Suspiros

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Volkov estaba recargado en el marco de la puerta del baño, observando a detalle cómo Horacio se aplicaba un poco de brillo labial. Se veía muy contento, meneando las caderas al ritmo del reggaetón que sonaba al fondo, proveniente de su celular.

- ¿Cuánto tiempo dices que estaremos ahí? - preguntó Viktor, aún detrás del animado moreno que se daba los últimos retoques.

- No mucho, solo vamos a ver qué hacen hoy - le respondió, mirando sus largas pestañas en el espejo - no podemos detener a nadie todavía.

Un sonido de afirmación fue lo que obtuvo de vuelta.

- ¡Relájate! Vamos a pasarla bien, eh - Intentó animarlo, sabiendo que el mayor no era fan de las fiestas, y mucho menos de las que eran realizadas en antros que pertenecían a mafias.

- Vamos a trabajar, Horacio - le respondió entonces, mirándolo con una sonrisa.

- ¡A pasarla bien! - repitió el moreno, ignorando al contrario - ya estoy listo, vámonos - salió del baño apresurado, haciendo de lado al ruso.

Horacio se sentía muy alegre, hacía mucho tiempo que no se infiltraba en un antro, y el hecho de ir acompañado lo volvía aún mejor. Estaba muy feliz de tener a una persona tan importante de su pasado de vuelta; y esta vez no volvería a estar solo, porque Viktor, después de unas semanas meditando si quedarse en el FBI o no, terminó accediendo por los encantos del francés.

Ambos sabían que había algo entre ellos, no estando muy seguros de si era algo que se podía definir. Desde que se habían visto nuevamente, la relación fue muy distinta a lo que habían vivido en sus años mozos, cuando su vida era dedicada solamente al CNP. Definitivamente había más confianza, y, gracias a que Volkov se había vuelto más relajado, disfrutaban de salidas a cualquier sitio que pasara por la cabeza de Horacio. En este caso, era mitad trabajo y mitad salida, porque se trataba de una infiltración en una fiesta donde podrían estar unos posibles traficantes de drogas; pero, como no era algo seguro, sabían que al no encontrar nada, ya no tendrían porqué seguir en el lugar. Sin embargo, Volkov conociendo perfectamente a su compañero, sabía que este rezaba porque aquellos hombres no estuviesen ahí, con el fin de disfrutar de la música sin preocupaciones.

Bajaron del auto, arreglando sus ropas antes de dirigirse a la entrada. Al llegar a ella, entregaron sus identificaciones falsas junto a la invitación; si bien era en un antro, se trataba de algo privado, por lo que la invitación era necesaria.

Pasaron sin mucho problema, y rápidamente se adentraron entre la multitud, intentando ver todos los rostros posibles y conocer bien el lugar en el que estarían.

- Quiero un vaso de vodka, caballero - pidió Volkov cuando le preguntaron si quería beber algo al llegar a la barra - y para él también - añadió, señalando a Horacio.

- Enseguida se los traigo.

Desde esa zona, la música no se escuchaba tan fuerte, pero aun así tenían una vista perfecta de la zona de baile, donde un sinfín de cuerpos se restregaban entre ellos.

- Yo quiero bailar - dijo Horacio, señalando la pista con la mirada, y bebiendo después un poco del vodka que se le había sido entregado.

- Ve, solo no te olvides de que estamos aquí por otro motivo - le respondió el ruso, quien estaba recargado en la barra.

- ¡Vamos! ¡Anda! - lo intentó jalar del brazo, pero el mayor no se movió de su sitio. Aun así, le dedicó una sonrisa al más bajo.

- No, no, yo no bailo - le cortó.

Se quedaron ahí unos minutos, los cuales parecían ser eternos para el de cresta, quien se movía de un lado al otro, dejándose llevar por la música. No había bebido más que un sorbo del vodka, sabiendo que su poca tolerancia al alcohol podría entorpecer las cosas si algo importante surgía. Se hubiese quedado más tiempo mirando a la gente bailar, pero una canción lo hizo querer ir a esa zona, con o sin Volkov.

ONE SHOTS / Volkacio (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora