Capítulo 9. Te quiero.

424 75 19
                                    




«Te quiero»

Salí de mis pensamientos cuando llamaron a la puerta y me puse de pie para abrirle a Elias

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Salí de mis pensamientos cuando llamaron a la puerta y me puse de pie para abrirle a Elias. El rubio entró a mi habitación y me saludó con un beso en la boca antes de que yo volviera a cerrar, esa vez con seguro.

    —Linda pijama —comentó, observándome de pies a cabeza. No supe si fue sarcasmo, porque a esas alturas le tenía tanta confianza a Elias que no me había preocupado por elegir ropa sexy para dormir. Solo me había puesto un short holgado junto con una camisa de tirantes.

    —¿Lo dices en serio? —me burlé.

    —Sabes que tus piernas son mi debilidad y con ese pequeño short están completamente descubiertas. Estás linda.

El halago me causó una sensación cálida y agradable, así que me puse de puntitas para alcanzar sus labios con un beso tranquilo pero más largo. Él esbozó una sonrisa en contra de mi boca.

    —¿Se puede saber por qué tengo que tocar a tu puerta en lugar de solo aparecer?

    —Papá puso un escudo en mi habitación —revelé, separándome de él—. No hubieras podido aparecer aunque quisieras.

Elias arrugó la frente.

    —¿Puso el escudo por mí?

    —Claro que no, bobo.

    —¿Entonces?

    —Es una larga historia —dije recorriendo la habitación con mis ojos, como si quisiera asegurarme de que estábamos solos.

Aunque mi cuarto no era tan amplio como el de mis padres, seguía siendo grande y espacioso. Me encantaba el tapiz de flores que cubría las cuatro paredes a mi alrededor, además del tono rosa pastel que combinaba con los muebles chocolate de madera de roble. Había una alfombra beige al pie de la cama y cortinas a juego que en ese momento se encontraban cerradas. La cama estaba ubicada al centro y más allá, al pie de la ventana, descansaba el enorme diván de color rosa palo y marfil.

Para rematar, había gerberas en todos los rincones, simplemente porque me encantaban y sentía que le añadían mucho color a la habitación. Que le daban vida.

Cuando me aseguré que no existía ningún otro rastro de plumas doradas volví a Elias, quien se había quedado callado, tan solo observándome con atención.

    —¿Estás bien? —quiso saber.

    —Sí —me obligué a sonreír—. Me alegra que estés aquí.

Él me miró con cariño.

    —Si me invitaste esta noche, ¿asumo que tu ciclo ya terminó?

    —Sí, ayer —asentí y me acerqué al buró posicionado junto a la cama. Abrí el cajón para poder tomar nuestras pastillas anticonceptivas y ofrecerle la suya. Después, me tomé la mía.

Féryco 2. Estrella Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora