«Capítulo 38. Estrellas de diamantes»Las lecciones de espada no tardaron en convertirse en una de mis favoritas. Yo ya estaba adiestrada para los combates y eso me fue de mucha ayuda, pero esa semana Caelum me enseñó a maniobrar con mi brillante espada de plata de una manera letal.
Me sorprendió lo hábil que resultó ser con la suya. Esos últimos meses había olvidado que mi ángel, además de ser pasional y tierno, también era todo un guerrero, puesto que llevaba ya tiempo sin verlo con su armadura de oro y su rostro fiero.
Su espada también era digna de apreciar; la misma forma en cruz predominaba, pero la empuñadura era negra con gemas azules y la hoja de acero gris. Esa espada no me daba tregua, arremetía contra mí una y otra vez.
Entrenábamos afuera para tener el espacio suficiente, junto al manantial y bajo la sombra de unas cuantas palmeras. Aún así el calor del desierto a veces parecía tan sofocante que en cuanto la práctica terminaba, él y yo nos lanzábamos al agua para nadar un largo rato.
Nunca le di suficiente crédito a las espadas, no sabía que existían tantas formas de atacar, cortar y punzonar con ellas. Y ni hablar de las maneras de defenderte o de detener un golpe. Por muy habilidosa que yo fuera, no le gané a Caelum ni una sola vez en toda la semana, aunque eso no me sorprendió: mi ángel era mortífero con una espada. Y de paso se veía ultra sexy.
—Estás mejorando —observó cuando paré una estocada con la hoja de la mía y la giré rápidamente para devolver el golpe.
—Tengo un buen maestro —respondí con una sonrisa coqueta.
Como si aquella hubiera sido una señal de paz, ambos nos detuvimos para tomar un respiro. Estaba sudando y los músculos de los brazos ya me dolían por toda la fatiga acumulada en la semana, pero también me sentía emocionada por estar aprendiendo algo nuevo.
Dejé caer mi arma y me tumbé de espaldas sobre la arena. Él me imitó y se recostó a mi lado, dándome chance de recuperar la respiración.
—¿Quieres que lo dejemos por hoy? —quiso saber.
—Tal vez —dije pensativamente—. Es nuestro último día en el desierto, ¿no tienes ganas de disfrutar del manantial el resto de la tarde?
—Suena bien, aunque espero que ese plan también incluya disfrutarte a ti.
—Eres un coqueto empedernido —reí encantada.
—Y a mucha honra.
—Te pone verme con la espada, ¿verdad?
—Me pone verte luchar —admitió, colocándose de costado para abrazarme—. Te vez tan fuerte y poderosa.
—¿Quieres que nademos desnudos? —propuse al notar que él estaba cariñoso.
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Féryco 2. Estrella Rey.
Fantasi«Algo suave rozó mi cabeza y alcé mi cara para averiguar de qué se trataba. Solo cuando vi las decenas de plumas de oro cayendo del cielo como una lluvia dorada, comprendí que estaba soñando. Y no solo eso, de nuevo estaba soñando con él» Estrella R...