Cerré la puerta a mi espalda adentrándome a la habitación del hospital donde trabaja mi padre. Un doctor muy reconocido por ayudar a los demás haciendo lo imposible por comprarles un poco de tiempo en aquel mundo donde habitábamos.
A mí ya no me puede comprar ni las ganas de vivir.
Caminé hasta la ventana y la abrí sacando un pie y luego el otro hasta quedar sentada en el marco, el viento refrescaba mi rostro y mi cabello teñido de rosa se ondeaba con este. Mis pies colgaban a una gran distancia de tierra firme. ¿Qué se sentiría caer, caer y caer?
Veía desde lo alto como los autos se detenían en la entrada del hospital al igual que las ambulancias, otras personas cruzaban la calle. Todo ajenos a lo que yo hacía. Solo un impulso.
Mi vestido largo con un estampado de flores se subía un poco revelando las medias negras que ocultaban mi piel y otras cosas. Vamos salta, no cuesta.
Escuché el ruido de la puerta ser abierta y luego cerrada, miré por sobre mi hombro y lo vi a él. No dijo nada, solo avanzó con cuidado de no enredarse con el tubo que estaba conectado al suero.
Vi su rostro, un rostro pálido y decaído. No había muchas expresiones de su parte. El chico misterioso se quedó atrás de mí. Que no haga drama por aquello, por favor.
—¿Vas a saltar? —preguntó con voz ronca y baja. Hizo una mueca cuando se estiró un poco abriendo la ventana—. Porque si es así, es un poco patético hacerlo en un hospital.
—De todas maneras haré lo que deseo; estar muerta.
Él suspiró y negó con su cabeza. Tenía cabello castaño rizado, casi llegando a un rubio tostado. Sus ojos entre una mezcla de verde y avellana. Habría dicho que se veía bien igualmente estando en una demacrada situación, pero no, realmente él chico sin nombre se veía como la mierda. La vida era mierda.
—No sé si es porque mis exámenes han dado negativo otra vez y el universo quiere darme una señal y esto sea un bonus. —Me indicó que me corriera un poco a mi derecha y dudosa lo hice, él, se sentó a mi lado con cuidado de no lastimarse—. Nunca había presenciado una muerte en mi habitación del hospital.
Eso me sorprendió, creí que estaba desocupada.
—No sabía que era tu habitación, hubiera buscado otra para no incomodar —dije sarcástica y él se rio, pero luego tosió. Sacó un papel del bolsillo de su bata y escupió el esputo.
—Tienes sentido del humor chica —dijo y vio a sus pies colgando del marco, volteo a verme con una pequeña sonrisa—. Me gusta la vista desde aquí, aunque prefiero los amaneceres.
—Yo ya no quiero ver amaneceres —susurré viendo como el sol se comenzaba a ocultar detrás de todos los edificios.
—Bueno, cada quien con sus opiniones —se encogió de hombros y puso una mueca—. De seguro que todos los de abajo si llegaran a mirar hacia arriba me verían en pelotas, porque no traigo una mierda debajo de esto.
—Hubieras pensado eso antes de sentarte aquí conmigo.
—¿Y perderme la vista? ¡Ja! Ni loco.
Era una ironía porque estaba en el borde de la ventana con los pies colgando, a un impulso de saltar y caer en el vacío. Vamos, no es tan difícil, salta.
—Mejor ven adentro, debo acostarme.
Él se levantó como si no tuviera un tubo conectado a él y me extendió su mano, no sabía que ese gesto podía llegarme tan hondo en mi ser hasta que él lo hizo.
Agarrada de su mano me levanté del marco de la ventana y él la cerró. Me soltó y me preocupé por mi vestido, acomodé la falda de este y bajé más las mangas. Mi cabello rosa seguía despeinado por el viento.
El chico del hospital se acostó en su cama y me hizo un gesto para que tomara asiento en la silla que estaba a su lado.
—Es la primera vez que alguien me visita, no en las circunstancias que desearía, pero no me quejaré —se acomodó un cable conectándolo al dorso de la mano.
Me causa intriga.
—¿Cómo te llamas? —pregunté con mucha curiosidad. Sus ojos me repararon el rostro y se detuvieron por más tiempo en mi cabello.
Sentí una pequeña punzada de incomodidad por su mirada y por inercia toqué mi cabello alisándolo.
—Me gusta tu cabello, es inusual que alguien ande como un algodón de azúcar —soltó una pequeña risa y yo me puse roja de la vergüenza—. No te avergüences cariño, me encanta tu cabello rosa. Desde ahora te llamaré algodón de azúcar.
¿Pensaba que me iba a ver mañana? Porque ni yo creía que iba a soportar vivir otro día.
—Ya, es que nadie lo dice así —claramente él evadió mi pregunta, ya no insistiría. Evadí su comentario con el apodo que me acababa de dar.
Yo sabía cómo se sentía que insistieran con mierdas que uno no quería responder.
—Bueno, yo no soy nadie. De verdad me gusta tu cabello.
—Gracias.
Quedamos en un silencio, no era incómodo, se sentía bien tener compañía. Él tarareaba una canción de la que no reconocía su melodía. Aunque su voz se escuchara baja y ronca por su enfermedad —algo que no iba a preguntar qué era— podía decir que era atractiva.
—¿Por qué el vestido largo? —preguntó con los ojos cerrados—. No tengo nada en contra de ello... ¿Cuál es tu nombre chica?
—Lily —respondí con inseguridad, no sabía ni porqué le decía mi nombre.
—Lily —saboreó mi nombre con sus palabras roncas y bajas—. Entonces, Lily, ¿por qué el vestido largo?
—Porque me gustan los vestidos largos y con estampados de flores.
—No debes ocultarte, Lily.
¿Qué?
—¿Ahora eres adivino?
—Adivino no, pero divino sí —sonrió aún con los ojos cerrados—. El hospital te enseña muchas cosas. Diferentes personas, mucho silencio, tiempo de sobra y ser observador ayuda mucho a analizar a las personas, querida Lily.
Sus palabras me atrapaban cada vez que hablaba y no sabía el porqué de ello, simplemente me intrigaba alguien como él.
¿Me analizó? ¿Sabía cosas de mí? Sentí que el aire me faltaba de a poco.
—¿Qué sabes sobre mí? —pregunté con cierto temor.
La puerta se abrió en aquel instante dejando ver a una enfermera con una planilla en la mano, el chico del hospital abrió sus ojos y resopló.
Emma —la enfermera— se adentró y nos sonrió a ambos con la curiosidad brotando de sus ojos.
—¿Qué haces aquí Lily? —dejó la planilla en una mesita—. Tu padre te anda buscando, ve antes que el doctor Bennett se ponga paranoico.
Asentí en silencio y me levanté de la silla sabiendo que mi padre me daría un sermón por desaparecer. Me dirigí hacia la puerta y justamente cuando iba saliendo de la habitación la voz del chico me llamó.
—Mi nombre es Jack, fue un placer conocerte Lily.
Jack, lindo nombre.
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Hasta El Último Sol [Mer]✔
Teen FictionJack fue esa pequeña luz en medio de toda la oscuridad que ocultaba los miedos y tormentos de Lily. Lily era esa pequeña esperanza en Jack que lo motivaba a ser feliz cada día en que el sol saliera y dejara de llover. Dos personas rotas, dañadas po...