Aquella noche marcó el comienzo de un fin de semana delicioso. Alfonso y Anahí trabajaban en el granero durante el día, a la caída del sol se relajaban en el patio, y luego, cuando la noche comenzaba a hacerse fría y no podían estar más tiempo fuera, subían a la cama de Alfonso y hacían el amor hasta que una línea gris aparecía en el horizonte.
Dormían abrazados el uno al otro, con Scud en una alfombra al lado de la cama.
Por la mañana, el perro se subía a los pies de la cama y ellos se despertaban poco a poco, con besos lentos y lánguidos, y hacían el amor en la ducha, antes de desayunar y comenzar otro día de trabajo en el granero.
Aquella noche, sin embargo, su paz fue alterada por una llamada de teléfono. Era el doctor de guardia en el hospital preocupado por Helen Lawford. Anahí sólo pudo escuchar una parte de la conversación, pero parecía que su estado se agravaba y el doctor estaba muy preocupado.
—Por supuesto que no me importa —dijo Alfonso por tercera vez a su joven compañero de trabajo—. Iré enseguida —dijo colgando el auricular y volviéndose hacia Anahí—. Lo siento, cariño. Será mejor que te lleve a casa, no sé el tiempo que tendré que estar en el hospital.
—¿Quieres que vaya contigo?
—Como quieras. Te puedo dejar en casa para que te cambies o entrar un momento en el hospital y decirte cómo van las cosas.
—No, iré al hospital. Quiero ver cómo está. Aunque primero me vendrá bien cambiarme de ropa en casa.
Cuando Anahí llegó al hospital, Alfonso había ordenado una radiografía de los pulmones y un análisis de sangre. Anahí notó que el aspecto de la muchacha había empeorado desde el viernes. Su respiración era muy rápida y entrecortada, que era lo característico en problemas pulmonares, y Alfonso tenía miedo de que tuviera una infección o pudiera sufrir una embolia.
—¿Crees que puede sufrir una embolia?
—Me temo que sí. Con todas las fracturas que ha tenido, tiene mucha grasa circulando en la sangre. Si se deshace en pequeños glóbulos y se aloja en los pulmones, no podemos hacer nada.
—¿Vas a intentar esteroides?
—Sí. Creo que vamos a usarlos incluso antes de tener los resultados, por si acaso. Le he puesto oxígeno ahora mismo, y he pedido un análisis de orina.
En ese momento, se acercó una estudiante con el informe.
—¿Algo nuevo?
—Quizá. Creo que tiene algo en su orina. ¿Puede venir a verlo?
Era evidente que había una capa de grasa sobre la muestra de orina.
—Llévalo al laboratorio —ordenó Alfonso—. Y será mejor llamar a sus padres para decirles que su estado es grave. Que vengan y estén junto a ella.
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Atrévete a Quererme
RomanceLa enfermera Anahí Puente no confiaba en los hombres. Así que no se sintió impresionada cuando Alfonso Herrera, el nuevo cirujano, llegó al hospital y comenzó a seducir a todas las mujeres, jóvenes o viejas. Aquella actitud la sacaba de quicio, pero...