Capítulo XIV

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Tenía miedo de llamar aquel número que en esos momentos tenía en la pantalla de su móvil, hace años no lo llamaba ni sabía nada de él, solo sabía que se encontraba en Francia trabajando. Ahora con que excusa iría, ahora sí se maldecía por dentro por haberlo descuidado en el transcurso en que se fue al extranjero. Solo pensaba en que él era su única salvación para lo que Camus le pedía. No dio más rodeos ni perdió tiempo, necesitaba llamarlo ahora. Le dio llamada y el teléfono había empezado a sonar esperando que el otro respondiera la llamada tan rápido como podía.

— ¿Hola? —al escuchar esa voz se quedó sin palabras alguna, no sabía que decir en esos momentos—. ¿Hay alguien ahí? —pregunto.

Suspiro, el contrario al escuchar ese suspiro se dio cuenta de que si había alguien en la otra llamada y solo espero a que hablara.

—Hola... —fue lo único que pudo pronunciar.

Se hizo un silencio en ese instante, sabía que el otro estaría con una sonrisa en sus labios al volver a escuchar su voz. Sabía que sí la conocía como la palma de su mano.

—Degel... —escuchar su nombre pronunciado nuevamente por él le trajo vagos recuerdos—. ¿Eres tú? —se escuchó emocionado y eso lo tranquilizó un poco.

—Si... soy yo, ¿Cómo estás? —pregunto.

—La verdad, estoy alterado, en el sentido de muy emocionado y alegre por volver a escuchar tu voz. ¿Me descuidaste mucho no crees? —burlo.

—Ya eres mayor de edad como para estar con un ojo encima tuyo, además te veías demasiado ocupado todo el tiempo así que te dejé que hicieras tus cosas hasta que pudieras sacar tiempo para hablar como en los viejos tiempos.

—Tan responsable en ese sentido, la verdad no me importa si me llamas o me hablas en mal momento, sabes perfectamente que siempre te contestaré más rápido de lo que canta un gallo. No me gustaría hacer esperar a la mejor persona que he tenido en mi vida.

Escuchar nuevamente esas últimas palabras lo hizo sonreír, ahora él era el que estaba feliz por volver a hablar con su pequeño, ese menor con quién pasó la infancia cuidando de él con tan solo seis añitos.

—Pues que te puedo decir, solo quería saber cómo estabas y saber cómo te va en Francia y tú trabajo, solo eso.

—Oh, pues que te puedo decir, estoy bien de salud, por qué del resto soy pobre menos en vitaminas —bromeo. Degel río ante el comentario—. Me va súper bien la verdad, mucho francés me tiene loco pensando en muchas cosas, casi no me dan tiempo de respirar —quejo.

—Tu trabajo es el puesto más difícil que hay en la empresa, no debería sorprenderte eso.

—Lo sé, pero me está jodiendo la jornada, todo yo como si fuera el jefe.

—Eres el administrador, es obvio que todos te van a acudir.

—Pero no tan exageradamente, yo no soy multiusos, apenas si se usar el cerebro.

Degel no paró de reír con las quejas del menor, la verdad le molestaba su trabajo, pero el francés sabía que el de él iba a hacer ahora peor con el nuevo puesto al que lo habían accedido.

—Oye no te burles de mí, recuerda que estudie duro por ti, para hacerte sentir orgulloso por mis logros.

—Y lo estoy —admitió.

—Solo admítelo Degel, si estás muy orgulloso de mí, ¡Dilo! —exigió.

Degel sonrió y solo se quedó pensando, a veces él solía ser igual que su hijo.

—Estoy muy orgulloso de ti al grado de darte un regalo, que tendrá que esperar.

Solo escucho los quejidos del menor, admitía que a veces él era muy infantil para tener veintitrés años.

—Está bien —quejo—. Mas... ¿Cómo está Camus? —pregunto.

—Está bien más... —silencio.

— ¿Pasa algo? —al no recibir respuesta del peliverde ya sabía que algo malo pasaba—. Algo si me decía que estaba pasando algo malo, por nada me llamaste.

—Te quiero en Grecia en menos de dos días, espero que llegues rápido te comentaré el resto en persona, solo no te demores.

Un silencio profundo y eterno se hizo con solo eso, espero a que el menor respondiera, pero al parecer se había quedado sin palabras.

—Llegaré en menos de lo que esperas.

Al parecer lo había escuchado emocionado, solo sonrió para terminar la llamada con el menor. Quedó pensativo, él volvería a Grecia, ahora no sabía cómo actuar ante él después de varios años de no verle.

—Solo dos días y volverás... —susurro.


[~°🍎°~]

La mañana había llegado y sintió un peso encima suyo, moviéndose bruscamente y llamándolo, ahora quien carajos era, quería dormir hasta tarde de los únicos días que tenía para descansar ese era su único día. Por qué se lo tenían que venir a joder de esa manera. Abrió los ojos lentamente y se encontró con la sonriente cara de su pequeña bendición.

—Mami por fin despertaste, pensé que estabas muerto llevo horas llamándote.

Sonrió un poco reincorporándose en la cama, su pequeño estaba sentado en sus piernas mientras no dejaba de mirarlo.

—Mami tengo hambre —mencionó.

Degel ya suponía que se trataba de eso. Tomó a su pequeño y lo cargó mientras se paraba de la cama para dirigir su camino hacia la cocina que quedaba en la planta de abajo. Al llegar bajo a Camus, su pequeño ahora le pesaba más que cuando solo tenía cinco años.

—Estás muy gordo, no te vuelvo a cargar.

—Y tú estás viejo y yo no digo nada —respondió.

Degel lo miró con cara asesina, a veces Camus decía cosas imprudentemente.

—Soy tu madre y deberías tenerme respeto —hablo serio.

—Y tú eres mi mami y aun así no me tienes respeto —sonrió.

Degel solo quedó mirando feo a Camus, quedó en silencio observando, el menor había sonreído al ver que su madre ya no le respondería más, había ganado como siempre. Solo se dedicó a sentarse y a esperar a que su madre hiciera el desayuno para ambos. Degel estaba haciendo el desayuno tranquilamente hasta que escuchó el timbre, fue a abrir para ver de quién se trataba y al hacerlo se encontró una gran sorpresa que lo dejó en shock.

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