Leilani
Contuve la respiración cuando vi a Sylvain parado en la puerta de la florería, el ambiente estaba iluminado por unas luces tenues y él charlaba con mi abuelo, luciendo relajado mientras que esté le daba ciertas indicaciones sobre cómo llegar a una heladería vieja que tanto amaba. Sylvain escuchaba con total atención cada una de las palabras que mi abuelo le decía.
Me detuve a mitad de la escalera, ya me había despedido de mi abuela, que lamentaba no acompañarme hasta abajo porque no se sentía muy bien. Le había asegurado que no pasaba nada, que con un beso suyo en la mejilla antes de irme era más que suficiente. También le prometí mandarle fotos de todo durante el tiempo que estaría afuera.
Apoyé una mano en la pared pues con la otra sostenía parte de mi vestido para evitar pisarlo. Está vez había decidido que llevaría el cabello suelto y planchado, sin importar que ya de por si mi cabello fuese lacio, decidí darle una pasada con la plancha antes de salir. Los tacos negros me regalaban un par de centímetros de más que me hacían falta y los pendientes en forma de perla acompañaban a la delicada cadena que colgaba en mi cuello.
Sonreí y desde esta altura escanee a Sylvain, su traje negro le quedaba como un guante, a la perfección, su cabello estaba peinado aunque tenía varios mechones salvajes dando vueltas por ahí, seguramente había tenido una batalla con su cepillo y renunció al notar que sería una pérdida de tiempo. Tenía una hermosa sonrisa colgada de sus labios, sus ojos brillaban y estaba increíblemente guapo.
Baje la vista por su mandíbula, seguí por su cuello y me enfoque en lo más importante. La corbata. Para mi mala suerte, había logrado encontrar la maldita corbata violeta pero eso no me desanimo, en su lugar me llenó el pecho de ternura, no quería saber cuánto habría buscando hasta encontrarla.
—Así que perdí la apuesta —dije por fin haciendo que ambos hombres se giraran a verme. Terminé de bajar el tramo de escalera que me faltaba y noté como los labios de Sylvain estaban sutilmente separados, embobado. Miré a mi abuelo, que me veía con un orgullo plasmado en el rostro.
—Oh mi niña —se acercó mi abuelo a darme un rápido abrazo, estrechándome contra su pecho.
Sylvain soltó una risa suave, saliendo del trance.
—Así es, Oruguita, perdiste la apuesta, ve preparando esos álbumes, pienso verlos todos.
Me carcajee y besé la mejilla de mi abuelo para luego acercarme a Sylvain. Su sonrisa trataba de transmitir tranquilidad pero desde lejos se le notaba lo nervioso que estaba, sus manos temblaban levemente y sus orejas estaban rojas. Me acerqué y deposite la palma de mis manos sobre su pecho para acomodarle la corbata, la cuál estaba un poco torcida.
—Es una lástima, creo que esos álbumes se han perdido —bromeo y me pongo de puntillas para besar su mejilla. Lo escucho suspirar y limpio la mancha de labial que le quedó.
Mi abuelo nos observa en silencio y sonríe. No es como si a ninguno de los dos le hubiera tomado por sorpresa el nuevo rumbo de mi relación con Sylvain. Creo que cuando le conté que las cosas estaban cambiando ambos suspiraron y dijeron por fin.
—Una foto antes de que se vayan —dijo alegremente y comenzó a buscar su celular, palmeando sus bolsillos del pantalón sin encontrarlo.
—Aquí —saque su celular del bolsillo de su camisa.
—Gracias, mi vida —se ajustó las gafas de descanso que está usando y nos hace señas para que nos acerquemos.
Vuelvo a ponerme al lado de Sylvain, quién con cuidado pasa su brazo alrededor de mi cintura, su mano descansando en mi costado, yo me inclino más cerca suyo y sonreímos a la vez.
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Querido Sylvain
Teen FictionLeilani y Sylvain siempre fueron uno. Desde que se conocieron. Hasta que se perdieron. Desde ese primer día en el armario de la escuela hasta esa última mañana en la que se despidieron. Siempre uno. Tanto en la vida, como en la muerte. Portada reali...