Capítulo 17 La calma antes de la tormenta

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Leilani

Saqué un mechón de mi cabello de mi boca y lo pasé tras la oreja, a pesar de tener el cabello atado en una coleta por el calor y el viento, este no paraba de terminar sobre mi cara de forma molesta o atrapado entre mis labios.

Los rayos del sol me pegaba de frente, miré con deseo al señor que iba vendiendo helados más abajo, cerca de los primeros escalones de las gradas.

Me moví un poco incómoda para tomar mi billetera y la madera de las gradas hizo un chillido. Estas desgracias estaban un poco deterioradas, la madera vieja y agrietada dónde nos sentábamos era un poco insegura pero estábamos a una distancia prudente del suelo por si ésta llegaba a romperse.

Rezaba para que tal cosa no sucediera.

Deje la billetera en su lugar, dentro de uno de los bolsillos en mi mochila. Ese helado podría esperar.

Era uno de esos días insufribles, el calor hacía que todos estuviéramos cubiertos de sudor, pero ya faltaba casi nada para que todo terminase y pusiéramos ir a comer esas hamburguesas que Sylvain me debía.

Me reí, sin poder disimularlo, junto a mis mejillas sonrojadas por la simple idea de pasar un rato juntos. Mi alegría no pasó desapercibida y Will se volteo a verme, con una fritura en la boca. Cuando trago me sonrió y amablemente se la devolví.

—¿Todo bien? —Will me evalúo apoyando su mentón en su mano.

—Si, solo estoy feliz. Sylvain se lució en la carrera —digo sonriendo y él me la devuelve nuevamente, a su lado Salim estaba más ocupado comiendo sus frituras pero sabía que nos miraba de reojo, estudiando en todo momento nuestras interacciones, asegurándose que Will no estuviera incómodo.

—Él siempre es el mejor. Lo he visto correr desde que tenía unos catorce años y como fue mejorando es asombroso.

—De pequeño era muy inquieto, parecía que tenía hormigas en el cuerpo todo el tiempo —se ríe Salim mientras hace un bollo en paquete de frituras, limpiando sus manos en el pantalón—. Recuerdo que mamá vivía detrás de él para evitar que se metiera en problemas.

—Puedo imaginarlo, sigue siendo bastante inquieto —nos miramos con Salim, sonriendo con complicidad.

—¿Te contó la vez que quería tener ranas y terminó metido en un desagüe? —habla con burla y Will lleva sus manos a su boca.

—¿Me estás jodiendo? —suelta una carcajada—. Ahora voy a burlarme de él por eso —dice Will.

—Me lo contó hace un tiempo —agregue y mire a la pista, donde apenas puedo visualizar a Sylvain cerca de su entrenador.

De repente veo como se dirige a los vestuarios y siento que es mi oportunidad.

Vamos, Leili, tú puedes.

—Voy a felicitar a Sylvain, enseguida vuelvo —digo tomando mi mochila y colocándola sobre mi hombro. La pareja se miró entre ellos, haciéndome sentir más nerviosa al ver qué Will levantaba las cejas de forma sugerente.

—Ve, ve, pero no te tardes mucho, eh, que te cuento el tiempo, chiquita —se burló Will sacándome una carcajada mientras iba bajando de las gradas.

Solo unas horas compartiendo espacio con él y podía asegurar que había hecho un amigo de verdad. De nuevo, quizás mi confianza excesiva me podría jugar una mala pasada, podría hacerme meter la pata pero estoy segura que Will no tiene ni un pelo de maldad. ¡Ninguno! Ni Salim, que es muy obvio que está completamente enamorado de él.

Con una sonrisa tirando de mis labios y mis mejillas comenzando a doler bajé las gradas, pidiendo disculpas a las personas cuando sin querer al pasar por su lado las golpeaba. Varias me miraron mal pero lamentablemente no había otra forma de bajar que teniendo que atravesar todo ese gentío que aún disfrutaban de las pruebas.

Querido SylvainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora