Lo que parecieron horas, y fueron en realidad minutos, pasaron hasta que pudo levantarse y tomar su celular, el cuál marcaba un nuevo mensaje recibido, solo uno. En su habitación, rodeado de un largo silencio mientras en el exterior de su hogar anochecía, leyó:
"Esta noche necesito que estés en la sala, ahí nos encontraremos. Te amo."
—¿Lo haces? Sé que sí... —susurró, dirigiéndose hacia las fotografías para comenzar a pasar aquellas tomadas con su cámara, las últimas que había tomado ahora que estaba de vacaciones con sus padres, unas de una salida que tuvo con sus amigos de la secundaria y con JiMin, muchas de HoSeok antes de despedirse. Les extrañaba a morir, definitivamente, y esperaba que las palabras del mensaje de HoSeok fueran ciertas.
Antes de quedarse en la sala, fue y salió al exterior dirigiéndose al jardín de su hogar, ahí donde solía tirarse y jugar con sus hermanos y Soonshim. Caminó lentamente hacia la pequeña casita hecha de madera, con el nombre de su adorada mascota escrito con pintura que él mismo puso hacia algunos años atrás. Se hincó y acarició la superficie sin molestarse por el polvo que manchó su mano. Casi imaginó a Soonshim corriendo hacia, tirándose sobre sus piernas o a su costado.
Se sentó, decidiendo disfrutar un poco del aire fresco y del cielo, ignorar que estaba atrapado y solo, fantasear que solo había salido a descansar del ruido en casa o solo para relajarse en compañía de su amada perrita.
Se sobresaltó al sentir un ligero peso en su pierna, y un lloriqueo leve llegó a sus oídos, pero no bajó la vista. TaeHyung admiró el cielo tratando de distraerse, pero el quejido continuó y el peso seguía ahí, por lo que tímidamente llevó su mano a ese punto. Sintió la peluda cabeza de Soonshim, le oyó llorar una última vez antes de removerse y lamer su mano. Era ella.
Tae cerró sus ojos, y sonrió, atreviéndose a bajar su mano por el lomo de su mascota, sus dedos paseándose por el pelo blanco y suave de Soonshim que había dejado de llorar, pero no de removerse, emocionada por la caricia. Fue un hermoso momento, sanador, que se rompió cuando no pudo más y entreabrió los ojos, regresando en seguida a su soledad y perdiendo el contacto con Soonshim.
No le siente más, no le escucha más. Se acomoda en su lugar cruzándose de brazos, su cabeza recargándose en la casa de madera mientras sus ojos regresaron esperanzados al cielo deseando irse volando, o de escuchar de nuevo a su adorada mascota llorar por la emoción y acompañarle unos segundos más.
Pero nada ocurrió.
» Soonshim —la imaginó ahí recostada, levantando graciosamente la vista para verle fijamente—, ¿Tú sí me extrañas? Si lo haces de verdad... prométeme que vas a cuidar de mis hermanos, no sé qué vaya a pasar hoy.
No sabía qué iba a pasar, pero tenía que enfrentarlo. Siguiendo las indicaciones que le dio HoSeok por mensajes, se quedó sentado en la sala de su hogar sin saber qué tanto faltaba para que llegara el momento, qué tanto debía esperar, qué debía aguardar en sí. No había señal alguna, ni a su alrededor ni en el teléfono, ninguna llamada o mensaje llegó por una hora.
Ni siquiera en la pantalla del televisor había alguna imagen extraña que le hiciera saber que no estaba tan solo como se sentía.
Se levantó de su lugar para ir hacia donde el interruptor, oprimiéndolo para encender la luz pues ya estaba anocheciendo, sin embargo aparte del típico chasquido que hizo pudo escuchar algo más. Un jadeo de sorpresa, su padre.
Sorprendido, se giró buscando de dónde había llegado ese sonido, pero nadie estaba cerca suyo, ni siquiera lejos. Regresó la vista al interruptor, observando su imagen con su mano todavía sobre él, presionó sutilmente apagando la luz y luego volviéndola a encender.