Capítulo 8

514 45 3
                                    

Alfonso estaba confundido, no sabía cómo hacer para que Anahí se abriera a él. Había veces, especialmente en la cama, en que sentía que ella estaba a punto de hablarle de sus sentimientos, pero nunca lo hacía. Quizá por eso él tampoco se atrevía.

Sin saber cómo proceder, nervioso y triste, llamó a Ryan. Anahí trabajaba hasta tarde y no iría aquella noche, que adivinaba larga e interminable.

Ryan contestó enseguida el teléfono.

—¿Estás esperando una llamada? —preguntó Alfonso, no deseando interrumpirlo.

—No, estoy sentado a mi mesa, revisando algunos papeles. ¿Qué puedo hacer por ti?

—¿Qué te parece un trasplante de cerebro?

—¡Caramba!

—Déjalo. Me imagino que es difícil que consigas a alguien para que cuide a las niñas e ir a jugar al squash.

—¿Hoy?

—Si es posible.

—Sí, no hay ningún problema. La hija de mi vecina siempre está dispuesta a ganar un poco de dinero, estoy seguro de que vendrá. La llamaré y luego te llamaré a ti. ¿Por qué no te vas adelantando y reservas pista?

Media hora más tarde, estaban jugando, pero Alfonso no conseguía concentrarse y se le veía nervioso. Después de unos minutos, Ryan golpeó la pelota contra la pared, se volvió y se quedó mirando a Alfonso.

—¿Te pasa algo? Alfonso hizo una mueca, se apoyó contra la pared y se echó el pelo hacia atrás.

—¿A mí?

—Sí, a ti. No puedes mentir, me estás volviendo loco.

—Lo siento —exclamó Alfonso, con una risa forzada—. Es que... —se detuvo e hizo un gesto con la cabeza.

—¿Anahí?

—Sí.

—¿Quieres hablar de ello?

Alfonso dijo algo entre dientes y golpeó la pelota contra la pared de enfrente con fuerza. Ryan no contestó el golpe y volvió a mirar a Alfonso a los ojos.

—Lo siento, juguemos, ¿no? Luego hablaremos.

—¿Sobreviviré? —preguntó Ryan.

Alfonso rodeó a su amigo con un brazo y le dio un breve apretón.

—Veré si soy suficiente generoso.

Continuaron jugando unos minutos más. Alfonso seguía sin concentrarse, a pesar de ganar el siguiente juego. El siguiente lo ganó Ryan. Finalmente hicieron un descanso, ambos sudorosos y con la respiración entrecortada.

Atrévete a QuerermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora