los ojos.
  — ¿Y bien qué? —Me hago la tonta, dudo que sea lo que pienso— ¿Qué significa esto?
  — Daphne... —Se da una palmada en la cara— que si quieres casarte conmigo, Daphne Alicceti... Que te amo, que nunca en mi vida nadie me hizo sentir como tú, que nadie hace que el corazón me vaya a mil cada vez que se acercas y que aparte de ser el amor de mi vida eres mi mejor amiga, lo sabes todo, conoces todas mis mierdas y sigues aquí, conmigo...

SOBER. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora