¿Sueño? Parte 4

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De nuevo esa temática en sus sueños, impropia del comisario.

De nuevo Horacio sobre él, y debajo a ratos.

De nuevo, de nuevo y de nuevo.

Hacía semanas que estos sueños eran tan recurrentes al punto de fastidiar al ruso que ahora mira el insípido techo de su habitación. Su pecho está moviéndose de manera que lo hace ver alterado. Realmente lo está. Su manzana de Adán sube y baja, evidenciando el nerviosismo que comienza a escalar por su garganta, haciéndole exhalar escandalosamente. De pronto se siente ajeno a todo lo que cuerpo presencia; las pequeñas gotas de sudor formándose en su espalda siendo recogidas inmediatamente por la tela que cubre su cama. Su corazón acelerado, y su respiración pesada.

La erección. Su entrepierna tan dura como si se tratase de un veinteañero y de pronto se siente como un imbécil pervertido. Suspira violentamente, sabiendo que ese problema no desaparecerá ni con el agua más helada de todo Los Santos. Y es que la erección no es lo malo, sabe que es común, que es una reacción natural de su cuerpo y más cuando recién despierta. Lo malo es la causa.

Y la causa tiene nombre y apellido: Horacio Pérez.

Había comenzado con aquel extraño sueño donde un Horacio del futuro y su misma versión aparecieron por comisaría y todo resultó en un vergonzoso acto sexual en su oficina. Lugar que ya no puede ver con seriedad después de aquello, el sonrojo en su rostro es inevitable apenas mira al sofá. Y ni hablar de la ansiedad y estrés que llena cada parte de su cuerpo cuando ve al menor cerca, es inevitable. El nerviosismo crece atropellando cada rasgo de su persona, haciéndolo huir y evitar al joven que siempre lo mira con añoranza.

Cada vez que escapa del lugar puede sentir a los ojos bicolores clavados en su figura, y aunque sabe que no puede alejarse para siempre considerando su puesto como comisario y el de Horacio como alumno, no encuentra otra solución. Esos sueños – aunque involuntarios – no son dignos de un superior, mucho menos si se tiene en consideración la admiración excesiva del moreno hacia él. No está bien.

Y a pesar de saber que no está bien lo que está a punto de hacer, no puede controlar el impulso de masajear su erección por encima de su pijama, ni mucho menos el de meter su mano entre esta y su ropa interior para finalmente generar movimientos suaves pero con precisión en su miembro. Suspira, dejando escapar esa frustración que cuelga en sus pensamientos entre telarañas llenas de culpa y decepción, sin poder creer que después de tanto reprimirse haya caído en una práctica tan desesperada y casi inmadura.

Sus ojos quieren cerrarse cuando su agarre se afianza y la velocidad aumenta, pero no lo permite. A este punto el elástico de su pants ejerce una leve presión en sus muslos, acompañado de los bóxeres húmedos. Le importa poco lo ridículo que se ve haciendo aquello, solo desea terminar de una buena vez por todas y seguir con su día como está planeado. Ya está ahí, en el recibidor del orgasmo, su abdomen se contrae en consecuencia de la excitación y la poca contención que tiene en el momento, se encuentra desesperado. Cuando menos lo piensa, su mano está cubierta por el semen y su corazón desembocado.

Ha estado mal.

– Mierda.

**

"Que termine de una puta vez".

Volkov no puede creer lo que sus ojos están presenciando. Horacio usando un pantalón que jura – y nunca lo hace – que jamás ha vestido en horario laboral. No es inapropiado por lo que no puede amonestarlo, pero sí es tentador y no ayuda para nada a su mente nublada por esos sueños en los que Horacio persiste. Puede ver cómo estos jeans amoldan perfectamente los muslos y glúteos del menor en rango y puede sentir su sangre acumularse en sus mejillas. Claro que desvía la mirada, pero el cuerpo del menor es como un imán y no encuentra la manera de sentirse bien, sabiendo que todo es demasiado inadecuado.

ONE SHOTS / Volkacio (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora