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Hubo un golpe en la puerta, tres golpes contundentes y poderosos de fuertes nudillos sacudiendo la puerta con lo fuerte -supusiste - quien era la persona. Dejando lo que estaba haciendo, caminó hacia la puerta y miró por la mirilla, sorprendido al ver las familiares telas negras y caqui de su nuevo vecino. Los has visto una o dos veces en el mes transcurrido entre su primer movimiento y hoy, la mirada grisácea y la piel llena de cicatrices de un hombre brutal y de tono descarado al que llegaste a conocer desde las pocas veces que lo conociste. Él te miraba fijamente, miradas amplias y de búho que te dejaban estremecido por el brillo de sus ojos marrones, una oscuridad profundamente arraigada mientras él... te evaluaba.
Se hacía llamar Sebastián, presentándose una noche cuando regresabas a casa después de un día agotador de trabajo, deteniéndose para ayudarte a subir las escaleras ya que su puerta estaba justo frente a ti. Pensabas que vivía solo, pero te sorprendías al ver a otro hombre, cubierto de pies a cabeza de negro y verde militar, escondiendo cualquier pluma identificable aparte de sus ojos azules pálidos y sus anchos hombros, grandes y voluminosos incluso con su ropa ajustada. . El compañero de cuarto de Sebastian solo te había mirado fijamente, sin parpadear ni moverse, y pasó segundos mirando tu forma ansiosa e incómoda, jugueteando con tu manga mientras Sebastian te ayudaba a mover las bolsas a la mesa de la cocina.
