Al otro lado de la ventana

6 3 0
                                    


Al otro lado de la pared se escucha un reloj. Es un sonido lento y agonizante que, si se escucha con atención, se creería que se podría escuchar desde cualquier parte del mundo. Se encuentra colgado al fondo de una habitación oscura y sencilla: las paredes son totalmente grises, blandas al tacto, sin ningún tipo de ornamento. En el centro, se encuentra una silla negra de cuero. Al principio era blanda y cómoda, pero con el tiempo y el uso se volvió rígida y molesta.

Lentamente la puerta se abre y entra una mujer ataviada con un largo traje basto de color blanco. Tiene la mirada ausente, pero fija en una dirección: lentamente se dirige hacia el asiento y la puerta se cierra en cuanto se sienta.

De repente la habitación se vuelve brillante. Ante ella tiene un gran panel de cristal que se hallaba negro cuando entró, pero que ahora le mostraba una escena: una mujer danzando alrededor de una hoguera azul. Su cuerpo semidesnudo está cubierto por un tejido suave, fino y vaporoso, que se mezclan con dos delicadas alas que caen como si formaran parte de la vestimenta desde su espalda.

Parpadea.

Las llamas se reflejan en su habitación y siente que las llamas han pasado al otro lado del cristal, y traga profundamente sintiéndose ardiente de repente. La mujer que baila parece sufrir en una eterna mueca de dolor. De pronto la imagen tiembla y cuando vuelve a su estado original la mujer está en frente del cristal, observándola fijamente. Sus ojos también se hayan azules, y parecía que las llamas la estaban devorando desde dentro.

Lentamente aprieta el botón.

La mujer abre la boca en un grito sordo y las llamas parecen salir de ella consumiéndola en un estallido de color azul que enciende una gran cantidad de antorchas que se hallaban apagadas y que iluminan los caminos que se pierden en la distancia. Extasiada aprieta los brazos del sillón y el sonido del cuero le eriza la piel.

La imagen se apaga dejándola a oscuras y se vuelve a encender. Está de pronto frente a un gran desierto de tonos morados. Hay cuatro hombres de pie en fila observando un niño que se halla de rodillas. Las lágrimas caen de sus ojos y por un momento parece que el cielo se nubla y amenaza con llover. Uno de los hombres mira al que tiene al lado y se arrodilla. El hombre al que le dirigió la mirada saca un cuchillo y el tercero se pone detrás para sujetar al niño por los hombros.

Lentamente, vuelve a tocar el botón.

La afilada hoja acaricia el cuello del niño y este se precipita al suelo dejando que su propia sangre lo cubriese todo. Los hombres se dan media vuelta y desaparecen del campo de visión mientras, de forma extraña y milagrosa, el cuerpo del niño comienza a convulsionarse y a transformarse primero en un fino tronco, luego en uno más ancho. Del tronco comenzaron a surgir pequeñas ramas, luego hojas, finalmente flores. En menos de un minuto había crecido un fuerte árbol y no había ni rastro de sangre en el suelo.

Comenzó a llover y la imagen se volvió negra una vez más.

Se sentía exhausta pero no quería levantarse aunque el asiento le resultaba incómodo. Pacientemente esperó con el único sonido del reloj y de su propia respiración como acompañantes.

Cuando una nueva escena hizo aparición se descubrió sobresaltándose. Con los ojos bien abiertos observó una amplia habitación. En su interior había una gran cantidad de muebles tallados y de tonos dorados. En el suelo una gran alfombra roja que hacía juego con las cortinas y las lámparas del tejado.

Sentada en una silla podía ver una mujer de espaldas peinándose el cabello. Sonaba un suave violín de fondo y ella parecía mover su brazo al ritmo de la sinfonía.

Historias de Universo NeptunianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora