Debí haber negado todo, mostrarme asombrado e indignado de ser víctima de tales rumores. Pero lo más cerca que estuve de todo eso fue estar sorprendido. No me di cuenta que mi rostro podría estar delatándome, solo pensaba en cómo podrían haber sospechado de algo así, qué habríamos hecho frente a otros para dar lugar a esas ideas. Mi jefe aguardaba paciente una reacción de mí pero se rindió bajando la mirada, dándose cuenta de que no eran rumores sin fundamentos.
—No quería hablar contigo de los rumores en sí —continuó en voz baja—. Pero no le puedes decir a nadie que tuvimos esta conversación.
Lo miré confundido, tratando de hacer de cuenta que lo que acababa de enterarme no me inquietaba.
—Los de Recursos Humanos quieren echarte a causa de estos rumores.
—¿Qué?
—Son unos hipócritas —acusó aún hablando en voz baja—. Cuando es un hombre y una mujer no les importa, dicen que no tienen por qué meterse en esas cosas. Pero ahora... hablan de valores y de la imagen frente a los pacientes. —Había enojo en él.
Me sentí muy incómodo y avergonzado al estar escuchando eso, pude sentir el sudor en mi frente y el calor en mi rostro, no podía ni imaginar las cosas que se rumoreaban para que estuviera sucediendo todo eso. ¿Qué cosas estarían hablando a nuestras espaldas? Y de todo eso, ¿qué cosas mi jefe habría escuchado?
—Lo siento... —le dije a mi jefe, pensando en lo mal que estaba quedando él por mi culpa.
—¡Nada de eso! —exclamó sin dejarme agregar palabras a mi disculpa—. Te tienes que buscar un abogado, no dejar que se salgan con la suya. Todavía no te echaron porque los abogados de ellos se están rompiendo la cabeza para que te puedan echar sin que puedas acusarlos de algo.
Lo que sentí fue indescriptible, lo único definible eran las náuseas y el temblor en mis manos. Bajé la vista y apreté mi ropa para frenar el temblor.
—¿Y Santiago? —fue la única preocupación que salió de mí.
Mi jefe volvió a hablar en voz baja.
—No estoy seguro. Por esos valores, que no sé de dónde sacaron, no quieren echarlo por ser padre de familia, pero si se confirman los rumores o él se queja por tu desvinculación, no van a dudar en echarlo también.
No quería perjudicarlo, no quería que nada le pasara por mi causa, que nadie hablara a sus espaldas ni se burlaran. Un abogado, como aconsejaba mi jefe, me mantendría en el trabajo o les sacaría dinero, pero no detendría los rumores ni las miradas. El problema no estaba en Recursos Humanos o en gerentes, estaba en nuestros compañeros que hablaban. Sentí una opresión en el pecho y todo quedó claro para mí.
Traté de sonreír para darle las gracias a mi jefe antes de salir de su oficina. Volví a mi puesto de trabajo y seguí como pude, porque cada persona que cruzaba era un posible responsable de los rumores. Al terminar el día salí en silencio y me fui a la oficina de correos más cercana para enviar mi renuncia. No expondría a Santiago a ningún riesgo que pudiera interferir con su vida. Salí del correo con ganas de llorar pero me aguanté, sabía que estaba haciendo lo correcto y lo mejor.
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Sin colores
RomanceSin mucha experiencia en el amor pero a la espera de tener su oportunidad, Daniel vive una vida cómoda y relajada rodeado por su familia. Sus días pasan sin grandes sucesos hasta que conoce, casi de manera accidental, a Julián. A partir de ese encue...