Sensaciones

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Horacio se pasea frente a él y habla sin parar sobre la loca de su hermana. Volkov sería un estúpido si no se diera cuenta de que tiene ojos de enamorado mientras lo ve ir y venir por el pasillo que une la sala con la cocina.

Está frenético, vomita palabra tras palabra, y pasa sus dedos por su cresta despeinada, como si eso tuviera algún efecto sobre la situación que comenta. Pero hay algo que el moreno desconoce, y es que Volkov ha dejado de escuchar desde que se dio cuenta de que Horacio tiene una mancha debajo de su ojo, una muy pequeña, pero bastante oscura. "Es maquillaje" piensa, y se va acercando a pasos lentos pero decididos. Cuando está lo suficientemente cerca, el contrario detiene su plática y deja de moverse. Se pone nervioso.

– ¿Qué ha- – Apenas intenta preguntar, el ruso ya está pasando su pulgar por la zona con extrema delicadeza.

Tenías... una mancha. – Responde con esa voz aterciopelada que solo Horacio tiene el placer de conocer. Y se derrite, porque Volkov no deja de acariciar la zona, incluso si ya no queda nada.

No queda nada.

Aunque... en realidad queda algo.

La necesidad de mantenerse cerca.

Han sido unas semanas tensas para ambos, por lo que la cercanía de este momento es extraña a la vez que tranquilizadora. La última vez que tuvieron esta sensación se remonta a los tiempos de solo patrullar y esas maravillosas tardes en la piscina. Pero incluso si se siente como aquellos momentos, lo cierto es que jamás han durado tanto tiempo contemplando el rostro del otro. Al menos no directamente, no así de cerca.

Si bien hay temores de ambas partes, Volkov es quien más seguro se siente de seguir manteniendo esa distancia.

Hubo algo en ese tiempo lejos de Horacio que lo impulsa a seguir acariciando ese rostro que, sin miramientos, detalla indefinidamente. Pese a la duda que no tarda en asomarse en el verde y café del más bajo, este último permite que su mano envuelva la muñeca blanquecina de Volkov. Un "Sigue, por favor" está escondido detrás de esa acción, y el ruso no duda en delinear el pómulo izquierdo, para después recorrer lentamente su mejilla.

Dibuja estrellas con sus pecas, acaricia las cicatrices que nacieron en aquella explosión en la iglesia y siente el deseo de besarlo cuando ve que Horacio cierra los ojos.

Hace tiempo que ya no siente miedo, y aunque es una mierda que se hayan tenido que separar por un tiempo para que finalmente pudiera darse cuenta de lo que su corazón le estaba pidiendo desde que regresó a Los Santos, ahora sabe que se derrumbaron todos los muros.

Lo besa.

Ahí, en el pasillo de la casa que sigue siendo de ellos, aquella que fue – y es – testigo de los hechos que confirman los sentimientos que no han sido pronunciados por Volkov.

Aunque al inicio Horacio se sobresalta por el beso, no tarda en soltar la muñeca del contrario y colocar sus manos sobre los fornidos hombros del peligris. Puede sentir cómo sus dedos tiemblan sobre su mejilla, y le parece adorable. Un tipo como Volkov, temblando por besarlo (¡finalmente!), suena irreal pero, está sucediendo.

No es la primera vez que el ruso besa a alguien, pero sí es la primera vez que siente que pertenece.

Porque lo hace, incluso antes de haberse dado cuenta.

No hay mucho que pensar, Horacio es su hogar desde hace tiempo ya.

Entonces se aferra a él. Suelta su mejilla y encuentra la manera de envolver su cintura con ambas manos. Lo aprieta contra sí mismo, y dejan de besarse.

ONE SHOTS / Volkacio (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora