OCHO

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𝐈𝐟 𝐈 𝐠𝐨𝐭𝐭𝐚 𝐠𝐨 𝐟𝐢𝐫𝐬𝐭, 𝐢'𝐥𝐥 𝐝𝐨 𝐢𝐭 𝐨𝐧 𝐦𝐲 𝐭𝐞𝐫𝐦𝐬

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Mi apartamento en el Capitolio huele a mar.

El inducido aroma a sal, arena y libertad es un cálido recibimiento al, por demás, ostentoso espacio. El pent-house en el Corso es, quizás, el último lugar en el mundo que yo podría considerar un hogar, pero el sabor a océano que me titubea en las papilas al estar en su interior supone un sustituto lo suficientemente reconfortante.

O, eso es lo que me digo a mí misma para sentirme mejor. Una lacónica mentira que consuela poco a la añoranza que he llevado en el alma durante casi cinco años. Porque mi apartamento en el Capitolio huele a mar, pero la semejanza parece insulsa comparada con la sensación de estar de vuelta en mi Distrito.

En mi verdadero hogar.

La certeza me hace trizas, ante el reconocimiento de que no había estado aquí desde la Victoria de Annie. La limitada libertad que he adquirido en el Capitolio parecía recompensa justa, pero me basta un solo atisbo de la húmeda brisa y la promesa del arrullo de las olas en la lejanía, para admitir que nada podría ser suficiente. Snow no puede compensar con joyas, oro y un anillo de compromiso el haberme arrebatado mi vida.

No me doy cuenta de que estoy llorando, hasta que el Agente de la Paz que me escolta a la Aldea de los Vencedores carraspea incómodamente a mi lado. Ni siquiera me molesto en ocultar mi desasosiego. En este lugar, no tengo la necesidad de pretender ser alguien que no soy. Sinceramente, tampoco creo tener la capacidad. Puedo mentir sagazmente a cuanto capitolino me pase enfrente; hacerles creer que nada me hace más feliz que su compañía y la suntuosa aura de la ciudad; pero si hay algo que le debo a mi Distrito, es la verdad. La sinceridad de que soy la Hallie de siempre, a pesar de que los capitolinos hayan tomado tanto de mí, que ahora soy incapaz de reconocer a la mujer que queda.

Parece ser, que esa es otra cosa que mi Distrito y yo tenemos en común

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Parece ser, que esa es otra cosa que mi Distrito y yo tenemos en común. El lugar está desolado. Aunque es de noche, no hay muestra alguna del fulgor oscilando en sus calles. Nada del bullicio habitual, ni del sentimiento perpetuo de que la vida es maravillosa, aunque no haya suficiente comida y vivamos en constante peligro, porque tenemos el arropo eterno del océano para protegernos.

Pese a haber contemplado la posibilidad de encontrarme con tantas diferencias, me cuesta descubrir que el Capitolio ha conseguido apagar el espíritu rebelde de mi gente. Los ha convertido en seres monótonos, sin esperanza. Sometidos ante la multitud de Agentes de la Paz, que parecen permear cada esquina del lugar, en una amenaza silenciosa.

Aetherius |Finnick Odair Fanfiction|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora