CAP 1:EL LOBO DEL REINO

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Me encontraba cabalgando en el bosque. Podía sentir la suave brisa rozar mi rostro.

Uno de los guardias del castillo interrumpió el relajante sonido de la naturaleza.
-Su majestad, sus padres la esperan, el heredero del clan Wolfyer vendrá pronto.-me aviso el guardia

-El heredero Wolfyer-murmuré-. Bien, iré de inmediato.

Wolfyer, apellido del reino del norte. El apellido que hizaba la bandera de la feroz y majestuosa criatura de sus bosques, el lobo gris. Cada mañana la melodía de sus trompetas y tambores se transportaba por medio de los cuatro vientos haciendo que mi piel se estremeciera.

El heredero del norte, ese nombre causó en mi una sensación violenta y repentina de frío, una ola que hizo que mis músculos se contrajeran, al mismo tiempo apoderándose de mi sangre y después de mis huesos. Temblé.

Entré a la gigantesca estructura humedecida por la lluvia y neblina del lugar, con ventanas cubiertos de algunas enredaderas crecidas y descuidadas por los efectos inevitables del tiempo, sus jardines eran lo único cuidado y que aún mantenía con vida a este lugar, mi hogar.

Todos se veían apresurados. Las cortinas se encontraban corridas y sobre ellas había uno que otro adorno. Los ayudantes traían todo tipo de cosas en sus manos. Desde charolas de plata llenas de manjares hasta armas afiladas que llevaban de salón en salón.

Mi madre ponía orden a tal situación caótica.

-Todos tenemos que impresionar a nuestros invitados del norte, cada detalle cuenta queremos mantener las alianzas. Así que a trabajar, tú te harás cargo del salón principal-ordenó a un joven albino de ojos grises.-Y tú, Maryne te encargarás de la vajilla, y tú...-continuó dando instrucciones.

-Madre he llegado, me han dicho que requerían de mi presencia.-Hice una reverencia.

-Tienes que arreglarte-tomó mis rizos sacudiendo las hojas que se le habían pegado durante el camino-en serio todo tiene que ser perfecto, nuestra apariencia es algo muy importante-me miró con repulsión al encontrar sabia de árboles entre mi cabello-¿Entendiste?-preguntó fría.

Asentí casi sin fuerzas.

Eda me mostraban muchos vestidos. Eran infinitos, o a menos yo lo veía así.
No me decidía, las palabras de mi madre resonaban en mis oídos, "todo tiene que ser perfecto". A veces tomar decisiones es más difícil de lo que parece, elegir entre una u otra opción puede llevarte a seguir caminos diferentes.

Finalmente lo vi, justo detrás de los demás. Era azul como el cielo nocturno de las montañas altas, tenía unos hermosos encajes dorados que brillaban como el oro mismo.
Cepillé con delicadeza mis castaños rojizos rizos y coloqué un broche con la forma de águila, el símbolo de mi reino. Ese color le sentaba bien a las pequeñas pecas alrededor de mi nariz aunque poco después las cubrí con un poco de maquillaje.

Me asomé a la ventana y allí estaba, Wolfyer.

Entré al gran salón adornado de flores secas, olía a esencia de lavanda, la cera goteaba de las velas. Al caer la gota de la segunda vela del candelabro mis ojos se encontraron con los del joven que se encontraba sentado charlando con sus soldados. Portaban capas de pieles de animales que nunca había visto.

El joven heredero se puso de pie e hizo una reverencia.

-Príncipe John-saludé y les indique a sus hombres que las reverencias ya eran suficientes.

-Princesa Catalice.-me respondió.

-¿Qué tal su viaje?

-A decir verdad un poco frío pero los paisajes fueron hermosos en todo momento. Todo se ve desde las colinas...

-¿Y a qué se debe su visita?-le interrumpí. Él volteó hacia todas partes.

-Me temo que es un asunto privado.

Sus soldados se retiraron al ver la mirada de Wolfyer, parecía que sus ojos hablaban y ellos le entendían a la perfección.

Cerré las puertas.

-Parecen sus canes-mencioné.

-¿Disculpe?-preguntó un tanto indignado.

-Le entienden sin mencionar palabra alguna.

-Después de entrenar con ellos por quince años, a veces no son necesarias las palabras.

-Pues bien aunque no lo conozca bien puedo deducir porque está aquí, los del suroeste-alcé la mirada-¿no es así?

-Sí, pasan por los pueblos cortando la cabeza a las personas, los dejan sin extremidades y a las mujeres las matan después de...es horrible. Necesito su apoyo, necesito hombres-se acercó a mí.
Y vi esos ojos, los ojos que despertaron esos malditos sentimientos.

-Bien-respondí con aspereza.

-Le agradezco princesa.

-Todo tiene un precio.

-¿Qué desea?

-Lo pensaré-miré a la ventana, no se podía distinguir nada, la tormenta de nieve cubría todo -y...príncipe John...-se giro a verme-puede quedarse las siguientes noches en mi palacio ya que todo está hecho una tempestad allá afuera.

-Le agradezco su majestad-hizo una reverencia.

-No tiene por qué-miré a la ventana y cerré mis ojos al mismo instante en el que cerró la puerta.

Una lágrima rozó de mi mejilla.

La Reina De FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora