Capítulo 5

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Anahí se despertó a las once. Los rayos del sol entraban por la ventana, y Alfonso la miraba desde la cama de al lado.

—¿Estás bien?

—Mmm. ¿Qué haces?

—Tumbado, viéndote dormir.

—Qué aburrido.

—Te equivocas.

Anahí esbozó una sonrisa adormilada, incitadora y cálida, y Alfonso se levantó de su cania y se tumbó a su lado.

—Eres preciosa por las mañanas —murmuró, a su oído.

Anahí sabía que mentía, pero era tan agradable escucharlo, que no se molestó en responder. Además la mirada de aquellos ojos la hacía sentirse guapa. Si pudiera creerlo... Pero seguro que miraba a todas así. La muchacha enterró el rostro en su cuello y suspiró. ¿Bueno, y qué si él era encantador también con las demás mujeres? Estaba con ella en ese momento e iba a disfrutar.

—Deberíamos ir a ver cómo está Dolly —dijo Alfonso suavemente.

—Quizá. No sé qué voy a decirle.

—Se te ocurrirá algo —dijo él, abrazándola—. Me imagino que querrá darte las gracias por haberle salvado la vida. Todavía no sé cómo te metiste en medio sin ninguna protección.

—¡Aquel hombre iba a matarla! ¡Tenía un revólver!

—Ya lo sé, también ha intentado matarte a ti tres veces.

—Dos veces. La tercera él creía que yo eras tú. Eso no lo entiendo.

—A menos que él supiera después de todo que tú no estabas en tu casa. La muchacha se encogió de hombros.

—Da igual. Está muerto y nosotros a salvo, incluso el pobre Scud. ¿Te explicó el veterinario la herida?

—Le dio en la yugular. Tuvo suerte de que no fuera profundo y de que no le diera en la arteria carótida. La otra bala le dio en la pata trasera, pero parece que no le hizo nada. Cojeará unos días.

—Pobre Scud. Si no hubiera estado allí... Alfonso abrazó fuertemente a Anahí.

—No digas nada. Nunca le volveré a reñirle por dormir en la cama. Lo juro.

—Le vas a hacer un perro caprichoso.

—Ya lo es.

Se rieron y Alfonso soltó a Anahí.

—¿Te quieres duchar mientras te preparo el desayuno?

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