Advertencia:Sip *guiño guiño*. La rayis se llama Andrea.
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"What Do You Think Of Love?"
La joven de cabello castaño se paseó por la mansión, dirigiéndose al pasillo de habitaciones, quería buscar a su mejor amigo para animarse un poco. Había tenido un día fatal, bueno, el día no estuvo tan mal hasta que llegó el momento de su cita con un chico llamado David. Lo había conocido en una feria a la que fue con Jean, Scott, Kurt y Peter la semana anterior, la pasaron bien un rato y luego él le dio su número.
La cita no fue igual. Él se había portado de manera irrespetuosa con ella, intentó besarla y propasarse dos veces. Andrea se cansó y le lanzó la bebida a la cara para salir del lugar al instante.
Ahora solo quería pasar una tarde con su amigo y olvidarse de ese fracaso.
— ¿Estás decente, Peter? —preguntó abriendo apenas la puerta.
El velocista se levantó de su cama para cambiarse el pijama y ya estaba frente a ella sosteniendo la puerta.
— ¿Qué desea, señorita? —habló en tono burlón robandole una sonrisa a la castaña.
Andrea ingresó al cuarto pasando por su lado y se lanzó a la cama con un exagerado suspiro. Peter cerró la puerta para correr a sentarse junto a la chica y recostarse mirando al techo.
—Es un imbécil—murmuró Andrea—, como los demás.
—Bueno, es mejor que te dieras cuenta ahora, ¿verdad?
Ella asintió sin decir nada y giró para dejar su peso sobre su costado izquierdo, miró a Peter unos segundos y él volteó el rostro.
— ¿Qué piensas del amor, Pet?
El platinado la vio a los ojos sintiendo un revoloteo en su vientre, apartó la mirada al instante y se concentró en el techo.
—A mi siempre me hace sufrir y me lastima—siguió la chica al no tener respuesta—. Voy a dejar de intentarlo, ya no quiero saber nada de corazones rotos.
Andrea se volvió a echar en la cama y posó su cabeza en el hombro de Maximoff.
—Creo que todo llega en su momento, los tropiezos son parte de la historia, ¿no crees? —Peter acomodó su brazo detrás de ella para atraerla más hacia sí—. Quizás tardes en dar con el indicado, pero pasará algún día.
— ¿Puedo confesarte algo? —susurró ella apoyando su mentón en el pecho del velocista, podía sentir los rápidos latidos de su corazón—. De niña mi madre me leía esos tontos cuentos de hadas... —Peter sonrió al escucharla y ver como se sonrojaba levemente—. Y por un tiempo quería vivir algo así, pero ya ves, me decepcioné a mi misma.
