01

2.8K 82 6
                                    

—Bueno, parece ser que eso es todo—escucho a Lauti hablar desde el living. Su voz hace eco en el gran departamento vacío, a falta de muebles debido a la mudanza.

Hoy comienza mi nueva vida de adulta. Había decidido mudarme a Italia y seguir estudiando mi carrera mientras me buscaba un trabajo que no ocupara muchas horas pero que al menos pagaran lo suficiente para mantenerme estable económicamente. Habia logrado alquilar un ambiente simple y pequeño pero bonito. Mi casa no queda lejos de la casa de Lautaro, ambos buscamos mucho hasta encontrar un lugar que esté a una distancia corta para que pudieramos visitarnos mutuamente muy seguido. De acá a su casa deberán ser diez o quince minutos caminando. Aunque para él, en auto unos cinco.

—Sip, parece—afirmo asomándome para mirarlo, sentado en el piso con una caja entre sus piernas mirando lo que hay adentro— ¿Qué chusmeas?— me río.

Él me mira y me sonríe.

—¿Acá traes los consoladores?

Me vuelvo a reir sin poderlo evitar.

—No, esos están en otra caja— le sigo la broma—. Aunque no creo que me haga falta, para mi y mi belleza no es difícil conseguir a un hombre y tenerlo a mis pies.—digo.

—No lo dudo— se levanta y saca su celular del bolsillo. Lautaro se mudó hace poco más de un mes, por lo que se podría decir que ya está un poco acostumbrado y conoce a varias personas, además de su nuevos compañero de equipo.

Sonríe mirando el celular y no desperidicio oportunidad de molestarlo.

—Y esa sonrisa. ¿Con quién hablas? Van unos días y ya tenes a unas italianas dispuestas a darte lo que les pidas.

—Claro corazón, italianas, argentinas, francesas, de todos tipos. Siempre las tuve.

Y en eso no le faltaba razón. Desde chico lo conozco, y fui testigo de cómo al ir creciendo las chicas comenzaron a tirarsele encima por el gran físico que fue adquiriendo con los años gracias al futbol. Muchas interesadas, muchas con ganas de sentirse importantes...pero ninguna fue nada serio. Lautaro siempre fue muy cuidadoso con eso de dejar entrar personas a su vida. Con esto de la plata o del futbol, no puede confiarse fácilmente de nadie.

Pongo música en mi mini parlante y comienzo el lento proceso de organizar lo que vendría a ser mi nuevo hogar. Acomodo lo que más puedo, todavía no tengo mesa ni sillas, pero tengo muebles donde apoyar las cosas y organizarlas un poco para que no parezca tan desordenado. Mientras voy limpiando, también bailando y cantando al ritmo de la música. Lautaro está tirado en el colchón haciendo no se qué en el celular. Y así estuvo un gran rato hasta que le dije mis planes de aquella semana.

Cuando empiezo a hablarle, inmediatamente deja el celular de lado.

—Quiero buscar algún trabajo de pocas horas. Estoy pensando no sé...en una cafetería o un bar, en esas cosas tengo experiencia y tengo más posibilidades de ser contratada.

—Podés trabajar de algo más también. Aspirar más alto.

—Por ahora me conformo con eso. Apenas voy llegando y quiero dedicarme más que nada a mis estudios. Aunque los haga online, eso no lo hace más fácil. A parte quiero recibirme rápido así empiezo a trabajar de lo que me gusta.

Lauti asiente y hace seña para que me acueste al lado suyo. Eso hago.

—Tengo frío. ¿No tenés frazadas?—pregunta a mi lado. Niego.

—No, sólo sábanas. No pensé que fuera a hacer tanto frío.

—Y como dormis sin taparte, te vas a enfermar.

Lautaro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora