Para siempre

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– Venga, hombre – Volkov se levantó del sofá, logrando que Horacio lo mirara – que mañana debemos trabajar y vas a tener sueño todo el día si no te vas a dormir ya.

– ¿Eres mi padre ahora o qué? – elevó una ceja y sonrió juguetón por la idea que cruzó en su mente – ¿te va el daddy kink? ¿Eres de esos?

– No digas tonterías, Horacio – se rio del comentario y dirigió su mano hacia donde se encontraba su porra – venga, a dormir o te doy con la porra.

El moreno soltó una risa traviesa, evitando soltar otro comentario sexual; aunque ganas no le faltaban. Elevó sus manos mostrando que iba a hacer lo que el otro le decía, y se levantó suavemente para después dirigirse hacia las escaleras. Fue inmediatamente seguido por el ruso, el cual seguía amenazándolo de broma con aquella arma.

Volkov sonrió en sus adentros cuando vio al menor entrar en su habitación, pero esa emoción se vio corrompida en el momento en el que notó a Horacio sacar su porra y pegarle – no muy fuerte – en su cadera logrando desestabilizarlo y haciéndolo bajar su guardia. Escuchó al moreno reír y no dudó en adentrarse en el peculiar cuarto.

– ¿Qué coño haces? – regañó con un fingido enojo, la sonrisa socarrona de Pérez lo hizo endurecer sus facciones para mostrarse más severo. Pero la realidad era que disfrutaba en demasía cuando el menor jugaba de aquel modo, le hacía recordar al joven de cresta roja que conoció en comisaría. Pensaba en que tal vez podía tenerlo de vuelta.

– Oxidadísimo que estás – lo provocó y giró la porra hábilmente en su diestra, el ruso bufó en desacuerdo con lo dicho.

El mayor se acercó a pasos agigantados y volvió a posicionar el arma para después darle un golpe en el costado; no tan duro pero tampoco suave, era un punto medio que hizo que el hombre de cresta se quejara y se lo devolviera casi al instante, pero con una intensidad mayor.

– ¡Horacio! – reprendió nuevamente y volviendo a acercarse para seguir con esa "pelea" que estaban teniendo; lo cierto era que lo estaban gozando, era como si pudieran olvidarse de sus preocupaciones en ese momento y solo centrarse en la diversión.

Justo cuando la porra iba a azotar con la cadera del moreno, Horacio se movió en un intento de evitar el impacto, ocasionando que este se diera en su trasero. Y hubiese sido muy gracioso, si no fuera porque el gemido que soltó el menor sorprendió a ambos.

El tiempo avanzó mucho más lento después de aquello; Horacio le daba la espalda al ruso, aprovechando su posición para ocultar su sonrojo y su cara de sorpresa. La porra de Volkov quedó en el aire porque el federal se veía incapaz de bajar su brazo, temiendo ocasionar algo más. Sus pechos subían y bajaban apresuradamente debido a la acción por el juego previo, pero principalmente por la impresión que causó aquel melodioso sonido que escapó de los labios del moreno.

Un color carmesí invadió las mejillas de Volkov cuando se dio cuenta de la reacción que causó la voz de Horacio en su cuerpo. Sintió vergüenza por la respuesta de su entrepierna y por el suspiro que salió inconscientemente en un intento de liberar las sensaciones que crecieron en su ser.

Su cuerpo respondió por cuenta propia, yendo completamente en contra de lo que definía a su persona. Esa postura recta – y en ocasiones nerviosa – que usaba cuando el moreno lo ponía en esas situaciones se esfumó, porque lo próximo que vio – y sintió – fue a Horacio contra la pared, retenido por sus brazos y ambas porras en el suelo. No había palabras para justificar sus acción anterior, ni mucho menos para excusar la siguiente.

Enterró su rostro en el cuello del menor deleitándose con la esencia de su colonia. Olía a provocación, obligándolo a fundirse en su piel oliva. Entraba por sus fosas nasales, llenando poco a poco sus pulmones y haciéndolo sentir cada vez más inquieto. Solo aspiraba aquellas notas suaves y afrutadas, algo de canela como su piel y un perfume un poco floral. Todo Horacio era portentoso.

ONE SHOTS / Volkacio (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora