Capítulo 3

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Movieron mi hombro y desperté asustada y desubicada. ¿Dónde estaba?

—Puedes pasar —me dijo Emma mientras me ayudaba a pararme—. Trata de no hacer preguntas Lily, por favor.

—¿Él está bien?

—Es fuerte —me apretó el hombro y cuando ya se iba se regresó—. Tu padre se encuentra en cirugía y luego de eso le toca otra más, va a tardar. Puedo pedir que te preparen una camilla.

Negué con mi cabeza.

—Me quedaré con Jack, debe de necesitar compañía.

Ella asintió y se alejó de mí, entré en la habitación nuevamente. El ambiente era diferente, se sentía pesado y a la vez triste. Jack estaba un tanto adormilado en la camilla.

Los botes de medicina reposaban en la mesita al igual que una libreta abierta con todas las dosis que le habían suministrado. Dirigí mi vista más allá y sentí que mi pecho se comprimió totalmente, mi corazón se estrujó y las lágrimas llenaron mis ojos. Eres fuerte Jack, lo eres.

A un costado de su cuerpo, justamente en el centro de su estómago tenía un hoyo por donde iba un tubo y ahí pasaba un líquido. Le estaban suministrando la comida. Él tenía compresas de agua fría en su frente tratando de apaciguar la fiebre.

La acción salió sola de mí, me senté a su lado y le tomé la mano trazando caricias sobre sus nudillos. Sentía que debía recompensarle el que me salvara ayer antes de suicidarme.

Porque sí, esos eran mis planes. Acabar con mi vida, acabar con el dolor constante que llevaba en mi pecho, solo dejar de existir y quedar en el limbo.

Su mano se apretó a la mía y las lágrimas salieron solas, dolía, realmente dolía.

—No... no tienes... que verme así —murmuró débil con los ojos cerrados—. Si estas... llorando... deja... deja de hacerlo.

—No-no estoy llorando —el hipido me delató.

—Las... chicas... lindas... no-no... lloran.

No podía creer que un ser lleno de luz con una gran mente estuvieran pasando un calvario postrado en una camilla con una deplorable situación. Y yo pensaba que mis problemas eran graves.

No respondí a su comentario y dejé que siguiera sosteniendo mi mano. Las horas pasaban y cada vez me sentía más adormilada que terminé a un lado de Jack durmiendo profundamente.

Quizás esas pocas horas de sueño fueron las mejores en mi vida, sin pesadillas, sin miedos o inseguridades. Me sentía tan en paz.

—Buenos días Lily, despierta —una voz a lo lejos me llamó—. Debes abrir tus bellos ojos avellana y levantarte.

Me removí en la cama y sentí una punzada en mi espalda. Me estiré un poco y abrí mis ojos viendo el techo de lo que no era mi habitación. Me levanté asustada viendo que aún seguía en el hospital.

La risa débil y baja de Jack resonó en la habitación. Volteé a verlo y él me brindó una sonrisa.

—Gracias por quedarte conmigo toda la noche —me dijo y yo le di una sonrisa de boca cerrada—. Fue lindo verte dormir, algodón de azúcar.

—Supongo que me quedé dormida esperando a que estuvieras bien.

—Es irónico querer que esté bien cuando estoy postrado en una camilla de hospital. Pero igualmente, gracias.

—¿No te cansas de hablar con sarcasmo todo el tiempo?

—Nunca me cansaré, yo vivo y respiro por el sarcasmo, también por la medicación.

Me removí un poco incómoda en mi lugar. Sabía que no debía preguntar, pero las interrogativas avasallaban mi mente cada vez que lo veía.

—¿Qué enfermedad tienes Jack? —pregunté en un respiro.

—Que curiosa se ha levantado hoy algodón de azúcar —rio un poco, pero toda la diversión se esfumó rápido dándole paso a la seriedad—. Es un tipo de cáncer, no es hereditario.

—¿Qué tipo?

—Creo que con la palabra cáncer basta y sobra, Lily.

Asentí.

El silencio se tomó la habitación nuevamente, caminé hasta llegar a mis cosas y comenzar a guardarlas. Vi los dibujos que había hecho en mi bloc y quizás Jack tenía razón, tal vez les faltaba un poco de color.

Irónico, porque él daba el color. Él era el color en mi vida.

—Mira el amanecer antes de que se esfume algodón de azúcar —dijo y yo volteé a ver a la ventana—. Es tan hermoso saber que puedo estar vivo un día más.

Los colores del cielo eran hermosos, una mezcla entre el rojo, el morado y el azul, cierto que habían nubes blancas, pero predominaban los colores fríos. Vi a Jack nuevamente y él estaba concentrado en la ventana viendo el paisaje.

Miré mi reloj y sabía que papá estaba a nada de salir de su última cirugía y yo debía estar en el comedor lo antes posible. No quería golpes, ni físicos ni emocionales.

—Debo irme Jack —me colgué la mochila en el hombro.

—Cuídate Lily —dijo y yo asentí a modo de despedida—. Eres bella, que nadie diga lo contrario. Tus inseguridades son como las flores, si las sigues alimentando con agua ellas crecen. Deja de regarlas y siembra nuevas flores, convierte esas nuevas en hermosos detalles que te hacen ser valiente.

—Gracias Jack.

Los ojos se me encharcaron con las lágrimas que trataba de retener y él me dio una sonrisa.

Salí de esa habitación con el corazón hecho un amasijo de sentimientos.

Hasta El Último Sol [Mer]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora