Revelar un mínimo detalle puede desencadenar la destrucción del plan más elaborado.
***
El último año para todos significa el final de una gran etapa o quizás, el comienzo de algo maravilloso.
No obstante, hay situaciones inesperadas que pueden ocur...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Madelaine
La vida es imprevisible.
Hoy puedo estar bien y mañana no tanto. Es algo con lo que tenemos que aprender a vivir. A veces las cosas se vuelven complicadas y creemos no encontrar la salida. También pensamos que nadie podrá entendernos más que nosotros mismos, por suerte, los amigos hacen la vida más fácil, como Noah.
Todos pensarían que es un patán, mientras que yo les aseguro que es la mejor persona que alguien pudiera tener en su vida. Él pertenece al equipo de voleibol en mi instituto, esto no significa que tenga mala fama y tampoco estoy enamorada de él, no creo estarlo jamás, pero Noah siempre me ha dicho que tiene una enamorada secreta y eso es lo único que no sé.
Nos conocemos desde que ingresó al instituto ocho años atrás. Hemos sido como la leche y el cereal o quizás como las hamburguesas y las papas fritas.
Tan solo de pensarlo me da hambre, me encantan las papas fritas.
Acomodo el pañuelo que sostiene media parte de mi cabello y salgo de casa para tomar el autobús porque alguien ha olvidado esperarme.
Es tiempo de volvernos a reunir. Último año, aquí vamos.
Camino hacia los casilleros, reconociendo algunas caras. A lo lejos veo un chico de cabello castaño y lleva puesta la sudadera del equipo de voleibol.
Supongo que se trata de Noah porque no llevo puestos mis lentes de contacto.
—Gracias por acordarte de mí —ironizo acercándome a mi amigo.
—Señorita Bridge, lamento no haberla recogido. Mi despertador sonó veinte minutos después de lo habitual, pensé que ya habría salido de su casa —responde burlándose de su forma de hablar.
—¿Por qué me dices señorita? Además, ¿por qué te levantaste tarde y llegaste primero que yo?
—Como dicen por ahí, los hombres se alistan más rápido que las mujeres. Somos mejores en eso —cierra el casillero y me mira con una sonrisa burlona.
—Las mujeres somos mejores en todo, de eso no hay duda —le aseguro.
—Sí, sí. Lo que tú digas —empieza a caminar—. ¿Vamos?
No le sigo el paso. Cambio a modo seria.
—Me hubieras llamado de todas formas para saber —me cruzo de brazos volviendo al tema anterior—. ¿Te hubiera gustado que te dejara solo el primer día?
—Está bien, lo siento. No pensé en ti —se arrepiente inclinando la cabeza un poco.
—Ni te disculpes, ya sé que tengo que tomar el autobús sola la próxima vez —ahora sí empiezo a caminar.
Él apenas mira como paso por su lado.
—Vamos, Mady. Fue un error, no te enojes conmigo —protesta detrás de mí.