Capítulo IX

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Escucho un ruido peor, ahora sí que tenía mucho más miedo, estuvo quieto en un solo lugar temblando con su pequeña lamparita alumbrado para todos lados, escucho que alguien daba pequeños pasos, eso lo alteró un poco, pero escuchaba que venía detrás de él, ahora sí estaba entrando en pánico. Pero como había decidido ser un hombrecito giro hacia atrás lentamente con su lamparita y alumbró al intruso con miedo. Sus ojos se abrieron al ver al pequeño sujeto que lo había asustado con sus pasos.

— ¡¡Milo!! —corrió tan rápido donde el pequeño muñequito y lo abrazó con fuerza.

Sabía que lo encontraría, él tenía fe, ahora lo tenía en sus brazos y nunca lo soltaría.

—Camus te demoraste mucho en venir —comentó triste.

—Lo sé, pero no sabía a donde ir, no sabía en dónde estabas, pero me alegra mucho haberte encontrado, no sabes lo feliz que me hace saber que estés conmigo nuevamente. Ahora que te tengo en mis brazos te prometo jamás soltarte —sonrió.

El muñequito nuevamente estaba sonriendo, estaba alegre de que su amo lo estuviera buscando en su ausencia y que lo había encontrado. Camus observó que Milo estaba un poco sucio y olía algo feo.

—Estás sucio... y hueles horrible.

—Lo siento, estaba solito en la calle, me quedé durmiendo cerca de los basureros porque sabía que ahí no me encontrarían, también camine por pequeños montes y no sabía a donde ir, estuve siendo perseguido por perros que me querían comer o dañar, mojándome en las veces que llovía y no era nada agradable, quería ir a casa, pero sabía que tú madre me mataría apenas me viera, así que regrese a la fábrica como única opción para vivir aquí por un tiempo.

Camus se entristeció mucho, su pequeño muñequito había pasado por muchas cosas, ahora se prometería protegerlo cueste lo que cueste, no lo dejaría nuevamente eso sí que no, primero muerto antes que eso, ahora se aseguraría de limpiarlo y dejarlo lo más bonito que podía.

Milo ahora se sentía feliz, los días en los que estuvo solo por las calles fueron muy duras, además de que no podía evitar llorar, odiaba ese sentimiento, aún no se explicaba cómo su creador había hecho para que llorara como una persona normal.

—Bien, ahora tenemos que salir de aquí y regresar a casa Milo, pero primero tenemos que encontrar a mi madre que se perdió.

—Está bien, yo te ayudo a encontrarlo Camus —sonrió.

Camus abrazo a Milo mientras esté rodeaba sus pequeños bracitos alrededor del cuello de este, el pequeño galo tomó su lamparita con firmeza y empezó el camino en búsqueda de su madre mientras abrazaba a Milo con fuerza, no quería soltarlo, y no volvería a hacerlo de eso estaba seguro.

Camus nunca se dio cuenta de aquella pequeña sonrisa con malicia tras sus espaldas que el menor le brindó por unos segundos.


[~°🍎°~]

Degel había entrado al lugar donde era la creación de la costura de Surt, al parecer todo estaba en perfecto estado, pero sentía que algo andaba mal en ese lugar, se acercó un poco observando todo con detenimiento, ahí era donde creaban los vestidos y ropa para el muñeco, se giró para mirar a su hijo, se dio cuenta que lo había perdido, estaba asustado ahora sí la había cagado, mejor le hubiera puesto un collar de perro conociendo a su hijo que se pierde mucho. Más averiguaría primero qué tanto le incomodaba y después iría a buscar a su pequeño, sabía que no se perdería tan fácil, su pequeño era igual de inteligente que él. Caminaba por las máquinas de costuras, si Camus estuviera ahí y viera las pequeñas ropitas que hacían en la fábrica de una pediría una personalidad para Milo, más no era necesario eso, él sabía coser ropa y hacer mucho más que eso.

Escucho algunos sonidos cerca del cuarto de activación de las máquinas, estaba un poco atento ante esos sonidos, tenía curiosidad de saber que eran, se acercó hasta la puerta abriéndola, se encontró con el guardia de seguridad amarrado con cadenas intentando pedir ayuda. Cuando el hombre lo vio empezó a moverse más desesperado, Degel no entendía nada de lo que estaba sucediendo, se acercó hasta él quitándole el pañuelo que tenía en la boca.

— ¿Quién le hizo esto? —pregunto.

—El pequeño... —susurro.

El hombre no tenía aliento para hablar, apenas si se le podía escuchar. Degel quedó pensativo con lo que le había dicho el guardia, de qué pequeño estaba hablando.

—Espérame aquí, buscaré algo para desamarrar esas cadenas —dijo.

Dio media vuelta y cuando iba a salir de la habitación se encontró con Milo, Degel quedó en silencio, Milo lo miraba tranquilo. El hombre de seguridad de inmediato al haberlo visto empezó a gritar.

—¡Fue él! —grito desesperado.

Degel había girado hacía aquel hombre gritando desesperado, volteo nuevamente hacía Milo y ya no estaba, eso lo sorprendió mucho, pero antes de dar algunos pasos cayó inconsciente al suelo.

—No volverás a quitarme a mi Camus, hoy será el día de tu sacrificio —dijo frío el pequeño muñequito.

El guardia de seguridad estaba aterrado con ese muñeco viviente, y antes de que pudiera gritar otra vez lo había dejado inconsciente. Arrastró a Degel con una pequeña ayuda, un carrito con rueditas, le fue difícil, pero por fin pudo llevar a Degel al lugar en que lo quería ver, lo amarró con fuerza para que no se escapara. Estaba muy feliz, ahora Camus sería suyo y ahora no habría nadie ni siquiera el peli verde que lo detuviera, estaría con él, y solo con él. En la casa de su creador que quedaba fuera de toda la civilización, viviría con su Camus, y estarían ellos dos solos.


[~°🍎°~]

— ¿En dónde estabas? —pregunto preocupado.

—Perdón por la tardanza, pero no encontré a mamá Degel, no sé dónde está —comentó triste.

—No te preocupes, lo encontraremos, él no se perderá, está muy grandecito para eso.

—Lo sé, pero aun así quiero ver a mamá Degel —hizo un puchero.

—Tranquilo Milo, lo encontraremos juntos —sonrió.

Milo abrazó con fuerza a Camus, este se sentía seguro en sus brazos, pero sin que el pequeño se diera cuenta había sonreído con malicia nuevamente.

—Sólo serás mío, ya no habrá nadie que nos moleste —susurro.

— ¿Qué dijiste? —pregunto separándose del abrazo.

—No dije nada, vamos a buscar a mamá Degel —dijo tranquilo.

—Si —respondió. 

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