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—¡Oficialmente este es el fin de nuestra primera cita!

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—¡Oficialmente este es el fin de nuestra primera cita!

—¡No, Mingyu! Para, todos te escucharán —pidió Seungkwan tratando de callar al mayor.

El castaño junto las cejas, estaba a punto de reclamar al menor, pero al ver sus mejillas abultadas y sonrojadas cambió de opinión y se limitó a sonreír.

—¿Te da pena que te vean conmigo? —cuestionó en broma.

Seungkwan negó de inmediato, como si aquello fuera simplemente imposible de concebir.

—Claro que no —respondió mientras jugaba con sus dedos nerviosamente —. Es sólo que esto es raro —murmuró.

—¿Salir con un chico? —cuestionó Mingyu, de pronto sintiendo su garganta seca.

Seungkwan no vaciló ni un segundo. —No. Tener una cita contigo. No sé.

El rubio mantuvo su vista enfocada en la misma caja de arena en la que Chan perdió su dinosaurio favorito hace un par de semanas, sintiendo la penetrante mirada del castaño sobre él. El parque estaba atiborrado de niños, y tenía sentido; las vacaciones de verano estaban a punto de terminar. Los infantes querían aprovechar hasta el último momento de la tarde para jugar.

—¿Es raro porque no te gusto? —indagó una vez más el mayor.

Seungkwan mordió su labio, sintiendo su corazón latir más fuerte de lo que debería. Mingyu ladeó la cabeza y, sin pensarlo mucho, acercó su rostro al contrario.

El menor trató de regular su respiración antes de contestar, aún sin atreverse a encarar al más alto. —Si me gustas... sólo un poco —mencionó, así como quien no quiere la cosa.

—¿Puedo besarte, entonces? —indagó Mingyu con ansia y con su pulso tan acelerado que incluso temía que el contrario fuera capaz de escuchar su corazón bombeando con violencia.

Después de momentos en silencio, Mingyu se arrepintió un poco de sus palabras. Terminó hablando a la par de Seungkwan, quien volteó por primera vez:

—Bromeaba.

—Sí.

De nuevo el silencio los cubrió a ambos, él único ruido provenía de los pequeños niños correteando y sus padres persiguiéndolos con cariño.

Los ojos del castaños se abrieron después de unos momentos, entendiendo por fin el permiso que él rubio le concedió.

—¿De verdad puedo?

—No, yo también lo decía en broma —aseguró el menor, con las mejillas hirviendo y la voz irregular.

—Has dicho que si, no puedes cambiar de opinión ahora —reclamó Mingyu, sintiendo la calidez de la piel del contrario cuando apresó su rostro entre sus palmas.

Seungkwan balbuceó algo que Mingyu no pudo entender antes de que este por fin se deshiciera del diminuto espacio que separaba sus labios.

Así que ahí estaba Boo Seungkwan, en medio un apacible lugar, sin ningún pensamiento más allá del —casi— lindo chico moreno que lo estaba besando.

Seungkwan jamás había besado, pero por un momento imagino que, si todos los besos se los daba Mingyu, podría comenzar a necesitarlo para vivir.

Uh, eres un terrible besador —reclamó el menor cuando Mingyu terminó el corto beso.

—Mentira. No puedes saberlo si soy tu primer beso —alegó con un puchero.

Seungkwan sonrió de manera casi imperceptible y esta vez fue él quien cerró la distancia entre los dos.

Porque, aparentemente, al menor le apenaban más las palabras tiernas de Mingyu que sus besos.

Porque, aparentemente, al menor le apenaban más las palabras tiernas de Mingyu que sus besos

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