Capítulo XI

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Degel terminó peleando con el pequeño muñequito, el mayor se defendía como más podía, Milo se había salido de control, eso preocupo a Camus que miraba todo desde su lugar, asustado sin saber qué hacer. Ver como su madre peleaba con su pequeño muñequito lo asustó mucho, no quería que ambos salieran lastimados, estaba en la baranda, abajo de él se encontraba unos tanques bastante grandes llenos de lava para hacer metal para algunas cosas del muñeco Surt. Tenía miedo, se sostenía con una mano por la baranda mientras veía como su madre parecía un profesional esquivando los ataques del pequeño Milo.

De un momento a otro Milo corrió hasta una máquina y la encendió, esa máquina servía para mover algunas cosas pesadas. Se dirigía a toda velocidad hasta Degel, pero este logró esquivarlo, pero Milo había hecho que unas cuantas cajas le cayeran encima atrapando la mitad de su cuerpo. Las cosas salieron de control, la máquina fue por un lado donde estaba Camus traspasando la baranda donde se sostenía el pequeño galo, este por el brusco movimiento se fue por un lado y cayo.

— ¡Camus! —grito Degel.

Milo entró en razón, miro como Degel gritaba desesperadamente, ahora tenía mucho más miedo.

— ¿Qué hice? —se preguntó frustrado.

Como sus pequeñas piernitas podían corrió hasta donde estaba antes el menor, se asomó un poquito y miro que Camus estaba aún ahí, se estaba sosteniendo de la baranda como más podía, eso le saco una pequeña sonrisa, más aún estaba preocupado, tenía que ayudarlo. Como pudo intentó subirlo, pero Camus era muy pesado para él, intentó varias veces, pero nada, Camus poco a poco se estaba resbalando.

—Milo... —susurro, pequeñas lágrimas salían de sus ojos, tenía miedo, mucho miedo.

Degel observaba todo, intentó salir de ahí pero no sabía si las cajas traían piedras por qué siendo sincero de verdad estás pesaban por montones. Más no sé rendiría tan fácil, él se las arreglaría de alguna forma. Milo se estaba empezando a desesperar, el muñequito también lloraba por no poder hacer la gran cosa.

Al final, se dio cuenta de que tenía algo para ayudarlo, había muchas cosas ahí como para hacerlo, tomó una máquina de carga, que bueno que esté portaba una cuerda bastante gruesa como para subirlo, prendió la máquina he hizo todo a su alcance para soltar un poco la cuerda, cuando está había soltado toda la cuerda necesaria se bajó de ella y la arrastró con todas sus fuerzas hasta Camus.

—Camus, toma está cuerda —dijo y se la lanzó.

Camus la tomó teniendo fe de su pequeño muñequito, ahora estaba colgando de una cuerda y tenía un poco de miedo en soltarse. Milo dio marcha con la máquina de carga que recogía la cuerda fácilmente. El pequeño heleno fue hasta el borde para ver a Camus subir. Tenía esperanzas de que salvaría a su pequeño galo, solo quería tenerlo nuevamente en brazos y pedirle perdón sin cansarse por sus errores. Solo esperaba que no estuviera tan enojado con él, se arrepentía de todo lo que había hecho solo para que todo terminara así tan de repente, el de verdad no quería matar a Degel, era la mami de su pequeño amado, ¿Como podía matarlo?, De seguro Camus nunca se lo perdonaría, jamás viviría feliz a su lado sabiendo de que fue el asesino de su propia madre. Después de todo, no era tanto su culpa, su mecanismo se había afectado un poco por el tiempo en el que estuvo afuera huyendo y escondiéndose de los humanos.

Espero la llegada de Camus, estaba tan cerca pero tan lejos, le faltaba poco para que el menor estuviera con él, pero hubo un fallo en la máquina que hizo que se detuviera, Milo fue a revisar pero nada funcionaba, ahora sí no sabía cómo salvar a su amado, la máquina se había atascado, observó por todos lados, pero nada, fue nuevamente al borde y noto que Camus estaba muy cerca para subirlo, era un muñequito, pero por el haría todo lo que fuera, se agachó brindándole una mano al pequeño galo que la tomó sin duda alguna, sabía que no tenía mucha fuerza pero lo salvaría. El menor colocó sus pies por las partes que se doblaron en la baranda para sentirse más seguro, soltó la cuerda y con rapidez posó su mano por el borde para subir fácilmente.

Ahora Camus estaría a su lado, sólo faltaba poco. No se rendiría tan fácil, sacó toda su fuerza y logró alzarlo, pero Milo logró resbalarse por el peso de Camus y cayó, por suerte antes de que cayera había tomado rápido una de las barandas dobladas.

—Milo, toma mi mano —dijo angustiado.

El pequeño muñequito intentó alcanzarlo, pero estaba bastante lejos la mano de Camus, tenía miedo, no quería irse aún, tenía muchas cosas que decirle a Camus y compartir, sacó su collar observando el hermoso regalo que el galo le había dado, se lo quitó de su cuello y lo tiró con toda su fuerza para que cayera en el piso, le dejaría ese recuerdo a su amado porque ya no tenía esperanzas de sobrevivir de aquello. Su fuerza no era mucha y cada vez se estaba resbalando, empezó a temer al igual que el galo que intentó alcanzarlo. Pero cuando por fin lo iba a alcanzar... Milo cayó, mientras pequeñas lágrimas caían por sus ojos azulados. Una sonrisa se formó en Milo como su último adiós a Camus.

— ¡Milo! —grito.

Camus veía como Milo caía lentamente hacia la lava, estaba gritando su nombre desesperadamente. Milo sentía que su vida había terminado en ese punto, solo esperaba que Camus cumpliera su promesa, encontrar a su primer amo y contarle muchas cosas que el pobre muñequito paso.

Milo había caído en la lava, Camus empezó a llorar más fuerte, Degel por fin había salido de ese montón de cajas que lo tenían apresado, corrió hasta su hijo y lo alzó salvándolo de la zona de peligro. En ese momento ambos observaron como Milo se quemaba lentamente, pero no veían su cuerpecito, solo veían como salía humo de aquel tanque de lava.

No vieron más rastros de él, Camus no paraba de llorar como Magdalena, y Degel se arrepentía de todo lo que había hecho para que al final Milo muriera salvando a su pequeño, pero todo pasó tan rápido que ni siquiera le dieron tiempo a que el muñequito le preguntará a él donde estaba su antiguo amo, él sabía perfectamente su ubicación, el conoció a Milo desde hace años y, ahora la había cagado, la había terminado de cargar en su vida.

¿Qué había hecho?

Camus solo gritaba mientras se removía bruscamente de los brazos de Degel, él quería ir por Milo, él no lo quería dejar ir, no aún, tenían tanto por hacer y ahora... se había ido de su lado, para siempre.

—Milo... —susurro.


[~°🍎°~]

Los meses habían pasado y Camus había caído en depresión, Degel intentaba todo para que su pequeño fuera feliz nuevamente, pero nada era efectivo para el pequeño galo, estaba triste y destrozado, había perdido a un gran amigo y amor en su vida. El mayor siempre escuchaba a su pequeño llorar por las noches llorando bajo el nombre de Milo sosteniendo el collar que le regaló con su foto, eso le dolía demasiado a él, quien la había embarrado, por qué en esos momentos se echaba la culpa a él mismo por hacer lo que hizo.

El MiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora