15. Audiencia Audaz

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    Después de un agridulce encuentro con su padre, Jaque volvió a las afueras de Blores. A medio camino, sin aviso ni explicación el sujeto por el que Reydhelt arriesgó su vida le pidió que lo siguiera. Junto a él estaba el mismo Reydhelt, así que por curiosidad y para distraerse de todo a su alrededor le siguió las corriente al tipo.

    Jaque se adentró hacia el centro de la ciudad siguiéndoles a media distancia. Ellos acabaron entrando a un edificio mientras ella observaba desde fuera. Jaque hubiera preferido entrar también para escuchar de qué hablaban, pero Adolfo le dejó claro que no debía acercarse más de la cuenta; su rol al parecer era simplemente observar.

    No era una tarea complicada, pero molesta lo era en demasía. Debía ignorar en lo posible las impredecibles ramificaciones en su pensamiento.

    Atenta a lo que sucedía dentro de aquel edificio, vio como Reydhelt dejaba su torso al descubierto. Inevitablemente su mente repasó la posibilidad de que su amigo tuviera un lío amoroso con aquel tipo. Descartó esa teoría en muy poco tiempo, teniendo en cuenta su historial amoroso del que ella había sido testigo.

    «¿Qué otra cosa podría ser?»

    Entonces recordó otro rumor recurrente cuando surgía el nombre de Reydhelt en Puerto Oculto. Había quienes decían, de boca de supuestos compañeros de guerra, que Reydhelt era en realidad un asesino desalmado. Eso explicaría por qué habría decidido vivir alejado del resto. Sin embargo, Jaque nunca quiso prestarle su atención a ese tipo de especulaciones ya que no había evidencias sólidas que pudieran probarlas.

    Aunque sentía de pronto no conocerlo tanto como creía, quería recuperar esa confianza. Por ello debía aclarar lo que sucedía en ese lugar, pero no podía hacerlo escondida.

    Teniendo eso en cuenta se dispuso a acercarse mientras abría su boca para anunciar su ingreso, mas una mano le obligó a cerrar de nuevo sus labios y con bastante fuerza le haló hacia fuera del edificio. La piel de aquella mano era suave como pocas, probablemente de una mujer de oficina. Por ese motivo pudo mantener el susto que sintió a raya.

    —Soy yo, soy yo.

    Un susurro tan cálido como aquella piel delató la identidad de quien había aparecido sin aviso.

    —¿Qu-qué haces aquí? —sin poderlo decidir, Jaque respondió también con un volumen muy reducido.

    —Traigo un mensaje para Reydhelt, de parte del capitán Abrego. Si llamas la atención ahora me arruinarás la sorpresa.

    Como si no se lo tomase en serio, la despampanante rubia contó su razón de estar allí mientras le guiñaba un ojo a Jaque.

    —Ah, cierto —antes de que Jaque intentase obtener contexto por parte de Casey, esta última volvió a hablar—. También tengo una sorpresa para ti. Aunque no creo que quieras recibirla de mi parte, así que lo mejor será que vuelvas a la zona de heridos por el momento.

    Sin aviso alguno, Casey soltó información a medias. Además, entre las cosas que dijo se escondía una descarada mentira, pues Jaque siempre había apreciado la faceta de mensajera de Casey. Esto dejó desconcertada a Jaque. No tenía claro las intenciones de quien le hablaba. Lo único que podía ver en ella era una abundante ambición en sus ojos que le hacía dudar en preguntar. Aun así, tenía que intentarlo.

    —¿De qué...

    —Mira, parece que es más urgente de lo pensé.

    Sin siquiera darle una oportunidad a Jaque, Casey anunció un cambio en la situación. Desde donde se encontraba el resto del campamento se acercaba un sujeto vestido de blanco y cubierto de sangre.

Quiero Morir (Si puedes, sálvame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora