Capítulo X

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Se removía molesto, se sentía bastante incómodo, percibía como si algo sostuviera su cuerpo con fuerza, empezó a removerse desesperadamente abriendo lentamente sus ojos dándose cuenta de que aún estaba en la fábrica, estaba en un lugar diferente, eso le parecía raro, no recordaba cómo había llegado ahí, si se suponía que estaba con el guardia de seguridad, recordó que la última vez vio a Milo, pero no recordaba más. Se dio cuenta de que estaba amarrado con cuerdas y su boca estaba tapada con un trapo. Empezó a desesperarse más, tenía que encontrar a su pequeño hijo y sacarlo de ahí mismo, también a ayudar al guardia de seguridad. Analizó todo con calma, al parecer estaba empezando a sacar conclusiones de que Milo había sido el que amarró al guardia de seguridad y a él.

Más era claro que Degel era más astuto que el pequeño muñequito, puso manos a la obra e intentó zafarse más estaba un poco complicado, intento zafar el trapo de su boca y pudo, tomó aire y observo todo a su alrededor, recordando nuevamente el por qué estaba ahí.

— ¡CAMUS PINCHE NIÑO MALCRIADO, PARA LA PRÓXIMA TE COMPRO UNA BARBIE! —gritó con todas sus fuerzas.

Debió haberle comprado una condenada Barbie que un muñequito, aún que el muñequito no estuvo tan mal para el pequeño, se convirtió en un problema ahora, estaba haciendo cosas malas y de seguro era para alejar a Camus de él. Si tan solo no se hubiera alertado de esa manera las cosas estarían normales con el pequeño muñequito de Camus, cuánto se maldecía al haber reaccionado así. No obstante, escuchó un estruendo cerca suyo, su corazón estaba a mil, lo había tomado por sorpresa, miró a su alrededor y no encontró nada.

Todo estaba yendo para mal, Milo apareció enfrente a él con una cara para nada agradable. Degel le observaba en silencio con seriedad y asombró sin entender el por qué estaba así el pequeño muñequito.

—Eres una persona malvada Degel, como se te ocurre hacerme eso, me apartaste de tu hijo, al que más dices querer, se suponía que estaba satisfecho conmigo y solo mira, llegaste y por tu culpa lo lastime por accidente solo por detenerte —dijo serio.

Degel solo bajó la cabeza, en parte todo lo que decía era verdad, jamás debió haber tomado esa reacción tan en serio, pero de verdad Milo le recordaba demasiadas cosas en su pasado. Tal vez ese fue su error, dejarse llevar por esos vagos recuerdos por su mente y tomarlos para desquitarse con Milo y su hijo.

—Lo siento... pero créeme Milo que admito mi error, y solo quiero que estés nuevamente en casa con Camus, y esta vez no tienes que fingir que eres un muñequito, claro que no, puedes andarte por toda la casa sin problema alguno... pero por favor, no hagas esto... solo me recordaste algo... —susurro por lo bajo.

Milo había escuchado a la perfección sus susurros, creo que ya recordaba un poco, más se sentía raro, su mecanismo estaba bastante afectado, en esos momentos no quería matarlo, pero... sus ojos se volvieron rojos, sonrió con malicia, Degel noto su cambio tan repentino, se asustó un poco más no quitaba por nada del mundo su mirada del pequeño.

—No te perdono, jamás lo haré, lo que hiciste te hizo llevar a las consecuencias, morir será tu única opción Degel —se echó a reír como psicópata.

Degel había caído en cuenta que estaba pasando con Milo, después de tantos años de estudiar muchas cosas por fin sabía cómo arreglar al menor.

—Milo por favor cálmate, no hagas esto, por favor te lo suplico, te prometo que te dejaré solo con Camus, pero por favor te pido que no me mates —suplicó.

Milo solo negó, él no era un humano que entrara tan fácil en razón, no, claro que no. Él era una máquina, no sentía nada, no tenía sentimientos, el único por el cual podía sentir era por Camus, que le robó su corazón de metal y sabía perfectamente que el pequeño galo no se lo rompería tan fácil. Degel lo miró alarmado, pero por dentro sabía que Milo estaba mal, al parecer en el tiempo que estuvo afuera algo le pasó que hizo que su sistema tuviera algún fallo o le faltará alguna cosa. Por qué no lo había recordado cuando lo compró, era tan obvio, ese era Milo, por qué no lo recordaba en esos momentos hasta ahora, y cuando vio con sus propios ojos que tenía vida actuó mal, en vez de haberle hecho las miles de preguntas que lo atormentaban cada noche, y a fuerza de lidias tuvo que olvidarlas e ignorar. Fue un tonto.

Milo sacó unas tijeras bastante grandes que tenía guardadas para ese momento, se acercó lentamente a Degel, este pensaba rápido, sus manos lentamente estaban soltando la cuerda que le apresaba estas mismas, qué bueno que era un hijo de un ex militar.

Se había soltado como el profesional que se había vuelto en esos casos, fingió estar amarrado, hizo una cara de terror, Degel era bueno actuando. Lo bueno de vivir solo desde los cinco, no era que estaba solo y esas cosas, sino que su padre siempre lo dejaba solito, así que Degel aprendió a valerse por sí mismo, a esa edad aprendió a cocinar para el mismo, hacer oficio, y trampas para los que querían antes robar su casa. Vaya que si era un profesional.

—Hoy será tu final —rio.

Estaba a unos cuantos pasos de enterrarle las tijeras al peli verde si no fuera porque escuchó un tremendo grito.

— ¡Milo espera!

Paro en seco al escuchar esa voz tan familiar para él, giró notando a Camus con unas cuantas lágrimas en su rostro, eso alteró un poco su sistema y se asustó.

— ¡Milo!, ¿Explícame qué ibas a hacer? —pregunto.

Milo soltó las tijeras, estaba sintiendo miedo, para una máquina como él, tenía esas cualidades que solo se activaban con su amo, su creador fue muy específico al momento de crearlo.

—Lo iba a matar, él tiene que morir, él nos sepa... —fue interrumpido.

— ¡Es mi madre con quién te estás metiendo! —grito enfadado.

Su carita estaba bastante roja de la ira mientras lágrimas salían de sus orbes, Milo empezó a sentir miles de cosas. Degel observaba todo desde su lugar. Milo tomó su cabeza, pero...

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