Capítulo VI

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—No mames esa cosa tiene vida —miro asustado.

Camus miró a Milo y lo abrazó con fuerza.

—Camus, suelta esa cosa —gritó.

—Eso no es una cosa, ese es Milo, mi Milo —gritó.

Degel se acercó a él para empezar a forcejear con Camus para quitarle el muñeco, el francesito lo sostenía con fuerza, Milo se aferraba al pequeño galo como podía. El peli verde se lo quitaría de alguna manera, parecía maldito, no quería eso para su hijo, si Camus no lo soltaba por las buenas por las malas lo haría, Degel empezó a ejercer mucha más fuerza lastimando a su pequeño, Camus estaba empezando a llorar, su madre lo estaba lastimando, Milo se sentía triste, no quería irse del lado de su amo, por eso se aferraba con toda la fuerza que tenía, no quería estar solo nuevamente, y Camus había sido una luz para él en su oscuridad, él solo quería a alguien a su lado para cuidarlo y amarlo, y Camus había sido su salvación, brindándole protección y amor.

—Camus, te exijo que sueltes el muñeco.

—No... no quiero... Milo es mío... —contestó entre cortado.

Milo estaba mal, su querido Camus se estaba sacrificando por él, no quería dejar que el peliverde lo siguiera lastimando más, y se soltó. El pequeño galo sintió como su pequeño muñequito se había soltado, lentamente fue perdiendo sus fuerzas, su madre había ganado, le arrebató el muñequito. Camus miraba con lágrimas como Milo estaba siendo alejado de él, Degel lo empezó a mirar confundido, no sabía cómo Milo tenía vida, el peli morado lo observaba con tristeza.

Camus estaba gritando pidiendo que le regresará a su amigo, pero Degel no dejaría pasar eso por alto, un juguete con vida no se veía todos los días, el pequeño galo gritaba e imploraba por qué se lo regresará, pero Degel no escuchaba y cada vez se estaba haciendo más difícil para que el pequeño francesito tuviera nuevamente en sus manos a Milo.

En un descuido de Degel, Milo aprovechó eso y se soltó del agarre del mayor, todo por estar con su amo. Milo empezó a correr como sus pequeñas piernas podían, Camus lo tomó entre sus manos y empezó a correr con él escaleras abajo, Degel los perseguía y le gritaba a Camus que se detuviera y le regresará el muñeco, pero obviamente Camus no haría caso ante eso, primero muerto antes que entregar a su Milo.

Querían salir de la casa, pero Degel antes ya se había adelantado y había cerrado todas las puertas con llave, Camus se asustó mucho, tuvo que esquivar a su madre por toda la sala haciendo daños y todo para que no tuviera a Milo bajó sus manos. El pequeño galo abrazaba con fuerza a Milo, por un descuido Camus cayó al suelo, Degel aprovechó y tomó las piernas del menor para detenerlo.

— ¡Milo vete! —grito.

Milo no quería, pero se le ocurrió un plan para deshacerse de Degel para estar con su amado Camus.

El pequeñin corrió y se adentró a la cocina, Degel sostuvo a su pequeño con fuerza y se lo hecho en la espalda como costal de papas. No le importaba en absoluto las patadas o quejas del menor, ni mucho menos las lágrimas, ese muñeco no era normal, tenía que descubrir cómo era que tenía vida, y lo haría sea como sea importándole poco el berrinche del menor.

Milo estaba haciendo un plan rápido y sencillo para deshacerse de Degel, al parecer aprovechó bien el tiempo en el que Camus forcejeaba con su madre para que no lo sostuviera. Hizo todo lo que estuvo a su alcance, armó una trampa de suelo, sacó un lazo largo y grueso para ponerlo como una trampa, tomó un cuchillo grande de la cocina y se escondió en un lugar esperando su presa. Era pequeño, pero peligroso cuando se trataba de su amado.

Degel caminaba con su hijo sobre su hombro, la cocina estaba a oscuras y el interruptor estaba al otro lado, tenía que caminar un poco para poder encender la luz, no se veía bien y al caminar dos pasos cayó con su hijo al suelo, Camus grito de dolor, ya que su cabeza se había dado muy fuerte contra el piso y su madre estaba aplastando su cintura para abajo. Degel se paró tan rápido como pudo, pero sintió una cortada en su antebrazo derecho, sintió un cálido líquido empezando a bajar por su brazo, Milo había podido rozarlo, pero ese roce fue un poco profundo, Camus estaba confundido, de un momento a otro las demás luces de su casa se apagaron, tenía miedo, aún no conocía esa faceta de Milo.

Degel se levantó como puedo ayudando a parar a su pequeño, Camus aún lloraba, le dolía la cabeza y tenía miedo, el peli verde sentía un intenso dolor en su antebrazo derecho, tenía que buscar la forma de ver con claridad, camino sosteniéndose por la pared guiándose a sí mismo con su hijo tomado de la mano, Camus no quería separarse de su madre, tenía miedo de estar solo en esa oscuridad. Milo estaba observando, escuchaba los lloriqueos de Camus, tenía miedo y estaba triste, había lastimado a su amado, pero quería estar con Camus y haría todo lo que estuviera en sus manos para hacerlo.

— ¡Milo! —llamó el pequeño galo.

Milo quería ir donde él, pero sabía que no podía, abrió la puerta del sótano que se encontraba al lado de la cocina, Camus se sobresaltó ante ese chillido de puerta, Degel sabía en dónde estaba, soltó la mano de Camus para poder buscar una linterna en las baquetas del mesón. Milo fue al sótano rápido y dejó una trampa también ahí, una trampa de piso con varios clavos puntiagudos para que Degel cayera por ahí y se lastimara, todo eso era su plan, pero, podría venirse abajo. Camus estaba caminando intentando mirar en la oscuridad, caminó junto a la pared, pero, encontró la entrada del sótano y se fue por las escaleras haciéndose daño, Degel escucho eso e intento saber en dónde se había metido su pequeño. Milo pensaba que había sido Degel, prendió las luces y sacó el cuchillo, pero se detuvo, su pequeño fue el que había caído en su trampa y no Degel.

Camus estaba en el suelo, había caído sobre la trampa, por suerte solo cayó sobre su pierna derecha, más se había lastimado un poco al rodar, el pequeño galo alzó su mirada, encontró a Milo ¿Derramando lágrimas?, Él no sabía si el muñequito podía hacer eso, pero lo estaba, estaba llorando, miro que el muñequito había soltado el cuchillo y se le veía temblar.

—Camus... perdón —habló en sollozos.

Camus también se puso a llorar, no era culpa de Milo, él solo quería estar con él, pero no se podía, su madre no creía como era que estaba con vida.

—Camus —grito Degel al borde de la angustia.

Se sintió como bajaba rápido a las escaleras, Camus observó a Milo con lágrimas en los ojos.

—Milo huye, hagas lo que hagas no mires hacia atrás... hazlo y no vuelvas... por favor —fueron sus últimas palabras.

Milo sintió un vacío, miró hacia atrás y notó que había una ventana, esa sería su escapatoria. Corrió como sus piernitas lo dejaban y se subió a la ventana, no antes sin verle por última vez.

El MiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora