Capítulo 9 - Celeste

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Habían pasado algunos días cuando me sorprendí al descubrirme tranquilo, no calmado, pero sí tranquilo

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Habían pasado algunos días cuando me sorprendí al descubrirme tranquilo, no calmado, pero sí tranquilo. Ya no huía de mis compañeros y mis ganas de comer regresaron a la normalidad. Se me veía serio pero ya no lucía recién salido de un funeral, hasta me sonreía con mis pacientes.

Así, un día, a casi dos semanas de la tragedia, me sentaba en mi escritorio haciendo un poco de pereza después del almuerzo. Pasé la hora de descanso con mis compañeros en un nuevo restaurante no muy lejos del trabajo y la comida se me había hecho pesada. Mi celular reposaba en el bolsillo de mi mochila y no recordaba si estaba encendido o no. En la puerta sonaron unos golpes, señal de que la paz se terminaba y alguien andaba en necesidad de una radiografía. Revisé mi ambo para confirmar que estuviera limpio y al abrir la puerta para recibir la ficha del paciente, encontré a Julián ahí parado.

Tomado desprevenido me asusté y me quedé helado. Él miró la sala rápidamente antes de entrar y cerrar la puerta, dejándola a sus espaldas. Yo no reaccioné.

—Perdón, tenía que verte.

Me observó con una angustia terrible. Mis manos comenzaron a temblar y el corazón me latió más fuerte de lo que latió alguna vez. No podía dejar de mirar sus ojos, su pelo, su boca, su nariz, todo mi cuerpo recordó lo que se sentía tenerlo cerca. Fueron unos segundos pero se me hizo un momento eterno; sus ojos se humedecían y mi garganta apretaba.

—Necesitaba tanto verte —susurró.

El impulso que sentí por abrazarlo luchaba con mi conciencia. Tenía que echarlo, aunque recordaba cómo lo eché de mi casa, el recuerdo parecía pertenecerle a otra persona porque en ese momento no sabía cómo hacerlo.

—Vine aquí porque no querías que volviera a tu casa ni que te llame. —Trató de componerse un poco y sonar tranquilo pero apenas lograba que su voz no temblara.

El sorprendido fue él cuando me acerqué y lo besé. Me abrazó en respuesta sin dudarlo, con fuerza y desesperación, como quien se aferra a un salvavidas, mientras comenzábamos a besarnos de manera apasionada. Me costaba respirar y me sentí mareado, lo que estaba haciendo era un error. Me engañó, lastimó sin medida y quería gritarle por la persona horrible que era él, pero mi deseo de besarlo y tocarlo fue más grande que todo eso. Quería odiarlo pero en todo el tiempo que no lo vi, solo quise estar en sus brazos.

Julián se apartó un poco para cortar el beso pero no lo suficiente para dejar de sentir su respiración en mi piel. Nos mirábamos como si hubiéramos sido separados por meses y a la fuerza. La sangre me hervía por lo que volví a besarlo, el mundo y los problemas desaparecían en sus labios, la sensación de que ese lugar, junto a su cuerpo, era el lugar donde pertenecía se hacía cada vez más intensa. Hice una pausa para respirar y en esa pausa me habló.

—Lo siento mucho.

Su corazón latía también con fuerza, podía sentirlo contra mí.

—Quiero estar contigo. —Besó mi mejilla y apoyó su cabeza en mi hombro cerrando más el abrazo—. Tenía miedo de que me echaras de nuevo.

Sin coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora