Capítulo 5 - Rojo

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Tardé varios días en volver a la normalidad, o aparentarla por lo menos

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Tardé varios días en volver a la normalidad, o aparentarla por lo menos. La declaración de Julián resonaba sin parar en mi cabeza. Él no dudaría en dejarme y esa idea me dolía. Después de pensarlo, analizando la situación, evaluando mis sentimientos, entendí que el secreto fue algo a lo que yo me comprometí desde un principio. Fue culpa de mi inocencia no darme cuenta de qué se trataba estar en una relación con alguien que seguía dentro del armario. La parte de mi vida que quería dedicarle debía ocultarse junto a él. No estaba seguro cuánto podría afectarme semejante sacrificio porque tampoco podía imaginar su magnitud y qué cosas incluía. Pero pensaba en Julián, en su propio dolor y soledad, y mi tristeza se hacía diminuta. No podía abandonarlo, no podía deshacer lo que sentía por él y lo que sentía era un gran deseo por verlo feliz.

Con ese planteo presente, decidí seguir dando lo mejor de mí. Tendría que buscar la forma de hacer que funcionara, idear alternativas, cambiar mi propio enfoque, para poder respetar su situación. Era complicado pero no imposible.

No estoy seguro si Julián notó mi cambio de humor en esos días, no dijo nada al respecto, pero se mostró muy cariñoso y un poco callado. El suceso pareció darle en qué pensar a él también.

Con mi familia desvié todo lo posible el tema y de a poco las preguntas fueron cesando ante mi pobre cooperación. Aunque las miradas y los gestos indicaban que no estaban contentos con mi actitud, mi silencio y mi evasión. Había momentos, en especial cuando pasaba mucho tiempo sin ver a Julián, que no tenía ánimos de ser cuestionado, así que no aparecía en casa de mis padres. Y eso ayudó a que dejaran de hacer preguntas del todo. Mi madre prefería pagar el costo de verme haciendo de cuenta que nunca mencioné la existencia de una relación cuyos detalles, o la falta de ellos, no la conformaban.

A veces se me notaba descontento y mi hermano aparecía en mi casa en lugar de ir al tradicional almuerzo de los domingos para quedarse conmigo. Veíamos películas y luego hablábamos de cosas sin importancia.

—No es necesario que pierdas el tiempo aquí conmigo —dije un día donde me sentía desganado.

Pero yo mejor que nadie debería saber que la compasión de un hermano era, por sobre todas las cosas, limitada. Su respuesta solo sirvió para quitarme la calma.

—Es verdad... el que tendría que estar pasando los domingos contigo, disfrutando de los días soleados y los lluviosos, es tu infame novio. No yo —comentó con una terrible tranquilidad.

Me dio la sensación que ya tenía pensadas y listas esas palabras hace tiempo, a la espera del momento indicado para decírmelas. No contesté, me di vuelta y seguí mirando la película con un extraño dolor en el pecho. Gabriel no dejaba de mirarme, pendiente de mi defensa, pero al no escuchar palabra de mí suspiró de manera tal para que yo lo notara impaciente. Luego hubo silencio de parte de los dos.

Esa semana no pude disimular mi mal humor en lo absoluto. Comencé a sentirme enojado, increíblemente, muy enojado con mi hermano. Julián no entendía qué me pasaba y yo no quería explicarle nada, así que le decía que tenía algunos problemas en el trabajo. Mi humor empeoró porque, después de tanto pensar, me di cuenta que me enojaba que mi hermano dijera lo que yo mismo presentía: mi relación con Julián era incompleta. Mucha de nuestras comunicaciones sucedían a través del celular, en la semana nos veíamos dos o tres veces ya que todo dependía de su trabajo. Para el fin de semana mi enojo aumentó de manera significativa, de repente me sentí frustrado por no estar viviendo una relación como correspondía. Y aunque trataba de calmarme a mí mismo repitiéndome que yo estuve de acuerdo con una relación a escondidas, enseguida pensaba que eso no significaba que debiera ser a medias, y entonces más me irritaba.

Sin coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora