Volkov es un poco curioso

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La rutina de ambos había sido establecida, ya había pasado un mes desde que el de nacionalidad rusa dio una respuesta afirmativa a la petición del menor. No fue muy difícil decirle que sí, sabía que podía ser de ayuda para el de cresta, y era consciente de lo solo que se encontraba el director del FBI, por lo que no deseaba separarse de él. Se necesitaban mutuamente.

Era un viernes por la noche, Volkov se encontraba en casa de Horacio. Ya era costumbre esperar al de cresta, pero justamente esa semana llevaba trabajando de más, llegaba a altas horas de la madrugada y según lo que el moreno le dio a entender, no volvería hasta al día siguiente.

Por ello, el ruso descansaba sobre el sofá blanco mientras veía videos en el televisor. No estaba consumiendo un contenido en específico, simplemente iba dando clic a la gran variedad de su inicio; alternaba entre videos de gatitos, canciones o partes específicas de algunos animes que había visto ya. Inconscientemente su mirada cayó sobre la bandeja negra que descansaba sobre el rincón de esa gran sala esquinera.

Tragó saliva y aunque intentó volver a prestar atención a la gran pantalla, simplemente ya no era posible.

Durante ese mes se había acostumbrado a la infinidad de juguetes sexuales que su compañero tenía por toda la casa, y a pesar de que al inicio fue incómodo, con el paso de los días se fue acostumbrando. De igual manera no era nadie para decirle qué podía o no tener, al final era su casa, podía tener lo que quisiera en donde deseara. El ruso mentiría si no admitiera que sentía curiosidad por aquellos consoladores que descansaban sobre la bandeja; si bien no era virgen, jamás había cumplido el papel donde él recibía. ¿Le daba miedo? Sí, pero era más la curiosidad. ¿Qué podía salir mal?

Se acercó lentamente y tomó el juguete más pequeño, el cual era rosa y parecía tener distintas velocidades. Sus orbes vagaron por la bandeja, notó un par de sobres con lubricante y una variedad de preservativos. Un suspiró rebelde se escapó de sus labios, sentía cómo su garganta se iba secando por la expectación. Se aseguró de mirar la puerta un par de veces antes de volver a recostarse en el sofá. Su mano se coló dentro de esos pants oscuros que solía vestir cuando estaba descansando. Sin darle muchas vueltas a la situación, su mano tomó su miembro semierecto y comenzó con ese vaivén que lo llevaría a cometer aquella locura. Su respiración comenzaba a agitarse, y no podía alejar de su mente la idea de que esa mano que le rodeaba no era la suya, sino la de Horacio.

No se podía engañar más, el francés despertaba todo tipo de sentimientos y emociones en él. Lo había hecho desde el primer momento en el que se encontraron, toda esa extravagancia lo envolvió desde el inicio. Mientras más lo pensaba, la velocidad con la que movía su muñeca iba en aumento, paralela a su necesidad de tener al moreno cerca. Volkov no era estúpido, sabía que quedaba algo de aquella confesión, el más joven se sentía como él, pero no tenía el valor de confesar lo mucho que deseaba lograr un acercamiento más allá de la amistad que compartían.

Su falo estaba muy duro, por lo que consideró que tal vez ya era momento de probar aquel juguete que descansaba a su lado. Miró hacia la puerta e intentó relajarse con una inhalación profunda. Horacio no va a llegar ahora, pensó.

Lo siguiente fue retirar toda su ropa inferior, quedando solo con una camiseta blanca. Se encargó de cubrir el consolador con uno de los condones que tenía a su disposición y lo empapó de lubricante. Su corazón latía desesperado, desbordando el deseo latente que contuvo por mucho tiempo. Ya recostado en la suave tela del sofá, llevó el pequeño juguete y lo empujó contra su entrada. Un quejido salió de su boca, y un dolor punzante en su interior lo hizo detenerse de inmediato; dolía mucho. Observó la sala por unos instantes, recalculando sus acciones y pensando en que tal vez el juguete era mucho para alguien que jamás había experimentado con algo así. Aún curioso, se llenó un par de dedos con el lubricante que seguía en el sobre y abrió sus piernas, apoyándolas en el mueble en el que estaba recostado.

ONE SHOTS / Volkacio (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora