Algo caliente y húmedo le rozó la cara, abrió con cuidado un ojo, e inmediatamente lo cerró. ¡Dios, estaba en la cama de Alfonso! No había sido un sueño, y la cosa húmeda era la manera de despertar de Scud.
Se quedó inmóvil fingiendo estar dormida y entonces recordó poco a poco que había sido maravilloso, la experiencia más increíble de su vida. Pero sólo hacía que lo conocía dos semanas, en las cuales siempre había intentado esquivarlo.
¿Habría sido especial para él? Probablemente no. Afortunadamente había utilizado preservativo; algo bueno tenía que tener una persona con una vida sexual agitada. Desde luego ella se había olvidado por completo.
¿Pero cómo había caído en sus brazos así de fácilmente?
¡Qué desesperada tenía que estar!
Enterró el rostro en la almohada y gimió suavemente. Había sido una estúpida.
Ahora sería otra conquista en su lista.
Sintió que la cama se hundía y una mano suave le acariciaba la cara.
—Siento que Scud te haya despertado.
—Olvídalo.
Scud era la menor de sus preocupaciones.
—¿Any? —se acercó, tomándola de la barbilla para que lo mirara. Ella no abrió los ojos—. ¡Maldita sea! —entonces la cama volvió a elevarse y se quedó sola. — Estaré fuera. Dúchate si quieres; hay una toalla limpia sobre la cama. Scud, vamos.
Anahí oyó el golpe de la puerta al cerrarse, se tumbó boca arriba y contempló el techo en penumbra. El espacio estaba iluminado ligeramente por una lamparilla de mesa, pero fuera estaba oscuro. Anahí imaginó que serían entre las siete y las ocho. Retiró las sábanas, tomó su ropa desordenada y la toalla, y se metió detrás de la cortina.
El suelo de la ducha estaba mojado, así que pensó que Alfonso se habría duchado antes. ¿Cómo había estado tan dormida como para no oírle dejar la cama? Lo último que recordaba era estar con las piernas alrededor de él.
Se duchó despacio para retrasar lo más posible el encuentro y la conversación obligada y temida. Luego se secó, se vistió rápidamente y salió a enfrentarse a él. Estaba sentado en un árbol caído con el perro a los pies. Miraba hacia el valle y parecía preocupado.
—¿Mejor ahora? —preguntó, con voz queda.
La muchacha asintió. Por lo menos estaba vestida y de pie, con lo cual se sentía mucho menos vulnerable que tumbada y desnuda entre las sábanas.
El hombre buscó su rostro, luego miró hacia la lejanía con un suspiro. Anahí notó que tenía una rama en la mano que pelaba mecánicamente, quitándole capa a capa.
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Atrévete a Quererme
RomantikLa enfermera Anahí Puente no confiaba en los hombres. Así que no se sintió impresionada cuando Alfonso Herrera, el nuevo cirujano, llegó al hospital y comenzó a seducir a todas las mujeres, jóvenes o viejas. Aquella actitud la sacaba de quicio, pero...