Capítulo 10

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Madelaine

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Madelaine

—¡Haz algo, grandulón! —Harper vocifera hacia el equipo de voleibol—. ¡¿No ves que están perdiendo?!

—Sí, H. No está ciego —le responde Alex comiendo palomitas.

Estamos en el segundo partido de eliminatorias. El equipo de Norwich contra Manchester, es decir, el nuestro.

—¡Prepárense, viene Norwich con un remate! —el comentarista del partido suena emocionado a través de los parlantes—. ¡Impresionante bloqueo de Heaton! ¡Punto para el instituto Manchester!

El público celebra haciendo sonar las vuvuzelas.

La cancha está dividida en dos colores: rojo —el contrincante— y morado.

El uniforme de los chicos es una camiseta blanca manga sisa. Una franja diagonal morada en la parte superior los diferencia. No está de más decir que dejan al descubierto sus fornidos brazos.

—¡Eso, Noah! —vuelve a gritar Harper—. ¡Demuéstrales quién manda!

Repaso con agilidad al público y unas tres filas abajo está Ethan con otros chicos con los que comparte clase.

Como si sintiera mi mirada, él voltea y encuentra mis ojos. En un simple gesto, me saluda con la mano y sonríe. Un poco insegura, hago lo mismo.

Reviso mi celular, voy tarde para la clase de baile.

—Debo irme —les aviso a mis amigos, poniéndome de pie.

Harper me toma de la mano.

—Quédate un poco más, por fa, por fa —hace ojitos de gatito tierno—. ¿Sí?

—Acaba de empezar el partido y tengo clase ya. Lo siento —tomo mi mochila con la otra mano.

—Bien —suspira, soltándome—. Tendré que quedarme con este.

Señala a Alex.

—Soy la mejor compañía, no sé por qué sigues negándolo —le da un codazo a Harper.

—Los veo luego —me despido antes de que mi amiga siga hablando—. Me cuentan cómo termina el partido.

Preparada para ensayar, llego al salón de baile donde me espera Carter.

Hemos estado trabajando fuerte para terminar una coreografía. El profesor nos concedió en exclusiva una canción que destaca las habilidades de cada uno y también lo que podemos llegar a transmitir a través de ella, debido a su letra que refleja más que nada la juventud: dar pasos sin saber a dónde ir o exigirnos demasiado a nosotros mismos para quedar bien ante los demás.

No está mal perdernos en el camino de la vida, es más que necesario para crecer.

Cuando sepamos que rumbo tomar, no debemos olvidar ser adultos con alma de niño.

Mi vida entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora