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       El reloj emite ese insoportable sonido una y otra vez, y mi cabeza está a punto de estallar. No suelo tener estee tipo de síntomas que aparecen luego de una noche de fiesta, pero la noche de ayer fue terrible. Bebí, he hice todo lo posible para poder sacar aquella horrible imagen de mi memoria. Quería borrar de mi mente esa escena en la cual encontraba a mi prometido acostándose con otra mujer, pero no podía. Aún me encuentro incapaz de entender cómo, aquella persona a la que le había entregado todo mi amor y afecto durante los últimos años, había hecho añicos mi corazón así, casi sin importar nada.

       Refriego mis ojos en un leve y absurdo intento por hacer que ese malestar se vaya un poco, pero adivinen qué, como era evidente no resulta. Me levanto a duras penas de la cama, y me dirijo al baño. Tras unos diez o quince minutos, y habiendo realizado ya mi maquillaje, me dirijo a desayunar. No suelo tomar el desayuno en las mañanas, pero en esta oportunidad decido cogerlo, porque lo cierto es que desde hace varios días vengo comiendo mal. Toda esta situación de mierda que le dio un giro inesperado a mi vida, me tiene a mal traer.

       El tiempo pasa rápido y luego de estar perdida entre mis pensamientos por un rato, me percato de que se me hace tarde para ir al trabajo.

       Ayer estuve todo el día de guardia, y hoy me toca trabajar nuevamente. No he descansado prácticamente nada, pero agradezco tener este tipo de horarios, porque eso es lo que en los últimos días ha estado ayudándome a no pensar tanto.

       El frio invernal de Londres, empaña poco a poco los cristales del transporte público en el que voy. A pesar de que ya llevo alrededor de dos años viviendo aquí, aún no puedo dejar de asombrarme con cada uno de los paisajes que esta ciudad brinda. Cada que paseaba por las calles del lugar, terminaba emocionada, así como cuando una niña pequeña se emociona porque le han regalado su golosina favorita.

       Llego al hospital, voy al tocador a colocarme el uniforme que correspondía, y salí.

       Hay veces en las que no pasaba nada "interesante" en mi trabajo, así como también hay otras en las que el rato consiste en un ir y venir de atender a pacientes con patologías dentro de todo comunes, o algunos incluso con patologías de mayor gravedad. Amo eso, porque nunca sé con certeza con qué puedo llegar a  encontrarme.

       La mañana transita con una tranquilidad fuera de lo común. Me dirijo hacia el patio del hospital para poder despejar mi mente y para tomar un poco de aire, y como si por arte de magia se tratara, un grupo de personas con carteles y demás, entra generando un bullicio que irrumpe con la calma del lugar.

  Genial, bien dije que uno nunca sabe qué esperar trabajando acá. 

Pese a que la situación me parece irritante por el escándalo que está generando, no voy a ser yo quien tome la iniciativa de ponerle punto final. No quiero sonar como una chica amargada o gruñona y mucho menos debido a este tipo de tonteras.

       Aparece el director del hospital porque no entiende a qué se debe semejante escándalo, y se encarga de pedirles a aquellas personas que en el caso de que desearan permanecer allí, guardaran silencio. De paso, me gano un bien regaño de su parte por no haber hecho nada para detener semejante manifestación.

  -Alanna, necesito que te dirijas urgentemente a la habitación 365 y te encargues del nuevo paciente. -ordena-.

   -Vale. ¿Puedo saber el nombre del paciente por favor? Ya sabe con todos los dramas que hay dentro del hospital, uno no sabe con quién está tratando. 

  -Es un joven de una banda de música. No recuerdo bien el nombre. Por favor, búscalo en la lista y atiéndelo. -comentó retirándose del lugar.

  -Hola. -mencionó parándose a mi lado- Disculpa. Realmente no quisimos causar semejante alboroto, es solo que estamos preocupados por uno de los integrantes de nuestra banda favorita.

  -No es nada, créeme que he visto cosas peores. -reí-.

  -¿Puedo pedirte un favor? 

  -Dime.

  -En el caso de que te cruces con un tal Damiano David ¿podrías darle este regalo? -mencionó pasándome una bolsa- Es un regalo de todos nosotros, y estaríamos muy felices si pudieras acercárselo.

  -Está bien. -contesto sujetando la bolsa- Déjenme ver qué puedo hacer. No les prometo nada.

       Sin decir más, me despido de ella y emprendo mi camino hacia la habitación 365. No tengo idea de en qué demonios estoy por meterme y tampoco sé que me espera. Solo deseo y pido fervientemente tener la paciencia necesaria para poder tratar con el paciente del que debo encargarme.

       Encuentro la habitación, suspiro pesadamente, y comienzo a buscar el nombre en la lista del hospital.

  -¿David? -pregunto confundida sin quitar los ojos de la planilla que llevaba conmigo-.

  -Damiano. -respondieron desde adentro.

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[829 palabras]



Buenas noches a todos. 

Desde hace bastante tiempo tenía ganas de comenzar a escribir mi propia historia. He leído muchas otras antes, y mientras disfrutaba su lectura, se me fueron ocurriendo cosas que realmente me gustaría que estuvieran reflejadas en una historia. Es por eso, que luego de tantas idas y vueltas, he decidido publicar esto. 

El primer capítulo puede sonar un poco aburrido quizás, pero ya saben, es recién el comienzo. A partir del segundo capítulo las cosas cambian porque ya aparece nuestro otro protagonista, Damiano. 

En fin, espero que se sientan a gusto con lo que escribo y que le den mucho amor a este proyecto, porque me haría muy feliz. Si tienen sugerencias, dudas o críticas constructivas, déjenlas en los comentarios porque voy a estar leyendo todo. 

                                                                                                                  ¡Saludos!

                                                                                                                            Victoria.

LOVE, DON'T BREAK ME || Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora