Está más que sorpendida, incluso más que la primera vez que vine. Su cara es un poema y me las arreglo para no soltar una carcajada. Paso saliva para ocultar mi nerviosismo, nunca me había sentido así jamás.
- Quieres entrar?.- Da el primer paso y se lo agradezco mentalmente.
- Si.- Ella se mueve y me deja entrar. Va hasta la sala de estár y se sienta en el mueble grande. Palmea a su lado invitandome a sentar. Me siento a su lado y ella espera a que hable yo ahora.
- Entonces?, qué haces acá?.- Sigue enfadada, lo sé por la manera en que tiene sus labios apretados en una línea y la forma en la que las aletas de su nariz están expandidas.
- Necesito que prometas que lo que te voy a contar no lo va saber nadie más.- Mi corazón late rápido, no puedo creer que al fin voy a contarle a alguien mi problema.
- Lo prometo Harry, en serio.- Suspiro y empiezo a hablar finalmente.
- Cuando tenía siete años, no era un niño común. Mientras todos los niños jugaban, yo lloraba. Mientras todos los niños tenían historias felices que contar, yo sólo tenía tristeza. Pero no todo el tiempo era así, en ocasiones, tenía episodios anímicos, un momento estaba tan feliz y unos minutos después estaba destruyendo mis juguetes. Tenía problemas para dormir, así que cada noche iba a la habitación de Anne y trataba de hacerlo, pero núnca podía. Ella no me presto atención hasta un tiempo después, cuando notó ciertos cambios radicales en mí, me volví bastante violento, no podía controlar mi ira. Así que ella finalmente me llevo al psicólogo, y ese día, me diagnosticaron Transtorno Bipolar. Después de eso, estuve cinco años en tratamiento intensivo para aprender a controlar mis episodios de bipolaridad, todos pensabamos que había funcionado, incluso yo lo creía, pero no, no funcionó del todo. Cuando tenía diecisiete años volvió a suceder, golpeé a un chico en el instituto, sólo porque había rozado su hombro con el mio. En ese momento supe que mi problema seguía ahí, Anne lo notó y quiso enviarme de nuevo al hospital, pero esa vez no se lo permití. Desde aquel día ellano volvió a verme conlos mismos ojos, antes me veía con amor y ternura, ahora sólo lo hace con miedo. Ella tiene miedo de mí, y yo no puedo hacer nada por evitarlo. Esa es la razón Skylar, esa es la razón por la que tengo la necesidad de mantener a todos alejados, no quiero que las personas que estén a mi al rededor tengan que aguantar toda la mierda con la lidio cada día. No quiero que caigas al vacío conmigo, no tú.- Cuando ya he terminado, volteo mi vista hacia ella, y tiene sus ojos cristalizados, no llores, sólo no lo hagas, joder. Ella se abalanza hacia mí y me toma desapercibido. Envuelve sus brazos al rededor de mi cuello y solloza palabras que no puedo entender. Cuando se aleja, puedo ver una lágrima rodar por sumejilla, rapidamente la quito con mi dedo. Ella sonríe y abre su boca para hablar.
- No me importaría caer al vacío contigo, sólo si prometes no soltarme.- Algo se comprime en mi interior cuando oigo aquello, sé que no es cierto. Me lo han dicho antes.
Con brusquedad la quito de encima y me dirijo a su puerta, la abro y salgo disparado a mi moto. Quiero ir lejos, muy lejos. Recuerdo aquel lugar al que solía llevar a la puta esa. Acelero mi moto y me dirijo allí. Cuando llego, me recuesto en el frio pasto y trato de relajarme. Siento ira, pero al mismo tiempo siento algo que no puedo descifrar. Skylar tiene algo que me aleja de ella, pero al mismo tiempo me atrae. Quiero apartarme, pero parece que cada vez estoy más cerca. Parecen kilómetros, pero al mismo tiempo parecen centímetros. No puedo cambiar, por más que lo quiera no puedo. Ésto es parte de mí. Recuerdo aquella vez en la que Anne supo que había golpeado al chico del instituto, recuerdo la manera en la que me vió a los ojos y me dijo que era un mounstro. Está grabado en mi mente, está tan malditamente grabado como un tatuaje. Jamás voy a cambiar, por nada, ni por nadie.
Y por supuesto, recuerdo la paliza que le di al maldito de Caron, cuando lo encontré revolcándose con la que en ese tiempo era mi novia. Era una maldita mentirosa, era experta, hizo que creyera cada puta mentira que me dijo. Creí estár enamorado, y creí que ella lo estaba de mí, pero como siempre, primero está el dinero. La puta disfrutaba de los regalos que le daba, sólo por eso estuvo conmigo por más de un año. Aún puedo escuchar en mi cabeza la voz de Anne diciendo que soy un mounstro. Dolió, dolió como nunca había podido sentir dolor en mi vida. No se lo perdono y nunca lo haré, porque gracias a ella y al hijo de puta que era mi padre, soy lo que soy ahora.