Habían pasado ya algunas horas desde que Elena se levantó y le dijo que la supliría en todas las actividades en su día. Al principio se sintió aliviada y agradecida con el gesto, pero con el pasar de los minutos empezó a sentirse culpable. No era solo la carga que le había impuesto a su hermana, sino también el esfuerzo que todos estaban haciendo, lo que atormentaba su conciencia. Mientras tanto, Jaque estaba acostada, escondida dentro de su tienda. Incapaz de enfrentar la realidad.
Desde un inicio presentía que ayudar en tareas médicas iba a ser duro, no por nada decidió no seguir los pasos de su padre. Lo que no esperaba era que su fracaso dentro de esa sala significaba que alguien había tenido éxito matando a otras personas.
A pesar de que los superiores lo intentaran esconder, la naturaleza de las heridas fatales y el testimonio de último minuto de una de las pacientes dejó evidente que una persona había decidido acabar con la vida de tres seres de su misma especie.
Un acto de tal naturaleza era totalmente incomprensible para Jaque. En medio de la terrible guerra que estaban viviendo, el acto de matar a los semejantes de uno no debería tener lugar.
Tras la revelación de tal horrible verdad, los altos mandos explicaron que se trataba de renegados que no debían haberse enterado del reinicio del conflicto con los invasores.
Al escuchar aquello, Casey quiso creer en ello. Sin embargo, quienes trataban de convencerla de aquella realidad también querían que guardara silencio al respecto. Además ya había notado en el campamento una sensación de ocultación de información.
No podía dejar de tenerle miedo a la posibilidad de que hubiera gente de lado opuesto a la humanidad incluso dentro del mismo campamento en Blores. En ese sentido, envidiaba a su hermana, que incluso después de escuchar lo sucedido tenía el coraje de salir y trabajar rodeada de personas en las que quizás no se podía confiar.
Por otro lado, ¿cuánto tiempo iba a seguir hundida en sus pensamientos? Definitivamente no podía quedarse allí todo el día. Si tenía que ponerse un límite, debía estar fuera de la tienda para el mediodía. De esa forma comería junto a los demás y podría reiniciar su día como si nada hubiera pasado.
Con esa idea en mente, el problema que tenía era que no disponía forma de saber qué hora era desde dentro de la tienda. La única pista que tenía era la sensación de calor, que no dejaba de aumentar.
Tras mucho pensarlo, Jaque se hartó de su incompetencia. Decidió que se tragaría por el momento sus preocupaciones y se levantaría de una buena vez. Si lograba sobrevivir lo que restaba de día, seguro tendría suficiente tiempo y suficientes razones para echarse a llorar luego.
Con una temblorosa determinación abrió el cierre de la tienda y salió de su encierro.
Fuera, el aire era el mismo, solo que más intenso. Lo mismo podía decir de los rayos de sol. Lo único diferente fuera de la tienda era la gente imprimiendo ritmo al ambiente.
A pesar de que todos lo debían estar pasando mal, decidieron centrarse en lo que les habían ordenado hacer. No podía negar lo dulce de la idea, pero lamentablemente no podía tragársela del todo.
En todo su cuerpo sentía miedo, pero no podía detenerse una vez asomado su cabeza. Miró para un lado, para el otro y...
«No puede ser.»
Cuando dirigió su mirada a su izquierda para comprobar que no había peligro alguno, sus ojos se encontraron con una de las personas que menos quería ver. Además no había ni diez metros entre esa persona y Jaque, así que podía ver ya su molesta sonrisa.
ESTÁS LEYENDO
Quiero Morir (Si puedes, sálvame)
Ciencia Ficción¿Qué hacer cuando una catástrofe te arrebata todo lo que creías importante para ti? ¿Por dónde empezar cuando una desgracia sin precedentes te da una oportunidad para reescribir tu vida? Acompaña a Reydhelt y a Franklin en esta historia de descubrim...